Empecemos por ver qué argumenta un historiador como Luis Alberto Romero:
¿Son realmente nuestras las Malvinas?
El Gobierno acaba de convocar a la unidad nacional por las Malvinas. Afortunadamente, en tren de paz. Pero es imposible no recordar la convocatoria, treinta años atrás, a una "unión sagrada" similar, que no apela al debate y los acuerdos sino al liderazgo autoritario y a la comunidad de sentimientos. Otra vez, los argentinos se ven en la disyuntiva de aceptarla o ser acusados de falta de patriotismo.
En este revival hay algo profundamente preocupante.
Romero inicia su texto con una artera falacia, la que tiñe de sangre desde el comienzo la lógica y pacífica reivindicación de los derechos argentinos que esgrime el gobierno nacional (a lo que está obliado por un mandato textual de la Constitución Nacional), al igualarla con la aventura suicida de una dictadura atroz, a la que La Nación apoyó en su momento.
Luego dice Romero:
En 1982 hubo quienes reprocharon a los militares el haber ido a la guerra. Pero la mayoría solo les reprochó el haberla perdido. Creo que el ánimo mayoritario no ha cambiado.
Paradójica afirmación de un historiador “científico”, quien habla de “mayoría”, sin mencionar cifras de encuestas o estimaciones serias, ni tampoco relativiza esa supuesta opinión mayoritaria bajo una dictadura caracterizada por la censura, el ocultamiento de la verdad y la desinformación (que La Nación misma contribuyó a mantener). Y descarrila finalmente al afirmar que el “ánimo mayoritario” no ha cambiado desde entonces… ¿Piensa el historiador que la mayoría de los argentinos está dispuesto a ir a la guerra por las Malvinas? ¿Cuáles son las encuestas que demuestran eso?
Y pasa luego a poner en duda los derechos soberanos argentinos sobre las islas de esta manera:
La convicción de que la Argentina tiene derechos incuestionables sobre esa tierra irredenta está sólidamente arraigada en el sentido común y en los sentimientos. No es fácil animarse a cuestionarlos públicamente.
La argentinidad de las Malvinas, menos alegada en el siglo XIX, ha sido afirmada en el siglo XX en todos los ámbitos, comenzando por la escuela. (…) Es necesario revisar las premisas, si no queremos repetir las conductas, como parece que estamos a punto de hacerlo. (…) Es cierto que la Argentina tiene sobre Malvinas derechos legítimos para esgrimirlos en una mesa de negociaciones con Gran Bretaña. Pero no son derechos absolutos e incuestionables. Se basan en premisas no compartidas por todos. Del otro lado argumentan a partir de otras premisas. Si creemos en el valor de la discusión, debemos escucharlas.
Aquí es donde Romero tuerce el camino tomado por el debate actual sobre Las Malvinas. El gobierno no está debatiendo la soberanía con Gran Bretaña, sin que está tratando de que Gran Bretaña abandone su posición autoritaria y obedezca la Resolución 2065 de la ONU y se siente a negociar con Argentina sobre el destino de las islas. Romero en cambio se pone a cuestionar los derechos soberanos argentinos y así desligitima la mesa de negociaciones propuesta por la ONU. Romero toma los argumentos británicos y aunque dice que debemos escuchar las razones británicas, asume las mismas y relativiza las argentinas:
Luego de 1810, lo que sería el Estado argentino prestó una distraída atención a esas islas, que los ingleses ocuparon por la fuerza en 1833. De esa ocupación quedó una población, un pueblo, que la habita de manera continua desde entonces: los isleños o falklanders , incluidos en la comunidad británica. En ese sentido, Malvinas no constituye un caso colonial clásico, del estilo de India, Indochina o Argelia, donde la reivindicación colonial vino de la mano de la autodeterminación de los pueblos. En Malvinas nunca hubo una población argentina, vencida y sometida. Quienes viven en ella, los falklanders, no quieren ser liberados por la Argentina.
Me resulta difícil pensar en una solución para Malvinas que no se base en la voluntad de sus habitantes, que viven allí desde hace casi dos siglos. Es imposible no tenerlos en cuenta, como lo hace el gobierno argentino.
En tiempos prehistóricos -se cuenta- los hombres elegían su pareja, le daban un garrotazo y la llevaban a su casa. En etapas posteriores los matrimonios se concertaban entre familias o Estados. Hoy lo normal es una aceptación mutua, y eventualmente el cortejo por una de las partes. Hasta ahora intentamos el matrimonio concertado, y probamos con el garrotazo. No hemos logrado nada, salvo alimentar un nacionalismo paranoico de infaustas consecuencias en nuestra propia convivencia. Queda la alternativa de cortejar a los falklanders . Demostrarles las ventajas de integrar el territorio argentino. Estimularlos a que lo conozcan. Facilitarles nuestros hospitales y universidades. Seguramente a Gran Bretaña le será cada vez más difícil competir en esos terrenos. Durante varias décadas, la diplomacia argentina avanzó por esos caminos. Había aviones, médicos y maestros argentinos al servicio de los isleños. Probablemente hubo avances, en un cortejo necesariamente largo. Pero en 1982 recurrimos al garrotazo. Destruimos lo hecho en muchos años. Creamos odio y temor, perfectamente justificados. Perdimos las Malvinas.
Romero claramente se hace cargo de los “deseos de los isleños” y propone cortejarlos. Coloca a los “kelpers” en un plano de igualdad con Argentina, como la contraparte del gobierno argentino, precisamente lo que pretende Gran Bretaña. Página aparte merece la aberración de su mención estrambótica de la supuesta manera de elegir pareja mediante un garrotazo en tiempos prehistóricos (más cercano a la leyenda urbana que a lo fáctico): algo objetable en un estudiante de ciencias sociales pero insólito en un historiador profesional…
Y Romero finaliza su artículo proponiendo:
Hoy debemos resignarnos a esperar que las heridas de los falklanders se cierren. Pero también necesitamos un trabajo de introspección, para expurgar nuestro imaginario del nacionalismo enfermizo y construir un patriotismo compatible con la democracia institucional.
Queda claro así que la solución de la controversia se reduciría a cortejar a los isleños británicos, a quienes llama "falklanders" y no malvinenses, tomando explícito partido por la posición británica, (quizás proponga cortejarlos con ositos Winnie Pooh como intentó Menem en los 90) olvidando todo lo actuado en la ONU durante 46 años. Como vemos, una posición muy seria…
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Analicemos ahora lo que opina al respecto la socióloga Sylvina Walger:
Por favor, dejemos en paz a esos isleños.
Sorprende que la actual dirigencia argentina no conozca la diferencia entre ganar o perder una guerra. Las guerras se ganan o se pierden, no hay intermedio.
Al perdedor no le caben las protestas sino someterse, rehacerse y recurrir a un diálogo inteligente y no agresivo.
En 1871 la Alemania imperial de Bismarck manoteó los territorios franceses de Alsacia y Lorena. El nacionalismo malsano que desarrollaron ambas potencias desembocó en la tragedia de la Primera Guerra Mundial con la previsible derrota de Alemania. En 1940, durante el Tercer Reich, los territorios volvieron a ser anexionados por Hitler, hasta que en 1944 los ejércitos aliados las recuperaron para Francia. A Ángela Merkel no se le ocurre reclamárselas a Francia.
Lo que sorprende aquí es que una socióloga no sepa que después de la Segunda Guerra Mundial se creó la ONU, justamente para tratar allí los diferendos entre países miembros y evitar los conflictos para mantener la paz. Para Walger nada ha cambiado en el mundo desde la Alemania de Bismarck hasta la Argentina de la Presidenta Fernández o la Gran Bretaña del Primer Ministro Cameron. Tampoco sabe esta renombrada socióloga que en la ONU no hay reclamo presentado ni controversia entre Alemania y Francia por los territorios de Alsacia y Lorena pero sí muchos reclamos de Argentina a Gran Bretaña por las Islas Malvinas.
Y agrega Walger:
Sorprende también que ningún opinador oficial o la misma Presidenta no se hayan molestado en ojear la historia inglesa y comprender cómo llegaron a ser un Imperio.
Hay que aclararle a la licenciada Walger que llegaron a ser imperio a través de la guerra, no de la negociación. Pero ella en cambio debe repasar historia británica desde 1945 hasta el presente, cuando el otrora imperio decae aceleradamente, se desgaja, pierde sus colonias, pierde poder económico y político a nivel mundial, entra en los últimos años en una crisis económica que no se sabe hasta dónde lo llevará… pero mantiene el poder simbólico-ideológico de su palabra imperial en muchas mentes colonizadas de muchos países…
Después afirma insólitamente:
El ajuste "griego" que la Argentina ha comenzado a aplicar (…) No debería sorprender entonces el renacer de la causa Malvinas aunque no me queda claro si huele a ignorancia o a desesperación.
Semejante aseveración ni merece una respuesta, por lo absurda e ignorante de nociones de economía básica al tratar de igualar las situaciones económicas actuales de Grecia y Argentina, cuando es evidente que en los hechos son opuestas.
Y finaliza Walger:
Los ingleses pueden ser piratas, colonialistas y hasta bastante racistas todo lo que se quiera, pero nunca cobardes. No sé si de otros se puede decir lo mismo
Por favor, dejemos en paz a esos isleños que tienen muchas más posibilidades que nosotros de llegar a ser un país en serio.
Confieso que no alcanzo a comprender su propuesta final: ¿somos cobardes por no atacar nuevamente las islas? ¿debemos dejar tranquilos a los isleños porque son serios y nosotros no? ¿o somos tan bárbaros y grotescos como para administrar las islas que mejor debemos dejárselas a esos serios piratas racistas gobernados por Cameron?
Quizás una poderosa animadversión o rencor hacia el gobierno o la presidenta argentinos nubla la razón de Walger y la hace confundir las nociones de “estado” con “gobierno” o “kirchnerismo” y “peronismo” con “nación”.
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Sigamos ahora con la opinión de otro columnista de La Nación:
Dice Joaquín Morales Solá:
La diferencia entre la democracia y la dictadura.
En los últimos tiempos se dedicó a aislar a los habitantes de las Malvinas. Consiguió primero un compromiso de los países del Mercosur de que no recibirán en sus puertos a barcos con bandera de las islas.
Por esos mismos días, el primer ministro británico, David Cameron, señaló ante el Parlamento que su gobierno está dispuesto a emprender negociaciones con la Argentina por la explotación petrolera, por la pesca y por las comunicaciones. El propio canciller británico, William Hague, precisó en estos días que "Gran Bretaña está abierta al diálogo con la Argentina", y volvió a establecer los temas por debatir: "La administración conjunta de las poblaciones ictícolas, la exploración de hidrocarburos y las comunicaciones". Hay caminos, entonces, hacia una distensión.
Aun así, un acuerdo con la Argentina por el petróleo no es una cuestión menor para los británicos. La exploración y explotación de combustibles en el mar de las Malvinas es una empresa muy cara, porque siempre deberá hacerse bajo el mar profundo. Las necesarias inversiones serán más fáciles en la medida en que el contencioso entre Gran Bretaña y la Argentina por esos territorios y por esas aguas esté, al menos, moderado por la negociación o los acuerdos. Lo mismo, aunque con menor intensidad, sucede con la pesca. La Argentina podría sacar sus propios beneficios económicos y diplomáticos.
Pero esto, que puede considerarse un logro de la diplomacia argentina y que debilita la posición británica sobre el diferendo, para Morales Solá no es un avance sino que insiste en poner de relieve el remanido argumento de la diplomacia de la corona sobre los “deseos de los isleños”:
Los isleños son todo para el discurso británico y no son nada para la retórica argentina. Un punto intermedio debería encontrarse. Guste o no, esos datos del pasado, esas emociones dentro de las razones, también existen.
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Y finalmente al acercarse el 30º aniversario de la guerra de Malvinas, un grupo de intelectuales sacará un documento con una propuesta alternativa a la posición nacional. Según los trascendidos en La Nación, dicho documento versará sobre lo siguiente:
Con el título "Malvinas, una visión alternativa", el documento llevará las firmas de los intelectuales Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Santiago Kovadloff, Rafael Filippelli, Emilio de Ipola, Vicente Palermo, Marcos Novaro y Eduardo Antón; de los periodistas Jorge Lanata, Gustavo Noriega y Pepe Eliaschev; de los historiadores Luis Alberto Romero e Hilda Sábato; de los constitucionalistas Daniel Sabsay, Roberto Gargarella y José Miguel Onaindia, y del ex diputado nacional Fernando Iglesias.
En el mismo sentido se expresó ayer Iglesias:"Es injusto ignorar a los kelpers; no se les puede imponer una nacionalidad ni una soberanía. Además, es estúpido, porque nos conviene más negociar con los isleños que con Inglaterra ".
En línea con Romero y con Iglesias, Novaro sostuvo que el enfoque que debe primar con respecto al reclamo por soberanía "no puede desconocer los intereses ni los deseos de los isleños".
Eliaschev, por su parte, dijo que uno de los puntos que unieron a este grupo de intelectuales fue su postura sobre los derechos de los kelpers . "No hay salida posible sin que se consideren los intereses de las personas que desarrollaron sus vidas en las Malvinas. Son seres humanos a los que hay que respetarles sus derechos", dijo, y exigió que el Gobierno atienda esta cuestión.
Según el jurista Sabsay Para el constitucionalista, "hay que desmalvinizar la agenda pública y cambiar la estrategia dominante, que en 30 años no le dio nada a la Argentina".
Como vemos, los argumentos no varían mucho de lo expresado en los artículos analizados: ya que Argentina ha recuperado terreno en la discución con su contraparte, perdido luego del retroceso debido al conflicto armado de hace treinta años, y ahora que la diplomacia del gobierno de Cameron está a la defensiva debido al abrumador apoyo internacional a la posición argentina, estos pensadores proponen abandonar esta estrategia exitosa y aceptar el principal argumento británico (además de la ocupación de facto de las islas) y de esta manera retroceder décadas en la negociaciones…
Ahora bien, estos artículos (y el relato esbozado en los medios hegemónicos) distorsionan realmente el debate, ensucian las razones de la controversia tratada en el marco de la ONU entre Argentina y Gran Bretaña (que es donde debe discutirse el conflicto) porque hacen foco en un tema accesorio, no pertinente de la discución y ocultan que lo que Argentina está solicitando es que Gran Bretaña acate las resoluciones de las Naciones Unidas, no que acate los deseos de nuestro país. No se trata de un capricho de un gobierno autoritario sino de resoluciones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, el máximo organismo multilateral. Por eso, para no perdernos en debates inconducentes, repasemos brevemente la historia del conflicto y aclaremos de esta manera de qué estamos hablando:
Ateníendonos a las normas y princípios internacionales debemos decir que Argentina ejerció históricamente actos de jurisdicción categóricos como titular del dominio de los territorios de las islas.debido al derecho de sucesión que le corresponde como sucesor del Virreynato del Río de la Plata. En ese sentido nuestros gobiernos ejercieron ese dominio. Por ejemplo, en 1820 nuestro país notificó a los buques que se hallaran en aguas cercanas a las islas que Argentina encontraba en posesión formal y efectiva de las islas y que por lo tanto las mismas se encontraban bajo la éjida de las leyes argentinas en cuanto a temas como la pesca y la caza, lo que se vió reflejado en la prensa de Gran Bretaña y Estados Unidos, sin recibir ninguna protesta. En 1823 se designó gobernador a don Manuel Areguati y se concedieron tierras para explotación a Luis Vernet y Jorge Pacheco, quienes llevaron a varias familias, las que se radicaron definitivamente en 1826. Y en 1828 se otorgaron a Vernet más concesiones, esta vez en la isla Malvina Oriental.
En 1833 Gran Bretaña desaloja violentamente a los argentinos residentes, arriando la bandera argentina y usurpando ese territorio argentino. Esta acción elimina el argumento británico basado en el derecho de autodeterminación de los habitantes de las islas, incluído en la resolución 1514 de las Naciones Unidas, que acordó a los pueblos coloniales el derecho de independizarse de los Estados colonialistas. Esa resolución sólo se aplica a los casos de pueblos ocupados por otro país, que no es el caso de Malvinas, ya que Gran Bretaña procedió a expulsar a los habitantes originales que residían en las islas, que eran ciudadanos argentinos y los reemplazó por súbditos de la corona. Más aún cuando el principio de autodeterminación no es aplicable cuando afecta la integridad territorial de un país, en este caso Argentina.
También conviene hacer algunas precisiones históricas sobre los reclamos ante la ONU.
La primera reserva argentina en las Naciones Unidas sobre sus derechos en las Malvinas fue presentada el 23 de mayo de 1945, cuando se realizaba el debate sobre fideicomiso en la reunión de IV Comité de la Asamblea General de la Conferencia de San Francisco,
En las dos primeras sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1946 la Argentina expuso sus derechos inalienables a las Malvinas y que no reconocía la soberanía británica sobre ellas. El Reino Unido replicó no reconociendo la soberanía argentina sobre las islas.
De acuerdo a la Resolución 66/1 de la Asamblea General de la ONU del 9 de febrero de 1946, fue confeccionada una lista de territorios no autónomos, cuyo futuro depende del deseo de los habitantes de esos territorios, reconociéndoseles el derecho de autodeterminación.
El Reino Unido inscribió en 1946 a las islas en esa lista, en consecuencia, la ONU considera al Reino Unido como el "poder administrador" de las islas, obligado a someter regularmente los informes a que se refiere el artículo 73 (e) de la carta de la ONU.
La Argentina hizo reserva de sus derechos y los reitera cada vez que el Reino Unido presenta los informes. Entre 1947 y 1963 el gobierno argentino efectuó 28 reservas.
El 16 de diciembre de 1965 la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución 2065 (XX). La resolución fue aprobada por 94 votos a favor, ninguno en contra y 14 abstenciones (Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Islandia, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Sudáfrica, Suecia, Reino Unido, Estados Unidos y Australia).
La Argentina consiguió con la declaración que las Naciones Unidas tomaran injerencia en la Cuestión de las Islas Malvinas, reconocieran la existencia de una disputa de soberanía, supeditasen la solución del problema a negociaciones entre los dos países teniendo en cuenta los intereses de los isleños, dejando de lado el principio de libre determinación exigido por la Resolución 1514 (XV), pues no se pidió al Reino Unido que otorgase la independencia a las Malvinas o tenga en cuenta los deseos de los isleños.
El 18 de marzo de 1966 una circular informativa de la Secretaría General de las Naciones Unidas comunicó a los miembros de la ONU que a partir de esa fecha, la denominación de las islas en los documentos oficiales del organismo sería, "Falkland (Malvinas)" en los documentos en inglés y "Malvinas (Falkland)" para los documentos en castellano.
La resolución fue ratificada en 1973 por la Resolución 3160, XXVIII, con 116 votos a favor, 14 abstenciones y ninguno en contra, En 1976 La Resolución 31/49 ratificó las anteriores y agregó:
(...) insta a las dos partes a que se abstengan de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación mientras las islas estén atravesando por un proceso recomendado en las resoluciones arriba mencionadas (...)
Ese agregado motivó a que el Reino Unido votara en contra, siendo aprobada por 102 votos, con 32 abstenciones.
Además, en lo que respecta a las partes involucradas en la disputa de acuerdo a las Naciones Unidas debemos considerar lo siguiente:
Para la Argentina, los nativos de las islas son ciudadanos argentinos de pleno derecho que habitan una parte indivisible del territorio nacional que se encuentra ocupada ilegalmente por una potencia invasora, por lo tanto no puede aplicárseles el principio de autodeterminación, sino que corresponde aplicar el principio de integridad territorial del estado. El párrafo sexto de la resolución 1514 (XV) de la Asamblea de la ONU, sancionada el 14 de diciembre de 1960, establece que "todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente [...] la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas". Luego, en la resolución 2353 (XXII), del 8 de enero de 1968, la Asamblea ratificó que "toda situación colonial que destruye total o parcialmente [...] la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas".
De esta forma sólo habría dos partes en la disputa de soberanía, la República Argentina y el Reino Unido.
La Resolución 2065 (XX) instó a resolver la disputa a través de negociaciones, teniendo en cuenta los "intereses" y no los "deseos" de los isleños. De acuerdo con la resolución 1514 (XV) de 1960, la Asamblea General de la ONU la autodeterminación es la libre expresión de "la voluntad y el deseo" de los habitantes de un territorio sin autogobierno. La Argentina considera que no se reconoce derecho a la autodeterminación cuando se hace referencia a los "intereses" de los habitantes de las islas Malvinas y se recomienda que sean "tenidos en cuenta" por los dos países que se disputan la soberanía.
Para despejar dudas leamos directamente la resolución de la ONU que tiene plena vigencia:
RESOLUCION 2065 (XX) de la Asamblea General de las Naciones Unidas. CUESTION DE LAS ISLAS MALVINAS (FALKLAND ISLANDS)
La Asamblea General,
Habiendo examinado la cuestión de las Islas Malvinas (Falkland Islands)
Teniendo en cuenta los capítulos de los informes del Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales concernientes a las Islas Malvinas (Falkland Islands) y en particular las conclusiones y recomendaciones aprobadas por el mismo relativas a dicho Territorio.
Considerando que su resolución 1514 (XV) de 14 de diciembre de 1960, se inspiró en el anhelado propósito de poner fin al colonialismo en todas partes y en todas sus formas, en una de las cuales se encuadra el caso de las Islas Malvinas (Falkland Islands),
Tomando nota de la existencia de una disputa entre los Gobiernos de la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte acerca de la soberanía sobre dichas islas.
1. Invita a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales a fin de encontrar una solución pacífica al problema, teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la resolución 1514 (XV), así como los intereses de la población de las Islas Malvinas (Falklands Islands);
2. Pide a ambos Gobiernos que informe al Comité Especial y a la Asamblea General, en el vigésimo primer período de sesiones, sobre el resultado de las negociaciones.
1398a. sesión plenaria
16 de diciembre de 1965
En la ONU, Resolución 2065.
Ante este pedido expreso de 1965 de las Naciones Unidas, logrado por una gestión diplomática exitosa del gobierno radical del Presidente Illia, veamos ahora cuál es la posición del gobierno de la Presidenta Fernández, claramente explicada aquí por el ex canciller Taiana:
La justicia de nuestro reclamo fue reconocida por la comunidad internacional. Hace 42 años la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó, en 1965, la Resolución 2065 (XX) por la cual reconoció la existencia de la disputa de soberanía en la Cuestión de las Islas Malvinas, definiéndola como una forma de “colonialismo” y recordó a sus dos partes la obligación de negociar, a la mayor brevedad, para encontrar una solución pacífica, teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas. No existe en la Cuestión Malvinas una población sometida o subyugada a un poder colonial sino un conjunto de súbditos británicos trasplantados con el ánimo de establecer una colonia: se trata de un territorio colonial y no de un pueblo colonizado.
Todas las resoluciones posteriores de Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos, así como otros foros internacionales, reiteran hasta hoy esa exhortación.
Reanudadas las relaciones diplomáticas en 1990, ambos países acordamos varios entendimientos provisorios, bajo fórmula de soberanía, sobre cooperación en aspectos prácticos en el Atlántico Sur para generar el marco propicio para reanudar las negociaciones de soberanía. Sin embargo, el Reino Unido continúa ejecutando ilegítimos actos unilaterales, bajo reiterada protesta argentina, que contrarían la cooperación convenida, el mandato de la comunidad internacional y nos alejan de la mesa de diálogo.
Como vemos, más allá de las argumentaciones periféricas y antojadizas analizadas, el debate sobre las Islas Malvinas debe basarse objetivamente en la solicitud de la ONU (en su resolución 2065) de que “los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte” establezcan una mesa de negociaciones para solucionar la controversia de soberanía que mantienen ambos, teniendo en cuenta “los intereses de la población de las Islas Malvinas” y no sus “deseos”. Cabe aclarar que Gran Bretaña no permite a ningún ciudadano argentino radicarse en las islas para que ho haya controversia alrededor de los deseos de esa población. Quien sostenga lo contrario estará enarbolando objetivamente los intereses y deseos coloniales de Gran Bretaña y no los de las Naciones Unidas, y menos aún los de Argentina.
Ante estos argumentos de ciudadanos argentinos avalando la antojadiza tesis británica de los deseos de los kelpers, se nos ocurre asimilarlos al hecho posible de que, en pleno verano, Argentina invada Punta del Este, eche a los pocos uruguayos que haya y postule luego que se trata de territorio argentino debido a que la población esteña tiene ciudadanía argentina… Entonces podríamos preguntarnos: ¿Es realmente uruguaya Punta del Este?
Más allá de la broma (no tanto) e independientemente de la factibilidad actual o futura de que Gran Bretaña acepte la soberanía argentina sobre el archipiélago (y de esta manera de su proyección sobre la Antártida) comparemos ahora los artículos analizados con estas opiniones de otros ciudadanos británicos y argentinos y saquemos nuestras propias concluciones:
El primer ministro británico Tony Blair duda de la soberanía británica sobre Islas Malvinas.
Les robamos las Malvinas y debemos devolverlas.
Sobre las Falkland. Por Richard Davies, consejero de las islas Malvinas.
Minería, Malvinas y el collar del perro.
(El debate continua aquí.)