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2 de junio de 2015

Antimayoritarismo, el movimiento político más antiguo del país.

Es ampliamente sabido que el radicalismo es el partido/movimiento político masivo más antiguo de la Argentina (obviando las sucesivas divisiones que sufrió en su historia). Le sigue en antigüedad el peronismo, con sus diversas denominaciones partidarias y divisiones propias a través del tiempo. Pero no debemos dejar de lado un movimiento político que ha transitado ya muchas décadas de la historia política argentina de los dos últimos siglos, y que fue y es tan influyente como los otros dos. Este movimiento político ha encarnado en diversos partidos o alianzas con los más diversos sellos partidarios, pero no cuenta con un nombre propio sino que se lo puede identificar más que por las distintas denominaciones de los partidos políticos que lo protagonizaron, por su objetivo permanente: oponerse a los oficialismos, (salvo excepciones) a los partidos en el gobierno, los que llegaron allí mediante elecciones libres, confrontar a los movimientos políticos mayoritarios que hegemonizaron cada época. Por ese motivo, desde aquí lo denominaremos –considerando su objetivo intrínseco, el que le da su razón de ser- el movimiento antimayoritario o antimayoritarismo.
El ADN de este movimiento minoritario, que va más allá de los líderes o dirigentes circunstanciales es la evidente repulsión que sienten quienes lo integran a que una mayoría popular (de la que no son ni quieren ser parte) ejerza el control del estado nacional, independientemente si lo hace beneficiando con sus medidas los intereses de toda la población, incluidos ellos mismos.
Los motivos por los que sus miembros y simpatizantes sienten animadversión por los movimientos mayoritarios son disimiles y varían entre los miembros de la masa antimayoritaria, y van desde la propia ideología, los intereses económicos, los psicológicos hasta los sociológicos y antropológicos. Pero analizarlos no es el propósito de esta nota, y además requeriría demasiado espacio y conocimientos de los que carecemos. Por eso nos limitaremos a caracterizarlo.
Ese antimayoritarismo lo conforman no solamente la mayoría de quienes componen la clases altas de la sociedad sino que también lo hace una parte significativa de los integrantes de las clases medias urbanas y del autodenominado “campo”, grandes y medianos terratenientes, y una parte minoritaria de las clases bajas; aunque muchos de quienes apoyan las intervenciones de este movimiento elitista son los principales perjudicados con la puesta en práctica de las políticas que propugna.
En la actualidad podemos identificar al peronismo-kirchnerismo como el movimiento que gobierna, el oficialismo de turno; y al que pugna por congregar a toda o casi toda la oposición política partidaria alrededor del PRO (grandes empresas y medios hegemónicos incluídos), como “la oposición” o antimayoritarismo actual.
Sin embargo, más allá del análisis sincrónico de esta relación, es interesante aprovechar el momento para realizar uno diacrónico entre estos dos actores políticos argentinos, considerando para ello al oficialismo como el movimiento popular mayoritario en el poder (institucional) y al antimayoritarismo como el conjunto de partidos políticos opositores, incapaces de derrotar electoralmente al gobierno de turno. En este caso, como ha sucedido desde 2003 en adelante con el kirchnerismo (o neo-peronismo) cumple el papel del oficialismo que no puede ser derrotado electoralmente.
Con esta referencia veremos que este fenómeno de virtual irreversibilidad electoral de un oficialismo con un fuerte sustento popular de mayorías que se ven contenidas en un proyecto de país, se repite en nuestra historia, aunque cambiando el nombre propio del partido/movimiento en el poder. Hoy puede llamarse kirchnerismo, pero veremos que antes se llamó peronismo y, más atrás, yrigoyenismo; y si nos remontamos a la protodemocracia electoral argentina podemos llegar al federalismo o rosismo o, tal vez, al dorreguismo.
Pero ¿qué encontraremos con este análisis diacrónico? Bueno, quizás muchas coincidencias, pero no sólo en los oficialismos sino también –o quizás más precisamente aún- en las oposiciones de turno, a quienes proponemos denominar como antimayoritarismoLas distintas versiones del oficialismo poseen diferencias más que nada en el modo e idiosincracia de época, donde se cruzan los vectores sociales, económicos y hasta étnicos de cada momento, pero parece que no es así en las oposiciones de cada momento, donde se pueden apreciar coincidencias sugestivas. 

Pero empecemos por el final, que es lo que tenemos más presente.
Algunos analistas caracterizan a la diputada Elisa Carrió como una referente no-kirchnerista o no-peronista (antikirchnerista), más que como radical o ARIsta o FA-Unista o Carriotista, lo que no deja de ser más acertado. Ella misma se declara o define como opositora, enarbola su supuesta defensa de las instituciones, de la República contra el “régimen”, de la moralidad política y contra la corrupción gubernamental (aunque nunca de la privada). Pero lamentablemente para ella, parece que el pueblo no se esfuerza en seguirla como ella quisiese y por eso los fríos números en los sucesivos comicios siguen apoyando al oficialismo, tanto que desde el 2003 no ha perdido ninguna elección nacional.
E incluso, de acuerdo con las últimas encuestas, el FPV se encuentra primero en intención de voto para las presidenciales de este año. Una explicación posible a este fenómeno es la que da el analista Artemio López:

Esta matriz del ADN K, lo ubica en una capa a la que no acceden las distintas ofertas políticas opositoras. El famoso "piso electoral" del 33% es más una consolidación de un sentido de pertenencia de diversa raíz, la puesta en porcentuales de una alianza íntima entre un bloque social y políticos capaces de representar su sentir y sus anhelos, que un guarismo coyunturalmente vinculado a tal o cual dirigente.


Y ahora veamos un interesante aporte sobre el tema del periodista Horacio Verbitsky:

Por lo menos desde agosto de 2010, cuando Héctor Magnetto recibió en su departamento de Alvear y Cerrito a Macrì y a la plana mayor del Peornismo Opositor de entonces (De Narváez, Solá, el ex senador Eduardo Duhalde y el senador Carlos Reutemann) y les planteó la conformación de una alianza electoral antikirchnerista, ésa ha sido la estrategia central de los poderes fácticos, así como la imposibilidad de cerrar tal acuerdo se constituyó en su explicación principal a la cómoda victoria de Cristina, con la mayor diferencia sobre el segundo desde 1983.
Hacia fines del año pasado se hizo perceptible que la mejor combinación opositora sería un acuerdo entre Macrì como candidato a presidente y Massa para la gobernación de Buenos Aires.
El oficialismo superó el 45 por ciento en la elección presidencial de 2007 y llegó al 54 por ciento en la de 2011. Aún en sus peores desempeños, en las legislativas de 2009 y 2013, rozó el 33 por ciento nacional. Esto mide la dificultad de enfrentarlo y explica tanta desesperación por sumar todo lo que esté a la mano, un cálculo que parece racional desde el punto de vista de las elecciones, pero de pronóstico reservado si se trata de gobernar.
Nota completa


Algunas críticas o caracterizaciones de ese ADN K de parte de la oposición político-mediática ansiosa por desplazar al oficialismo actual del gobierno, pueden leerse así:


El senador Ernesto Sanz aseguró que la Asignación Universal Por Hijo se gasta en el paco y los bingos.
Antes hacían el fuego del asado con el parquet “El titular del Comité Nacional radical aseguró que “por la Asignación Universal por Hijo aumentaron el consumo de droga y el juego”. No se trata de estigmatizar a ningún sector social, son datos de la realidad”, aseguró.

El editorialista Mariano Grondona (decano vocero de este movimiento) aporta su visión:

“Lo que pasa es que los argentinos no somos enteramente racionales sino también emocionales. ¿Será que la razón impera en nuestra clase media mientras la emoción reina sin disputas en nuestra clase popular?
 “En lugar de "pan y circo", ¿la llamaríamos acaso "subsidios y fútbol"? De un lado, los subsidios, lejos de amainar, hoy se aplican hasta en las liquidaciones de salarios de empresas privadas. Del otro lado está el indudable impacto popular de la televisación masiva del fútbol en el seno de las familias.
Hoy no se paga por ser más competitivo, por capacitarse y por trabajar más, sino por quedar a la vera del camino del esfuerzo para ponerse al amparo del clientelismo.”


Pero ese ADN K criticado por la intelligentsia actual parece no diferenciarse mucho del ADN peronista de las décadas del 40; 50; 60 y 70 del siglo pasado; y tampoco del ADN yrigoyenista de las décadas del 10; 20 y 30 del mismo siglo. Eso lo veremos si analizamos cómo son caracterizados sus seguidores por los opositores de turno. Un mero repaso de lo que se dice en la actualidad en los medios opositores o en cualquier charla o discusión en bares, talleres, oficinas u hogares puede aportarnos las usuales definiciones que esgrimen los opositores sobre los adherentes al oficialismo. No abundaremos aquí en detallar esas características, las que no son nada nuevo en estos doce años de gobierno kirchnerista. Sin embargo, sí nos sorprenderemos si repasamos las calificaciones o descalificaciones dirigidas a los adherentes a los anteriores movimientos políticos que gobernaron el país y los comparamos con las actuales.
Repasemos, entonces, el último movimiento antimayoritarista, el antiperonismo, empezando por lo que fue la denominada Unión Democrática, como se llamó al movimiento/alianza que se presentó a los comicios de 1945 con el único propósito explícito de enfrentar al peronismo:


Unión Democrática (Argentina).
En Argentina, la Unión Democrática, fue una alianza electoral realizada en 1945 entre los partidos Unión Cívica Radical, Socialista, Comunista y Demócrata Progresista. En las elecciones del 24 de febrero de 1946 llevó como fórmula presidencial la integrada por los radicales José P. Tamborini y Enrique Mosca. La Unión Democrática que compitió con la fórmula Juan D. Perón-Hortensio Quijano, adoptó una postura estrictamente antiperonista y se disolvió luego de ser derrotada.
En 1945 la oposición comenzó a organizarse y coordinarse. La tarea fue realizada principalmente por el embajador de Estados Unidos, Spruille Braden, un funcionario opuesto a los sindicatos y partidario de la política del gran garrote, que impulsaba la intervención abierta de Estados Unidos en los países latinoamericanos, con el argumento de combatir el nazismo en los años de la Segunda Guerra Mundial y el comunismo en la Guerra Fría.
La oposición se concentró sobre la denuncia de la supuesta condición nazi del gobierno militar argentino y de la política laboral que estaba llevando con apoyo de un sector mayoritario del sindicalismo, y apuntó sus críticas principalmente contra el coronel Juan D. Perón, por entonces Vicepresidente, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo del régimen militar.
La primera acción coordinada de la oposición se concretó el 16 de junio de 1945 con el famoso Manifiesto del Comercio y la Industria en el que 321 organizaciones patronales, lideradas por la Bolsa de Comercio y la Cámara Argentina de Comercio cuestionaban duramente la política laboral. La principal queja del sector empresario era que se estaba creando «un clima de recelos, de provocación y de rebeldía, que estimula el resentimiento, y un permanente espíritu de hostilidad y reivindicación».
La polarización social y política continuó escalando. El antiperonismo tomó la bandera de la democracia y criticaba duramente las actitudes antidemocráticas de sus adversarios; el peronismo tomó como bandera la justicia social y criticaba duramente el desprecio por los trabajadores de sus adversarios. En sintonía con los términos de la polarización, el movimiento estudiantil expresaba su oposición con la consigna «no a la dictadura de las alpargatas» y el movimiento sindical respondía con «alpargatas sí, libros no».
El 19 de setiembre de 1945 la oposición apareció unida por primera vez con una enorme manifestación de más de 200.000 personas, la Marcha de la Constitución y la Libertad, que se dirigió del Congreso a la Recoleta. Cincuenta personalidades de la oposición encabezaban la marcha.
El historiador Miguel Ángel Scenna comenta aquel hecho diciendo que:
La marcha fue una espectacular demostración de poderío de la oposición. Una larga y compacta masa de 200.000 personas -algo pocas veces o nunca visto- cubrió aceras y calzadas.
Se ha dicho que la manifestación estaba mayoritariamente integrada por personas de clase media y alta, lo que resulta históricamente indiscutible, pero ello no invalida el significado histórico de su amplitud social y su pluralidad política. Desde el presente es posible interpretar que una de las dos mitades en que se estaba dividiendo la población estaba allí, pero en aquel momento la marcha aparecía como la unidad de prácticamente todas las fuerzas políticas y sociales que habían actuado en el país hasta entonces.

Creación de la Unión Democrática.
Luego del llamado a elecciones los partidos Socialista, Comunista, Demócrata Progresista y el Partido Demócrata Nacional, insistieron en la necesidad de realizar una alianza con la Unión Cívica Radical. Esta sin embargo se mantuvo indecisa, debido a la oposición del sector intransigente, encabezado por Amadeo Sabattini, Arturo Frondizi y Ricardo Balbín, entre otros.
Finalmente, el 14 de noviembre de 1945 se impuso el sector unionista de la UCR para crear la Unión Democrática (UD) pero con la condición de que la fórmula presidencial fuera exclusivamente radical y que se excluyera al Partido Demócrata Nacional. El radicalismo eligió como candidatos a dos unionistas: José P. Tamborini y Enrique Mosca.
Adhirieron también a la UD pequeños partidos, como el Partido Popular Católico y la Unión Centro Independientes, así como importantes organizaciones estudiantiles (Federación Universitaria Argentina, Federación Universitaria de Buenos Aires, etc.), patronales (UIA, SRA, CAC, etc.), y profesionales (Centro de Ingenieros, Asociación de Abogados, Sociedad Argentina de Escritores, etc.).

Campaña electoral.
En general las fuerzas políticas y sociales de la época preveían una segura y amplia victoria de la Unión Democrática. El diario Crítica calculaba que Tamborini obtendría 332 electores contra sólo 44 de Perón. Incluso, en febrero de 1946, los demócratas progresistas y los comunistas habían preparado un golpe de estado conducido por el Coronel Suárez, que la Unión Cívica Radical consideró innecesario porque la elección estaba ganada.
Durante la campaña electoral sucedieron dos hechos que tuvieron importantes consecuencias en el resultado final:
En diciembre el gobierno sancionó el decreto-ley 33.302/45 creando el aguinaldo y otras mejoras laborales. Las organizaciones patronales resistieron abiertamente la medida. Al finalizar diciembre de 1945 ninguna empresa había pagado el aguinaldo. La CGT declaró entonces una huelga general, que fue respondida por el sector empresario con un lock-out en las grandes tiendas comerciales. La Unión Democrática, incluyendo los partidos obreros que la integraban (Socialista y Comunista), apoyó en el conflicto al sector patronal criticando el aguinaldo. Sin embargo pocos días después fue el propio sector empresario el que llegó a un acuerdo con los sindicatos y decidido aceptar el aguinaldo, aunque pagándolo en dos cuotas.
El otro hecho importante fue la publicación, menos de dos semanas antes de las elecciones, el 11 de febrero de 1946, de una iniciativa oficial del gobierno de los Estados Unidos con el título de Consulta entre las repúblicas americanas respecto de la situación argentina, que
fue más conocido como el Libro azul. La iniciativa había sido preparada por Spruille Braden y consistía en una exposición de las supuestas complicidades de los gobiernos argentinos con los régimenes totalitarios europeos durante la Segunda Guerra Mundial. Inmediatamente la Unión Democrática apoyó el Libro Azul y adicionalmente exigió la inhabilitación legal de Perón para ser candidato. Perón a su vez contraatacó planteando públicamente una simple disyuntiva que resultó sumamente exitosa: «Braden o Perón».


Contra todos los pronósticos y las expectativas de ambos bandos, en las elecciones del 24 de febrero ganó Perón por 1.527.231 votos (55%) contra 1.207.155 votos a favor de Tamborini (45%), ganando además en todas la provincias menos Corrientes y Córdoba. La derrota fue particularmente decisiva para los partidos Socialista y Comunista, que no lograron ninguna representación en el Congreso Nacional, en el caso del socialismo por primera vez desde 1912.

Consecuencias de la derrota del 24 de febrero de 1946.
La derrota electoral fue tomada como una debacle para la mayor parte de las fuerzas políticas que actuaron en la Unión Democrática, que nunca más volvió a reunirse.
En la UCR, los intransigentes criticaron duramente a los unionistas hasta desplazarlos definitivamente del control del partido.
Los partidos Socialista y Comunista iniciaron una decadencia prolongada que los dejó casi sin representación en la clase obrera, sus electores naturales. En el caso del socialismo, desde ese momento, las diferentes posiciones a adoptar frente al peronismo fragmentaría al partido en gran cantidad de pequeños núcleos.
El Partido Demócrata Nacional (conservador) desapareció y nunca más reapareció en Argentina un partido conservador con posibilidades electorales.


En la formación de esta coalición electoral se consolidó lo que de allí en adelante se denominó el antiperonismo. Veamos cómo sucedió este fenómeno y encontraremos sugerentes coincidencias con la actualidad:


El antiperonismo es una posición política que se caracteriza por una categórica oposición al peronismo, el movimiento político creado en Argentina por Juan Domingo Perón.
En 1955 a partir de una expresión usada en un programa humorístico, comenzó a llamarse “gorilas” a los sectores antiperonistas. Con el correr de los años el término "gorilas" pasó a ser utilizado por peronistas y no peronistas para denominarlos con un sentido despectivo.

Origen.
El antiperonismo fue la reacción de algunos sectores de la población argentina contra el ascenso del coronel Juan Domingo Perón cuando se desempeñaba como Secretario de Trabajo y Previsión, Secretario de Guerra y Vicepresidente de facto durante la dictadura surgida de la Revolución de 1943.
Contra el gobierno se ubicaron los antifascistas porque veían la política de neutralidad de aquél como un signo de simpatía por el Potencias del Eje y también los sectores patronales y oligárquicos, resentidos por las políticas laborales impulsadas por Perón.
El embajador estadounidense en Argentina, Spruille Braden,1 en 1945 apoyó el movimiento antiperonista promoviendo una amplia coalición integrada por partidos políticos de izquierda y de derecha, el movimiento estudiantil, y las organizaciones empresariales. Estados Unidos impulsó el antiperonismo a través de su embajador como respuesta a la no beligerancia mantenida por Argentina durante gran parte de la Segunda Guerra Mundial, sostenida tanto por los gobiernos conservadores (1939-1943), como durante el gobierno militar (1943-1946).
Pocos días antes de las elecciones, Braden, impulsó la invasión de la Argentina desde la OEA, mediante una publicación conocida como el Libro Azul.

Características.
A partir de 1945 la aparición del peronismo en Argentina produjo una clara división social y política de la población, entre peronistas y antiperonistas, con componentes altamente emocionales.
En términos sociales, el antiperonismo tiene un gran arraigo en los sectores altos de la sociedad, en la que casi no hay simpatizantes peronistas, y una importante presencia en las clases medias urbanas, sobre todo de la Ciudad de Buenos Aires.
Para el conjunto de los intelectuales el gobierno de 1943 y la figura de Perón eran leídos exclusivamente dentro del contexto internacional que oponía a los Aliados con el nazismo y el fascismo, y de ahí que «Perón era percibido, sobre todo, como una figura del régimen militar y, dentro de éste, formando parte de la fracción de coroneles pronazis».

Léxico y posiciones racistas del antiperonismo.
Algunos sectores antiperonistas desarrollaron posiciones racistas de alto contenido emocional y gran difusión, en la que se considera a los peronistas como negros, dándole a la palabra negro un sentido peyorativo. También formaron parte del léxico antiperonista apelativos despectivos como “cabecita negra”, “grasa”, ”descamisado”, o “groncho”. También se hizo famoso el término “aluvión zoológico”, utilizado para definir la llegada del peronismo al poder, creado por el diputado radical Ernesto Sammartino,
En esta posición racista antiperonista se destaca el rechazo a un amplio sector social denominado peyorativamente “cabecitas negras” y que fue una consecuencia posiblemente de la política clasista del propio Perón al dirigir su discurso y acción de gobierno a sus "descamisados". El término cabecita negra fue aplicado por sectores racistas para designar a las personas que migraron a partir de la década de 1930 desde las zonas rurales y más atrasadas del país hacia las grandes ciudades y en especial Buenos Aires y se incorporaron como obreros industriales en las nuevas fábricas abiertas por el proceso de industrialización, dando lugar luego a las denominadas “villas” en el conurbano bonaerense a partir de la década de 1930.

Antiperonismo y partidos políticos.
Con la llegada del peronismo al poder los partidos políticos argentinos tendieron a dividirse en un sector abiertamente antiperonista y un sector más orientado a la convivencia y a establecer acuerdos con el peronismo. La Unión Cívica Radical se dividió en 1957 y el sector más antiperonista se organizó en la Unión Cívica Radical del Pueblo, UCRP, liderada por Ricardo Balbín. El otro sector, desarrollista y proclive a cierto diálogo con el peronismo, especialmente por razones de estrategia electoral, fue la Unión Cívica Radical Intransigente, UCRI, estuvo encabezado por Arturo Frondizi, quien fue Presidente con el apoyo de los votos peronistas.
El conservador Partido Demócrata Nacional también se dividió entre los que mantenían una dura posición antiperonista encabezados por Horacio Thedy y los que no se oponían al peronismo, encabezado por Vicente Solano Lima.
El Partido Socialista también se dividió y el sector más antiperonista, liderado por Américo Ghioldi, se organizó como Partido Socialista Democrático. El Partido Comunista también adoptó una posición radicalmente antiperonista representada por Victorio Coddovila.
El antiperonismo está muy relacionado con la violencia política que afectó a la Argentina entre 1945 y 1983. Entre los actos de violencia cometidos por grupos antiperonistas se destacan los atentados terroristas realizados por los llamados comandos civiles, entre los que se destaca el atentado terrorista en la Plaza de Mayo del 15 de abril de 1953. El 16 de junio de 1955 diversos grupos de militares y civiles antiperonistas bombardearon la Plaza de Mayo asesinando más de 300 personas y dejando heridas a otras 800.
Los grupos antiperonistas también participaron activamente en los golpes de Estado del 28 de septiembre de 1951, y 16 de septiembre de 1955 (Revolución Libertadora) y 24 de marzo de 1976 (Proceso de Reorganización Nacional).
La autodenominada "Revolución Libertadora" inició una política para "desperonizar" el país, que incluyó una política represiva sistemática contra ciudadanos peronistas, con fusilamientos, detenciones, cesantías, discriminación política y proscripciones electorales que continuó hasta 1973. En especial se cuestionan los fusilamientos de 1956 contra el general Juan José Valle y otros militares y civiles peronistas que se habían levantado contra la dictadura, incluyendo los fusilamientos clandestinos de José León Suárez.


Repasemos ahora otros testimonios de conocidos intelectuales sobre esa época cambiante y de progreso evidente del país:

"Cuando en la época de nuestra famosa Unión Democrática, tantos intelectuales de izquierda marchábamos al lado de conservadores como [Antonio] Santamarina y señoras de la sociedad, deberíamos haber sospechado que algo estaba funcionando mal".
Ernesto Sábato.


"Había dos países en octubre de 1945: el país elegante y simpático con sus intelectuales y su sociedad distinguida sustentada en su clientela ‘romana’ y el país de ‘la corte de los milagros’ que mostró entonces toda su rabia y toda su fuerza. ¡Nueve días que sacudieron al país! ¡Nueve días en que la verdad se desnudó! ¡Nueve días que cierran una época e inauguran otra! (…) Desde luego, el odio no es el único ingrediente del peronismo pero es el fundamental, el cemento que aglutinó a las masas en torno a Perón".
Emilio Hardoy, dirigente conservador.


"El malón peronista con protección oficial y asesoramiento policial que azotó al país, ha provocado rápidamente – por su gravedad – la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la república en millares de protestas. (…) Se plantea así para los militantes de nuestro partido una serie de tareas que, para mayor claridad, hemos agrupado en dos rangos: higienización democrática y clarificación política. Es decir, por un lado barrer con el peronismo (…). En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo, hasta su aniquilamiento. Corresponde aquí también, señalar la gran tarea de limpiar las paredes y las calles de nuestras ciudades de las inmundas ‘pintadas’ peronistas. Que no quede barrio o pueblo sin organizar las brigadas de higienización democrática (…) reclamando la acción coordinada y unánime contra el peronismo y sus hordas. PERÓN ES EL ENEMIGO NÚMERO UNO DEL PUEBLO ARGENTINO".
Declaración del Partido Comunista argentino, 21 de octubre de 1945. "El peronismo: sus causas". Rodolfo Puiggrós.


"Américo Ghioldi llegó, incluso, a definir como “fascistas” a las multitudes movilizadas y a calificarlas como “bandas provenientes de las barriadas fangosas de Avellaneda y Berisso”


Las muchedumbres agraviaron el buen gusto y la estética de la ciudad, afeada por su presencia en nuestras calles. El pueblo las observaba pasar, un poco sorprendido al principio, pero luego con glacial indiferencia.”
Diario Crítica, 17 de octubre de 1945


“El 17 de octubre fue preparado por la Policía Federal y la Oficina de Trabajo y Previsión, convertida en una gran máquina de propaganda tipo fascista…
Unión Cívica Radical.


“Pero también se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo de vanguardia del presunto orden peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la ciudad no representan a ninguna clase de la sociedad. Es el malevaje reclutado por la Secretaría de Trabajo y Previsión para amedrentar a la población.
Orientación, diario del Partido Comunista.


"No sólo por los bombos, platillos, triángulos y otros improvisados instrumentos de percusión (esa gente) me recuerda las murgas de carnaval, sino también por su indumentaria: parecen disfrazados de menesterosos. Me pregunto de qué suburbio alejado provienen esos hombres y mujeres casi harapientos, muchos de ellos con vinchas que, como a los indios de los malones, les ciñen la frente y casi todos desgreñados.
María Rosa Oliver, escritora del grupo "Sur" y camarada de ruta del partido comunista.


"El malevaje peronista, repitiendo escenas dignas de la época de Rosas y remedando lo ocurrido en los orígenes del fascismo en Italia y Alemania, demostró lo que era, arrojándose contra la población indefensa, contra el hogar, contra las casas de comercio, contra el pudor y la honestidad, contra la decencia, contra la cultura entregó las calles de la ciudad al peronismo bárbaro y desatado".
Partido Comunista.


No es necesario aclarar ya que el antimayoritarismo nunca pudo derrotar electoralmente al peronismo, por lo que tuvo que apelar a la violencia y al golpe de estado, a la proscripción electoral junto con una larga represión tanto física como simbólica contra los adherentes de ese movimiento popular. No obstante lo cual, la versión político-militar de aquel movimiento antimayoritario terminó entregándole el gobierno nuevamente en 1973 al peronismo luego de las elecciones generales de ese año.


Peronismo, yrigoyenismo, son lo mismo, son todos de la misma calaña...

Ya vimos las grandes coincidencias entre las calificaciones y descalificaciones de los oficialismos de ámbos períodos, pero lo mismo puede verse al repasar lo que se decía a principios del siglo pasado con relación al yrigoyenismo y sus seguidores:


Aparecieron en manadas los radicales del Parque, surgieron “dotores y más “dotores”, cuyas melenas cortadas en el cogote a filo de navaja y los cuellos altos, no siempre limpios, denunciaban larga ascendencia de pañuelo al cuello y pantalón bombilla. Las chinas, pintadas de albayalde, trepadas a sus tacones Luis XV, decoraban las antesalas y repartían miradas tropicales entre la canalla ensoberbecida, candombe peor que de negros, de mulatos. Color chocolate en los rostros y color chocolate en las conciencias”.
Valenti Ferro, Enzo. “Qué quieren los nacionalistas”, Bs As, 1933.


El espectáculo que presentaba la casa de gobierno...era pintoresco y bullicioso. Como en un hormiguero, la gente, en su mayoría mal trajeada, entraba y salía hablando y gesticulando con fuerza. Un ordenanza me condujo a la sala de espera... Vi allí un conjunto de personas de las más distintas cataduras: una mujer de humilde condición con un chiquillo en los brazos, un mulato en camiseta, calzado con alpargatas, que fumaba y escupía sin cesar, un señor de edad que parecía funcionario jubilado, dos jóvenes radicales que conversaban con vehemencia de política con un criollo medio viejo de tez curtida, al parecer campesino, por su indumentaria y su acento”.
Ibarguren, Carlos, “La historia que he vivido”, Bs As, EUDEBA, 1969, pág. 300.


“Ya por entonces el Congreso estaba lleno de chusma y guarangos inauditos. Se había cambiado el lenguaje parlamentario usual, por el habla soez de los suburbios y los comités radicales. Las palabras que soltaban de sus bocas esos animales no habían podido ser dichas nunca ni en una asamblea salvaje del Africa o del Asia. En el Congreso ya no se pronunciaban discursos, sino que se rebuznaba y la barra secundaba los actos de su amigos”.
Bosch, Mariano “Historia del partido Radical”, BsAs, pág . 214


Hubo el encumbramiento por el favor presidencial de los elementos más inferiores de la sociedad... En realidad, una verdadera turba allí acampada, en espera permanente del beneficio, la dádiva, el empleo prometido... Fue un pronunciamiento de la plebe, de la masa popular desheredada.”
Pinedo, Federico (abuelo del actual diputado del PRO), “En tiempos de la República”, Edit. Mundo Forense, Bs As, 1946, pág. 40.

Textos extractados de "La Causa Radical contra El Régimen Conservador (1850-1928)" Norberto Galasso.


“Este hombre (Yrigoyen) no tiene energías, ni tiene voluntad, tiene una obstinación, un deseo de decidir el voto de los electores por medio de favores, servicios, prebendas y promesas, se puede llegar a situaciones insostenibles. Hay una clase de parasitismo populachero, que es insaciable… Todo esto prepara situaciones sociales realmente pavorosas, tan serias y tan complicadas, que muchas veces imponen la necesidad de apelar a recursos extremos…”
Nicolás Repetto, legislador socialista, en la Cámara de Diputados.


Yrigoyen significó un anacronismo, un paso atrás hacia la barbarie y un ultraje a la cultura alcanzada. Fue la invasión del bajo fondo en su parte enferma al poder, el fandango de la cocina instalada en la sala, el asalto a las arcas públicas por todo género de delincuentes, la humillación de toda manifestación de cultura por la hez del conventillo…
Una horda, un hampa había acampado en las esferas oficiales y plantado en ellas sus tiendas de mercaderes, comprando y vendiéndolo todo, desde lo más sagrado hasta el honor de la Patria… La época yrigoyenista ha pasado ya vomitada por el pueblo al gheto de la historia.”
Discurso de Sánchez Sorondo en 1930, luego del derrocamiento de Yrigoyen.


El dictador Uriburu saludando a la multitud
luego de derrocar al presidente Yrigoyen
Se han resucitado las prácticas de la mazorca llevando el terror a todas partes… El pueblo creyó en su caudillo con fe ciega. Y no vio nada, no vio la Patria… El líder pudo convivir con todos y vibró con unos pocos, con los peores… Por eso ha terminado solo, absolutamente solo”.
Extractado de Revista El Hogar de 1930, luego del derrocamiento de Yrigoyen.





Veamos ahora un breve y esclarecedor video sobre este período de nuestra historia.

Argentina: gobierno radical (1916-1930).



Vemos aquí nuevamente la apelación del antimayoritarismo a la violencia política y la proscripción del oficialismo, en este caso el yrigoyenismo, para conquistar el gobierno.
Para darle un marco teórico que explique mejor estas coincidencias en lo que los integrantes de la “intelectualidad” del antimayoritarismo piensan de los diferentes movimientos populares mayoritarios y sus simpatizantes en todas las épocas, veamos un extracto del siguiente análisis:


La racionalidad en política.
Racionalidad tradicionalista. Hay grupos políticos que practican una racionalidad tradicionalista, basada en la costumbre, que en los hechos lleva a la inmovilidad política, económica y social. De tal modo, se desechan los posibles cambios, porque se supone que sus resultados llevarían a una situación peor que la actual. En realidad se trata de impedir que cambien las relaciones de poder en una sociedad. Es la política de las viejas oligarquías y del establishment, cuyo eslogan podría ser la ironía del político francés Edgar Faure: “El inmovilismo está en marcha y ya nada podrá detenerlo”; para comprobarlo, en nuestra situación actual basta con recordar la racionalidad tradicional neoliberal que practica la mayoría de la oposición argentina.

Racionalidad emocional. En política, la racionalidad emocional es la que se determina por los amores y odios. Suele surgir cuando un grupo social que ha dominado a través de la historia, siente que está perdiendo su hegemonía política. Entonces se exacerban los instintos primarios, tales como la conservación y la apropiación; de ellos resultan dos fuertes sentimientos: el miedo, que es defensivo, y la cólera, que es agresiva. De allí que el debate político pueda ponerse agresivo. En el caso argentino muchos se niegan a pensar en nombre de un  prejuicio, como lo señalo Horacio González; y mal se puede razonar si no se piensa.
Esta racionalidad emocional ha derivado en una irracionalidad política, que se parece al masoquismo. Una parte de la población obra en contra de sus propios intereses económicos, sea porque se encierra en sus prejuicios o porque es víctima de una psicosis masoquista.
En la Argentina, en el último decenio se duplicó el número de integrantes de la clase media, según cálculos del Banco Mundial. Ahora ocurre que la preocupación de muchos de ellos es diferenciarse de las clases populares a las que pertenecían hasta hace muy poco; y que en muchos casos apoyan a partidos políticos opositores, que si pudieran los expulsarían de su situación actual. ¿No se dieron cuenta que ascendieron a los consumos de la clase media gracias a la política económica aplicada; y que si el establishment volviera a gobernar descenderían con violencia en la escala social, como ya ocurrió cada vez que cayeron gobiernos peronistas? No se hagan ilusiones: su situación no es irreversible. Con el agravante de que el establishment tomará todas las medidas para intentar no perder nunca más el poder político.

En particular, este fenómeno es observable en el comportamiento reaccionario de la oposición, que instala vía sus comunicadores, sus especialistas, sus referentes, la idea de irracionalidad de toda política nacional que defienda los intereses populares. Transforma su racionalidad parcial en la Razón sin más, y vemos como en el campo simbólico “civiliza” sus objetivos de clase a través de la universalización forzada (lo que es bueno para mi interés egoísta en bueno para todos); “barbariza” todo otro objetivo incompatible (las políticas populistas nos llevan al desastre, financian vagos, estamos fuera del mundo, según dicen).


Para finalizar, podemos concluir que el movimiento antimayoritarista o antimayoritarismo argentino goza de buena salud, que sus principios y postulados siguen siendo los mismos, pero sus métodos ya no lo son, la violencia y los golpes de estado que utilizó en otros años hoy en día son reprobados por las grandes mayorías, aunque no por minorías encapsuladas de la sociedad, las que resaltan en cada manifestación callejera opositora o en los foros virtuales de los diarios, revistas y blogs opositores. Sin embargo, muchos de los argumentos y descalificaciones más elaboradas dirigidos contra los movimientos mayoritarios gobernantes y sus seguidores en las épocas analizadas aquí, podemos verlos resurgir actualmente, y no sólo en boca de "la gente" en las marchas o cacerolazos opositores sino, principalmente, en los medios hegemónicos.
Es que hoy vemos que el antimayoritarismo actual está encarnado en los factores de poder permanente y sus medios de difusión (como antes, como siempre), además de en los partidos opositores que intentan aliarse bajo ese paraguas mediático corporativo, y están ávidos de derrotar al oficialismo actual de manera concluyente, de modo de que no vuelva al poder nunca más. Incluso ponen más empeño en esta tarea destructora que en generar un proyecto alternativo de poder que seduzca a los votantes no oficialistas (otra notable coincidencia histórica con sus antecesores). Es evidente que el temor a que esta operación no resulte atiza el lenguaje más violento; la desesperación de no encontrar los medios democráticos adecuados para forzar la salida del oficialismo del poder evoca argumentos u operaciones mediáticas cada vez más estrambóticas, falibles, de corto plazo y muchas veces contraproducentes.

Como hemos visto, este movimiento político, el antimayoritarismo, sigue vigente hoy en día, y nos atrevemos a afirmar aquí que seguirá vigente siempre que un verdadero movimiento popular logre llegar al gobierno e intente conseguir el poder para defender los intereses mayoritarios de la población (como lo hicieron el yrigoyenismo, el peronismo y el kirchnerismo) lo que se suele denominar, desde siempre, el "bien común".



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