En
plena ola de una pretendida "justicia por mano propia" o linchamientos al por
mayor, difundida (propiciada) por los medios masivos de difusión, donde se
pueden ver verdaderos “linchamientistas” por acción u omisión (omisión de una condena
clara de los mismos), este humilde servidor público propone parar la pelota un
poco y observar el panorama, para sacar alguna conclusión que pueda ayudarnos
para aclarar nuestra visión.
Empecemos
por repasar dos hechos delictivos que sucedieron en estos días en la misma
ciudad, Rosario, de acuerdo a lo que dijeron los medios:
Primer linchamiento en
Rosario.
Una joven de 21 años fue
asaltada en Rosario. La zona de Liniers y la cortada Marcos Paz fue el
escenario del arrebato, le sacaron la cartera. David Moreira de 18 años fue
linchado por los vecinos, minutos más tarde. La versión difundida por la joven
robada –puesta en boca de su abogado– señala que Moreira sería el ladrón. El
estado de shock no le impidió identificar a Moreira. Lo reconoció pese a la
brutalidad de la golpiza, ya que el rostro del joven se hallaba desfigurado.
Sin embargo, fue incapaz de identificar a ninguno de sus múltiples asesinos.
Según este curioso relato Moreira en su huida fue interceptado por un grupo que
lo golpeó hasta provocarle la pérdida de gran parte de su masa encefálica.
Pasaron horas hasta el arribo de Moreira al hospital, y a juzgar por la
información que circuló por las redes sociales, ese tiempo –diferencia entre
paliza terrible y asesinato premeditado– fue garantizado por los atacantes.
Esto es, desinformaron a las autoridades imposibilitando el acceso de una
ambulancia para socorrerlo. No se trataba de evitar el robo, sino de matar al
presunto ladrón.
David Moreira yace muerto luego de ser linchado.
Segundo linchamiento en Rosario.
(Leonardo) Medina tiene 24 años y es empleado textil. (Oscar) Bonaldi (22) es
albañil. El 15 de marzo, cerca de las 6 de la mañana, iban en una moto hacia
sus trabajos. Al detenerse en un semáforo de la transitada intersección de
Avenida Pellegrini y Provincias Unidas, en la zona oeste de Rosario, vieron
cómo se les aproximaba un Ford K negro.
Desde el coche comenzaron a dispararles. Los jóvenes decidieron
abandonar la moto –que no volvieron a recuperar– y salir corriendo, pensando
que los estaban asaltando. Quienes los atacaban los
habían confundido con motochorros que un rato antes habían robado una remisería.
Medina llegó a refugiarse en una estación de
servicio ubicada a 100 metros del semáforo donde comenzó la persecución.
Bonaldi no tuvo la misma suerte. Entre cinco y seis personas lo
alcanzaron y lo golpearon con saña. “Uno de los tipos me dio dos o tres
fierrazos en la cabeza y, cuando estaba desmayado, vinieron los otros tipos. Me
pegaron patadas y me sacaron las zapatillas y el gorrito”, reconstruyó Bonaldi
en diálogo con La Capital de
Rosario.
“Me pegaban porque decían que nosotros habíamos
robado una remisería, pero en vez de golpearme, ¿por qué no llamaron a la
Policía?”, planteó Oscar. Al muchacho lo salvaron un policía que custodiaba la
estación de servicio y un llamado telefónico: les dijeron a los agresores que los
asaltantes de la remisería ya habían sido detenidos en otro lado. En la
remisería admitieron el error, y los jóvenes hicieron la denuncia por
“lesiones”.
Oscar Bonaldi luego de ser linchado.
Ahora, acercamos un par de
acotaciones sobre los hechos antes de adentrarnos en las conclusiones:
* En ambos hechos
ciudadanos civiles no identificados hasta ahora intervinieron tras un robo con
el propósito de ejercer la mal llamada “justicia por mano propia” contra los
ladrones. En el segundo hecho incluso utilizando disparos de armas de fuego para ello.
* En ambos casos, el blanco
de la violencia popular (linchamiento) fueron dos jóvenes que respondían al
biotipo americano nativo (morocho, criollo, “cabecita negra”, etc.) y se
desplazaban de a dos en moto, es decir que se los identificó principalmente por
“portación de cara” y por “motochorros”, como se los caracteriza en los medios
de difusión masiva.
* En uno de ellos, la
víctima del linchamiento murió por causa de los golpes recibidos de parte de la turba.
En el otro, un policía le salvó la vida al supuesto ladrón al intervenir y
detener la golpiza a tiempo, aunque no detuvo a los linchadores ni evitó que se
llevaran la moto de la víctima. Tampoco se sabe nada de las armas utilizadas en
el hecho por los “justicieros”.
* El
término “justicia por mano propia” podría ser catalogado de oxímoron, ya que la
justicia sólo puede ser aplicada por el estado (en representación de los
ciudadanos), no por los ciudadanos en forma directa.
* La
pena que la Justicia estipula para quien roba sin el uso de un arma es la prisión y no la
pena de muerte, por lo que los linchadores se excedieron en la aplicación de la
supuesta pena.
Conclusiones provisorias.
Analicemos ahora fríamente ambos casos:
En
el primer caso, la turba enfurecida atacó y detuvo al supuesto ladrón y le
propinó una furibunda golpiza hasta dejarlo inconsciente en la calle y desangrándose,
impidió que intervenga el estado (policía y ambulancia) para salvarle
la vida y detenerlo para juzgarlo y condenarlo si era realmente el ladrón.
De
no ser por la intervención de estado en el segundo hecho (el policía), la
víctima hubiese terminado muerto.
En
ambos casos los jóvenes fueron víctimas de asesinato, en el segundo caso
en grado de tentativa. Por ello, los “justicieros” o linchadores son pasibles
de ser acusados de asesinato, en el segundo caso en grado de tentativa.
En
el primero caso, el joven asesinado parece ser quien produjo realmente el robo,
pero no lo sabemos porque no ha sido fehacientemente probado. En el
segundo, por el contrario, sabemos que no porque el estado intervino (la
policía) y detuvo rápidamente a los verdaderos ladrones, que ya están
procesados.
En
el primer caso, al ciudadano David Moreira no se les respetaron sus derechos
humanos (ser acusado ante un juez en un juicio, y en caso de ser culpable ser
castigado con la pena que reglamenta el Código Penal).La intervención de los
linchadores o “justicieros” evitó la del estado (adrede), lo que hubiese posibilitado
aclarar el hecho y castigar a los verdaderos culpables (el mismo Moreira y su cómplice, de haberlo sido).
En
el segundo caso, la intervención del estado le salvó la vida a Oscar Bonaldi y
sus derechos humanos no fueron avasallados; de no haber sido detenidos
los ladrones, Oscar habría sido detenido y acusado ante la Justicia y, por lo
tanto, encontrado inocente.
Ahora
bien, como sabemos todos, las posibilidades de error en la condena o absolución
de un ciudadano acusado de un delito ante la Justicia existen, pero con estos casos de "justicia por mano propia"vemos fehacientemente
que las posibilidades de error son infinitamente mayores. Esto es así porque en
la intervención de “la gente” o la turba enfurecida de “ciudadanos indignados” no
existe un procedimiento diseñado, reglado y metódico que nos garantice un
resultado justo, tanto para la víctima como para el acusado, y eficiente para
castigar a los delincuentes (lo que se denomina Justicia).
Esto
que describimos no es otra cosa que el respeto de los derechos humanos; algo de
lo que muchos comunicadores o medios de difusión masiva nombran despectivamente
o denigran sin saber qué son, o desconociéndolos adrede para ocultar su propia
ideología contraria al derecho.
Y,
finalmente, un pretencioso consejo de parte de este humilde servidor público para
los partidarios de los “linchadores” o “vecinos indignados”: aprovechemos la
lección que recibió en carne propia Oscar Bonaldi sobre lo que son sus
derechos humanos. Que son los mismos que les corresponden a todos los
ciudadanos involucrados en ambos hechos: las víctimas de los robos, las
víctimas de los linchamientos, los verdaderos ladrones y los linchadores o
asesinos de ambos casos. Lo que podemos sintetizar en que todos tienen
derecho a que el estado intervenga en sus casos para asegurarles sus derechos, porque
ninguno de nosotros está exento de ser objeto de una falsa o errónea acusación (similar
o muy distinta) a la de Oscar Bonaldi o de David Moreira.
Para
finalizar, Basurero Nacional acerca ahora reveladores testimonios mucho más
autorizados sobre el tema, extraído de los medios de difusión en estos días:
Dijo
el vocero de la Iglesia Católica, Monseñor Jorge Lozano:
"En un Estado de
Derecho, el camino a transitar es el de acudir a las instituciones que
corresponde. Si es por ‘mano propia’ no es justicia, debemos ser claros",
remarcó Lozano, quien además es obispo de Gualeguaychú.
“Valoran más la propiedad robada, o por serlo,
que la vida del presunto delincuente, y digo presunto porque algunos de los que
participaron de la agresión lo deducen por los dichos de otros", reprochó.
Dijo el Premio Nobel de
la Paz, Adolfo Pérez Esquivel:
"Si alguien comete
un delito no significa que deja de tener derechos: debe ser llevado ante las
autoridades judiciales para que se le aplique la ley penal, si se comprueba lo
que se presume. Toda persona tiene derecho a un juicio justo y rápido, tanto la
víctima como el victimario, y nadie es dueño de la vida ajena"
"Los
medios están incentivando sociedades violentas" (…) "están generando pánico colectivo". Además, el presidente del
Serpaj indicó que los linchamientos pueden inscribirse dentro de
"mecanismos psicosociales como la suspensión de la conciencia, mediante el
cual si todo un grupo hace lo mismo, la culpabilidad se diluye en lo colectivo,
entonces nadie se hace responsable". Alertó también que ese mismo
mecanismo fue utilizado "durante la dictadura por las fuerzas armadas y
por las fuerzas de seguridad".
Por último, reiteró que
"no se puede incentivar la crispación" porque se "está
incentivando sociedades violentas" y reclamó responsabilidad sobre lo que
se emite en los medios porque "no todo está permitido".
Dijo Righi, titular del pos-doctorado de la Facultad de Derecho de la UBA:
"La discusión jurídica es muy sencilla: (Un linchamiento) es un homicidio calificado, porque los actos se realizan después de consumado el hecho y neutralizado el supuesto ladrón. Y también hay ensañamiento y alevosía, por lo tanto a los autores le corresponde pena perpetua privativa de libertad.
Dijo la vicepresidenta de
la Corte Suprema de Justicia, Elena Highton de Nolasco:
(Los linchamientos son)
"homicidios violentos, sangrientos y en masa".
"No sé por qué se
está alentando (ese tipo de acciones) como si fueran algo bueno",
cuestionó la jueza suprema, al tiempo que las definió como actitudes
"cobardes".
(…)"no hay
proporción entre el robo o el hurto de una cartera, con un homicidio".
"La gente está
violenta y se suman unos a otros", razonó Highton de Nolasco. (…)
"Hubo casos en que la policía tenía agarrado al ladrón y la gente se lo
quería arrebatar para pegarle."
Dijo el juez de la Corte
Suprema de Juticia, Eugenio Zaffaroni:
(Ese tipo de acciones)
"no es legítima defensa, se trata de homicidio calificado, doblemente
calificado: por alevosía y por ensañamiento".
Dijo Roberto Carlés (Doctor
en Derecho. Coordinador de la Comisión para la Elaboración del Proyecto de Ley
de Reforma del Código Penal):
Lo que esos incivilizados
hicieron con David no es otra cosa que un homicidio calificado, como se ha
dicho, es decir, un hecho delictivo. No existe algo así como una “justicia por
mano propia”. Estos no son actos de justicia, mucho menos “popular”, como se ha
dicho en algún lado. Se trata lisa y llanamente de ejecuciones extrajudiciales,
ilegales, de homicidios agravados, consumados o en grado de tentativa, de
autores de delitos o sospechosos de haberlos cometido. O de jóvenes que tengan
cara de poder llegar a cometerlos algún día.
Esperemos que esta breve lección de Derecho haya sido útil tanto a los "linchamientistas" como a todos los demás que a veces solemos hablar de lo que no sabemos u opinar de acuerdo a lo que los medios masivos nos informan, generalmente sin un contexto adecuado para analizarlo por nuestra cuenta.