"La tercera es la vencida", finalmente llegó
el día de la derrota final, ya no hay dudas… ¿De qué estamos hablando? Desde las conocidas usinas
antikirchneristas (medios hegemónicos), opositoras desde hace años, y de las
optimistas bocas de algunos políticos opositores se escucha que vivimos, ahora
sí, el largamente anunciado “Fin de Ciclo K”. No habiendo ya ningún apellido
Kirchner para ubicar en la fórmula presidencial del Frente para la Victoria, el
pueblo se conformará con elegir un binomio opositor para que gobierne el
próximo turno, sin importar el origen político-partidario que tenga.
Y ese mismo final de ciclo decantará,
suponen, en un gobierno opuesto 180° a las prácticas e ideología del
kirchnerismo gobernante.
Pero (desconfiado como siempre este Basurero ante los infalibles augurios
políticos habituales de los medios) siguiendo las sabias palabras de mi abuela que decía: "El que se quemó con leche, ve a una vaca y llora", me atrevo a preguntar ¿es eso tan así? ¿No será que puede pasar lo mismo que advertíamos en Basurero Nacional en aquel 2011 en
que se pronosticaba una segura derrota de la presidenta? Cuando afirmábamos que
ese “sorpresivo triunfo” kirchnerista sólo existió para quienes habían sufrido La basura en el ojo de la "opinión pública"...
Pero no nos adelantemos a los hechos,
repasemos los fríos números de la realidad política de esta década y analicemos
si ellos justifican los optimistas anuncios de un nuevo “fin de ciclo” para el
partido de gobierno.
Veamos algunos resúmenes de lo que se puede
leer en los medios especializados sobre el tema:
La revancha de las PASO y el armado de alianzas.
Por Fabián Bosoer
Vamos hacia un escenario bipolar, pero falta definir sus contenidos y
continentes.
La tendencia, habida cuenta de que ninguno de los probables candidatos
está en condiciones de aspirar a una mayoría en primera vuelta, es a la
configuración de una nueva bipolaridad entre las fuerzas que pretendan ganar
las elecciones. Algunos dibujan un polo “republicano liberal” y otro
“nacional-popular” o populista; otros, un campo peronista versus un campo no
peronista; y otros, un peronismo de centroderecha compitiendo con un peronismo
de centroizquierda con sus respectivas alianzas a uno y otro lado.
A su vez, la dinámica competitiva entre dos centros de gravitación
puede definir una bipolaridad centrífuga, si se forman dos coaliciones
confrontativas y discursos que busquen reforzar antagonismos, o una bipolaridad
centrípeta, si estas dos coaliciones deciden competir por el centro con
parecidos discursos, propuestas y campañas.
Prematuros.
Por Horacio Verbitsky
Los grandes diarios, las consultoras de opinión pública, los blogs políticos se desviven imaginando escenarios post kirchneristas. El oficialismo niega el cierre de la experiencia iniciada en 2003 y postula la prolongación del liderazgo de Cristina más allá de 2015. Una idea poco discutida es que por primera vez la presidencia se decidiría en una segunda vuelta.
Las especulaciones conceptuales y numéricas giran en torno de las posibilidades de Sergio Massa, Daniel Scioli, quien resulte portaestandarte del FAUNEN y Maurizio Macrì (se señala como principal incógnita si el alcalde porteño jugará solo o en alguno de aquellos agrupamientos, ya que con Massa tiene afinidad ideológica y con FAUNEN complementariedad territorial). Pero la experiencia de los 30 años de la democracia argentina induce a la cautela:
- En junio de 1982 ni siquiera se preveía una elección presidencial, mientras se libraban las batallas decisivas de la guerra con Gran Bretaña. Incluso después de la apertura electoral nadie hubiera imaginado la candidatura de Raúl Alfonsín. Su victoria recién pudo entreverse dos semanas antes de las elecciones de octubre de 1983.
- En junio de 1988 faltaba un mes para la designación del candidato justicialista en comicios internos y el abrumador favorito era el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Antonio Cafiero. Quien hubiera vaticinado entonces la presidencia de Carlos Menem hubiera recibido tantas pullas como el precandidato riojano por sus patillas extravagantes.
- En junio de 1998 Fernando de la Rúa era precandidato radical, pero no el favorito para el año siguiente. Menem aún creía posible la reelección y su partido tenía dos opciones con mayor atractivo popular que el avicultor de Villa Rosa: el gobernador bonaerense Eduardo Duhalde y el artista Ramón Ortega.
- Durante la crisis de diciembre de 2001, ni siquiera Néstor Kirchner soñaba con enredarse en la banda presidencial y juguetear con el bastón de mando el 25 de mayo de 2003.
- En junio de 2006 se daba por descontada la reelección de Kirchner. La primera mención a una candidatura de su esposa se produjo recién ese mes en esta página, como una posibilidad con la que recién comenzaba a fantasear Kirchner.
Es decir que salvo las reelecciones de Menem en 1995 y de CFK en 2011, ninguna de las fórmulas triunfantes había sido prevista un año y medio antes de asumir el mando. Esto alcanza para decir que cualquier pronóstico para 2015 es ocioso y prematuro.
Nota completa
Nota completa
El kirchnerismo y el mapa peronista.
Desafíos y dilemas camino a las elecciones presidenciales de 2015.
Por Ricardo Rouvier
Desde lo partidario, el peronismo es una federación de partidos
provinciales, con una jefatura nacional que lo unifica y que resume en una sola
mano: la dirección política y la dirección del Estado. En este punto, el
kirchnerismo ha mantenido el congelamiento del PJ y ha generado una alternativa
frentista como el FpV, que tampoco muestra dinamismo. También ha generado
nuevas superestructuras de representación fuera de los partidos, privilegiando
el trasvasamiento generacional, y en disputa, sin debate ideológico, con la
vieja guardia peronista.
Por último, está el espacio social del pueblo o sociedad civil.
¿Cuál es la incidencia de las fuerzas políticas en el pueblo? ¿Cuánta
voluntad popular hay debajo de lo nominado como pueblo en momentos fríos de la
historia?
Aquí también el peronismo, históricamente, es el actor más importante,
inclusive el único, sobre todo en los sectores populares, en que la dinámica
política es protagonizada solamente por el internismo peronista. Desde hace
mucho tiempo, la política ha perdido clivaje en el pueblo, pero el peronismo
sigue siendo el menos débil.
Como vemos, los distintos espacios están atravesados por la impronta
peronista, que es el termómetro principal de toda la política.
El carácter fuertemente pragmático que tuvo y tiene el peronismo
explica esa afiliación al poder. Los dirigentes permanecen pero varían sus
orientaciones y marcan cada etapa desde la centroderecha menemista (se recuerda
el oxímoron: “Economía Popular de Mercado”) hasta la centroizquierda como es el
kirchnerismo, con el agregado de algunas izquierdas. Cuando le ha tocado ser
oposición, condiciona a los oficialismos, tiene capacidad de negociación y/o
coacción.
El peronismo es una expresión siempre abierta a las bifurcaciones; y
eso lo hace desde una cierta unicidad consensual dada por el persistente apoyo
popular.
Hay algo inexorable que el kirchnerismo debe comprender y elaborar, no
hay ningún candidato que pueda homologar a los fundadores. Sí, el protagonismo
exclusivo de CFK establece el principal polo de poder para garantizar formas de
continuidad o aminorar el desvío.
Considerando la última elección, el voto peronista estuvo dividido y
esto genera esperanzas al no peronismo. Las dos alternativas más importantes
con votos peronistas son: Daniel Scioli, que constituye el eje
continuidad-diferenciación respecto del gobierno y que marcha por adentro; y la
alternativa Sergio Massa, que es de clara diferenciación. En la actualidad, el
gobernador bonaerense es lo más competitivo que puede ofrecer el peronismo
kirchnerista. Por la otra, Massa expresa un neoperonismo; y la estrategia del
diputado es mantener la doble afluencia: el voto peronista y no peronista. Pero
hay un segmento peronista/kirchnerista creciente que quiere otro perfil
distinto a Scioli, y promueve otros candidatos.
El menemismo fue finalmente un epifenómeno del peronismo, el
kirchnerismo lucha por no serlo y por convertirse en el peronismo del siglo
XXI.
¿Como en el 2003?
El “congestionado” camino a las presidenciales, el problema de los
pronósticos tempranos y las continuidades en el sistema político argentino.
Por Luis Tonelli.
Siete candidatos por el oficialismo. Otros cuatro o cinco por FA-UNEN.
Dos muy importantes (Mauricio Macri y Sergio Massa) que se presentan, por
ahora, por su propia cuenta. Y quién sabe cuántos probarán suerte. El camino a
las presidenciales de 2015 aparece sumamente congestionado.
La novedad la da, sin embargo, el Frente para la Victoria como fuerza
política en el poder durante una década y de indudable ADN peronista. Pese al
verticalismo tradicional, esta vez no hay “sabio dedo” para ungir al heredero.
Y si se trata de auscultar lo que la “gente” quiere, lo cierto es que
el panorama se reduce en términos de posibilidades reales que tendrán los
candidatos, pero no tanto como otras veces. Las PASO que aparecen como
relevantes son, obviamente, las del Frente para la Victoria -y allí no hay
nadie que le haga sombra a Daniel Scioli-; las de FA-UNEN, con candidatos como
Hermes Binner, Ernesto Sanz, Julio Cobos; y las dos solitarias del PRO con Mauricio
Macri, y por supuesto, la del Frente Renovador, con Sergio Massa. El tigrense
picó en punta, pero se ha amesetado luego de un rápido ascenso acercándose al
resto del lote de competidores.
O sea, y tal como es tradición en la Argentina, faltando poco más de
un año para las presidenciales nadie puede pronosticar con algún viso de
realismo quién será su ganador, o incluso quiénes serán los finalistas. Ni
siquiera si va a ser necesaria la segunda vuelta, como ya están adelantando muchos.
Lo que sí llama tremendamente la atención es que el sistema político
sigue, en términos de su sistema de partidos, tan descalabrado como en el 2003.
En la primera vuelta de las presidenciales de ese año, Carlos Menem obtuvo 24,45%,
Néstor Kirchner 22,24%, Ricardo López Murphy 16,37%, Adolfo Rodríguez Saá
14,11% y Elisa Carrió 14,05%.
Si le pegamos una ojeada a lo que dicen las encuestas hoy, los
protagonistas cambian, pero los números no son muy diferentes entre los
competidores: nadie de los que hace punta, Massa o Scioli, supera los 30 puntos
de intención de voto. Los que los siguen, nadie supera los 20 puntos. Hay
multipolaridad, y no bipolaridad competitiva: todos contra todos. Como en 2003,
salvo en un detalle: en ese año se sabía que quien enfrentara a Menem en una
segunda vuelta iba a recibir el voto mayoritario de los que estaban contra el
riojano. Esta vez ni eso.
Más allá de si el Frente para la Victoria tiene chances electorales,
después del desgaste de diez años de gobierno, la muerte de Néstor Kirchner y
la imposibilidad de re-re-elección de Cristina Fernández, la decisión de la
Presidenta por ahora es no pasarle la posta a nadie en especial.
Y a pesar de todo lo que se dice y se va a decir (…) convendría sólo
por hipótesis -al no poder contar nadie con información fidedigna y concluyente-
considerar que CFK va a querer seguir gravitando en la política argentina y, si
puede, intentar volver en el 2019.
Si la chilena y muy cívica y republicana Michelle Bachelet lo hizo,
¿por qué no la velociraptor patagónico-platense? Máxime cuando Cristina
Fernández mira desde lo alto el panorama desolado argentino y brilla sola en el
firmamento político. No hay nadie en el oficialismo ni en la oposición que se le
acerque ni por lejos en densidad y capacidad política. Y esto tienen que
reconocerlo también los opositores.
Mientras tanto, un sistema de partidos que supo ser acusado de
“bipartidista” en los 90 -tal el eslogan de campaña del Frepaso por esos
tiempos- hoy sigue fragmentado y dominado por las candidaturas-personajes que
son las que inclinan la bandeja de mercurio que arrastra a los políticos
territoriales.
Todo el período de predominio kirchnerista puede entenderse no como
uno de preeminencia de una fuerza política sino como una etapa de predominio
político y electoral del Gobierno (o incluso de los gobiernos, provinciales y
municipales). En un contexto de fragmentación, quien ostenta los recursos
materiales y simbólicos que brinda el ocupar el Poder Ejecutivo da una ventaja
comparativa decisiva. Cosa que demuestra la tasa de reelección gubernativa y el
nivel de fragmentación de las fuerzas opositoras.
La recomposición del sistema de partidos sólo podrá darse cuando nadie
que no tenga una trayectoria en una fuerza política institucionalizada pueda
siquiera imaginar llegar a la Casa Rosada. Hoy, esto está bastante lejos de ser
así, y quién sabe si volverá algún día a serlo nuevamente.
Juegos de hegemonía política en la provincia de Buenos Aires.
(Columna de María Esperanza Casullo y Santiago A. Rodríguez.)
El hecho político electoral más relevante del año pasado fue, sin
duda, la victoria de Sergio Massa en “la provincia”. La pregunta es si esta
victoria marcará el fin de una hegemonía y el inicio de otra en la provincia de
Buenos Aires. Hay ciertos paralelos entre la elección del 2013 y la del 2005,
cuando el kirchnerismo venció al duhaldismo. Ciertamente, esta es la imagen que
el massismo quiere presentar: la fuerza de lo nuevo y lo joven derrotando
inapelablemente a un orden anquilosado. A su vez, antes el FPV había sido lo
nuevo y joven derrotando a otra “vieja” hegemonía peronista provincial,
encabezada curiosamente, por otro ex intendente.
¿Marca la victoria de Sergio Massa un cambio inexorable de hegemonía
como lo marcó para el duhaldismo la elección de 2005? ¿Es la victoria de Sergio
Massa una simple derrota para el FpV o marca el comienzo de un nuevo orden
político en la PBA? Comparando los resultados electorales de esos dos momentos
de presunto quiebre, vemos que la respuesta es “puede ser, y también lo
opuesto”.
El cambio de una hegemonía.
En el 2005, Néstor y Cristina Kirchner tomaron una decisión que
sorprendió a muchos: romper abiertamente con quien los había llevado al poder,
Eduardo Duhalde, y enfrentarlo en lo que hasta ese momento había sido su
bastión inexpugnable, la provincia de Buenos Aires. Este enfrentamiento puede
sintetizarse en quienes representaron este duelo en las urnas, Hilda “Chiche”
Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner como candidatas a senadoras
nacionales. La base de esta decisión (que muchos juzgaron suicida) estaba una
certeza: un gobierno argentino viable no podía admitir el poder de veto de un
liderazgo opositor en el Gran Buenos Aires, como el que Duhalde había tenido en
los últimos años de Menem y durante el gobierno de Fernando De la Rúa.
En el 2005, el FpV derrotó a Duhalde por 25 puntos de diferencia,
incluyendo una victoria en Lomas de Zamora, terruño del ex intendente y
gobernador. El duhaldismo nunca pudo recuperarse y, a partir de esta elección,
el kirchnerismo construyó una nueva hegemonía en la PBA.
Esto no significa que “la provincia”, un país dentro del país, haya
votado siempre unánimemente por el kirchnerismo. De hecho, desde el 2005 hasta
aquí la PBA le ha dado grandes victorias pero también grandes derrotas al
Gobierno Nacional.
La primera conclusión, analizando estos datos, es que el kirchnerismo
alternó victorias en la PBA con una derrota de medio término sin que esta
última resultara en un cambio de hegemonía permanente. De Narváez se dio el
gusto de ganarle una elección a diputados, nada más y nada menos, que a Néstor
Kirchner sin que ello derivara en cambios de fondo en la provincia. A fin de
ver si la victoria de Massa en 2013 tomará el camino de Cristina de Kirchner en
2005 o la de Francisco De Narváez en 2009, miremos algunos datos más detallados.
El primer dato es que la victoria de Massa en el 2013 fue inapelable y
se extendió a todos los extremos de la provincia. Sin embargo, el margen
obtenido fue de nueve puntos, menos de la mitad de la cifra por la que el FpV
derrotó al PJ (denominación que usó el duhaldismo) en 2005. Asimismo, el FpV
logró mantener algunos partidos clave en el suroeste del conurbano y en el
corazón agrícola de la provincia. En su primer elección al frente de su armado,
Massa no logró hacer que el FpV perforara su piso electoral, que fue igual al
obtenido en el 2009 (32%).
Observando todo el territorio, vemos que, aunque no puede dudarse de
la presencia del Frente Renovador, no se produjo (aún) la avalancha de
intendentes que muchos presagiaban desde el FpV al massismo (lo que los medios
llamaban “la garrocha”), y los que se sumaron, exceptuando Merlo, son de
localidades chicas. Es difícil calcular con precisión cuántos intendentes son massistas,
porque las marchas y contramarchas, así como los rumores periodísticos,
abundan. Calculamos que el massismo cuenta hasta hoy con 22 intendentes
propios, es decir, una cifra igual al de Frente Amplio UNEN.
Si Sergio Massa no logra sumar a su propuesta un número importante de
intendentes del FpV, y dado que el oficialismo parece tener un capital
asegurado de votos en torno al 30%, deberá necesariamente dirigirse a captar
intendentes de las opciones no peronistas.
Por qué el FPV tiene un piso electoral del 33%?
Apuntes sobre el escenario electoral: hegemonía oficialista y fragmentación opositora.
Más allá de las operaciones cotidianas realizadas por y en los medios
opositores destinadas a instalar candidatos afines a sus intereses ( no solo
opositores) bajo el formato de encuestas electorales imaginariamente
“objetivas”, lo cierto es que analizado el comportamiento electoral de la
sociedad argentina a partir del despliegue del proyecto kirchnerista se
observan en todas y cada una de las elecciones dos indicadores fuertes.
El oficialismo siempre ganó.
Nunca obtuvo menos del 33% de los votos más allá del tipo de elección,
parlamentaria o ejecutiva.
Así las cosas, sin especulaciones (respetabilísimas desde ya) típicas
de los opinólogos, tomando como referencia las últimas elecciones de octubre de
2013 y analizando la perspectiva histórica del comportamiento electoral en la
última década, se puede concluir que el FPV tiene un piso electoral de 33% de
votos nacionales y que, en sentido contrario, las opciones opositoras se
manifiestan fuertemente fragmentadas.
A tal punto llega la extensión del archipiélago opositor que en las
dos últimas elecciones nacionales, ejecutivas de 2011 y parlamentarias de 2013,
la segunda fuerza se constituyó en segunda minoría con apenas el 17% de los
votos, en 2001 fue el FAP y en 2013 el FR por el peso de su triunfo bonaerense
se colocó segundo en números de votos.
Nunca antes en la historia nacional, una segunda fuerza se constituyó
como tal con apenas el 17% de los votos, aún en setiembre de 1973 cuando Juan
Perón obtuviera el 61,8% de los votos, la fórmula Balbín- de la Rúa logró el
24,4% de los sufragios.
Es esta entonces la actual arquitectura electoral nacional: Fuerte
predominio del oficialismo con un piso electoral de 33% de votos nacionales y
fragmentación opositora creciente donde ninguna de sus alternativas accede al
20% de votos nacionales. Peor aún cada liderazgo emergente en la oposición
resulta equivalente a los ya existentes, ninguno prepondera sobre el resto y
compite con los ya instalados, fagocitándose el mismo electorado.
Tal el caso de Mauricio Macri y Sergio Massa y eventualmente los liderazgos
de UNEN que podrían recaer en la figura de Julio Cobos o incluso Hermes Binner (…)
cuya complementariedad con el electorado que acompaña al PRO fue muy notorio en
las elecciones del año 2011 donde el FAP aspiró votos de (digamos así en
beneficio del espacio breve)
"centro derecha", en
distritos emblemáticos como Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires.
El único interrogante abierto hoy es si el FPV logra perforar su piso
del 33% de votos y acceder al 40% de cara al año 2015 y obtener entonces un
triunfo en primera vuelta, en la certeza que ninguna alternativa opositora se
ubicará a menos de 10 puntos dado su nivel creciente de fractura.
Para que esto suceda son claves dos elementos:
1) La gestión del oficialismo en el tramo 2014-2015, sosteniendo
básicamente niveles de empleo y consumo , como lo viene realizando desde el año
2003.
2) Si el indicador anterior se satisface, el respaldo al candidato e
involucramiento de Cristina Kirchner en la campaña electoral para la renovación
presidencial.
Luego las propias virtudes del candidato que deberá primero
representar de manera cabal al 33% de los votantes kirchneristas que
constituyen el piso electoral de la fuerza. Es esta una condición central del
candidato oficialista: Ser plenamente kirchnerista sin rodeos ni medias tintas
para apropiarse del enorme activo que supone poseer uno de cada tres votos
nacionales como piso electoral.
Luego de leer estos análisis, este humilde
servidor público se atreve a aconsejar a quienes suelen seguir entusiastas este
tipo de augurios políticos o mediáticos –regularmente ligeros y sin explícitos fundamentos
numéricos que los respalden- que esperen unos meses para sacar
conclusiones. No sea cosa que quien se ha quemado con leche se ría de una vaca peron-kirchnerista que desfila delante de él e intente tomar nuevamente leche
hirviendo…