Repasemos primero lo que se dijo sobre la renuncia de Moreno:
Morenología: La salida del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, redondea otra finalidad: la cohesión del equipo económico, que venía faltando cuando menos en muchos meses.
Moreno es un funcionario de perfil muy alto y de ambición expansiva que siempre tuvo rispideces con sus pares. Es inimaginable que resignara su rol y sus espacios con el nuevo ministro, quien ahora cuenta con un poder propio. Relativo, más vale, porque la titular del Ejecutivo sigue siendo una, muy habituada a conducir y a tomar las decisiones estratégicas.
La oposición mediática y corporativa desbordaron de euforia tras el anuncio de la renuncia de Moreno. Su enunciación “separada” el martes tuvo un claro sentido mediático y le valió el centro de la escena, para colectar denuestos. La réplica de funcionarios, dirigentes, militantes y simpatizantes kirchneristas fue simétrica: ovaciones y elogios a menudo sin límite.
Moreno ha sido una figura central durante muchos años, lo que seguramente amerita una lectura colorida, no ceñida al blanco o negro.
Moreno fue un funcionario convencido, laburador al mango, ascético en lo personal, áspero en el trato con sus adversarios, histriónico. Un protagonista con recursos y agallas que construyó un personaje. A veces “le creyó” demasiado a su criatura.
Defendió, como mejor pudo, políticas rescatables de una vastedad casi interminable: la puja con los formadores de precios, la defensa de “la mesa de los argentinos”, la intervención estatal en la economía, la producción e industria nacionales, la disputa del poder político versus los económicos. La narrativa kirchnerista le recompensa la identidad, la pasión y su gesto torvo hacia los poderes dominantes.
Es válido hacerlo, tanto como agregar que adornó sus convicciones con un conocimiento puntilloso de áreas áridas: la formación de costos, los índices de ganancias, el laberinto borgeano de los manejos empresarios.
(...) nos valdremos de imágenes futboleras. Vistió con orgullo la camiseta, la regó de sudor, corrió por toda la cancha. Una evaluación de la labor de Moreno no puede limitarse a su compromiso y su garra, innegables. La eficiencia, así sea nac & pop, es el mejor baremo para medir la gestión. Se deben contar los goles que logró o ayudó a concretar, tanto como los goles en contra que se hizo, entre los cuales resaltan dos. Están ligados, pero no son idénticos. El primero es la pugna con la inflación, que sigue siendo una deuda del Gobierno. El segundo es la pérdida de prestigio del Indec, deplorable de por sí, máxime en un gobierno que reivindica la reconstrucción del Estado.
La tirria de los rivales da cuenta de la importancia de Moreno y dan ganas de defenderlo a ultranza cuando lo cuestionan ciertos formadores de opinión, medios y factores de poder. Algo bueno habrá hecho, cabe concluir.
Sus discrepancias con compañeros de labor, tan comprometidos como él pero con visiones (o ideas tácticas) diferentes, forman parte de su complejo legado.
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El viernes 14 de abril de 2006 el Gobierno anunció un enroque de funcionarios: Guillermo Moreno, hasta entonces secretario de Comunicaciones, pasaba a ocupar el cargo de Lisandro Salas, secretario de Coordinación Técnica del Ministerio de Economía, y éste se mudaba al despacho que había sido del Napia desde el 2 de junio de 2003. Seis meses antes, Néstor Kirchner había tomado una decisión que marcó el rumbo de su gestión y cuyos efectos siguen hasta estos días: no subordinar el crecimiento económico por temor a la inflación. En noviembre del año anterior, había desplazado a Roberto Lavagna como ministro de Economía, entre otras razones por sus diferencias de enfoque sobre este punto. El ministro había propuesto un severo plan de ajuste para mitigar la suba de precios que empezaba a hacerse notar con la recuperación económica tras la debacle de 2001. En lugar de la salida ortodoxa, con impacto sobre el empleo, los salarios y las jubilaciones, Kirchner optó por el menos ortodoxo de los funcionarios.
Como tantas otras cruzadas que encaró, esa política tuvo etapas de mayor éxito y otras de fracaso, e incluso exhibió contradicciones profundas. Pero yendo al fondo del asunto, cuál fue el papel que jugó desde su secretaría en la puja distributiva, el balance muestra que se inclinó por los sectores asalariados.
Eso no lo exime de sus errores o, si se quiere, de cierto voluntarismo, en muchos casos ineficaz. Como, por ejemplo, cuando anunció en Casa Rosada que los inquilinos podrían acceder a la compra de su vivienda con un sistema similar al leasing. Despertó expectativas que se vieron defraudadas cuando el plan quedó archivado en un cajón. Lo mismo ocurrió con la Ley de Abastecimiento, cuya aplicación nunca pasó mucho más allá de la amenaza para sentarse a negociar.
Quizás una excepción sea el trabajo que realizó en relación con el Grupo Clarín y Papel Prensa, donde sí pudo develar junto a otros actores del oficialismo, empezando por Néstor Kirchner y Cristina Fernández, el comportamiento del holding como factor de poder.
La resolución 125, las restricciones a las importaciones, las peleas con Shell, las misiones comerciales a Angola, las negociaciones con supermercados, la tarjeta SuperCard, el Cedin y tantos otros temas en que estuvo involucrado el secretario de Comercio tuvieron sus causas y sus manejos. Algunos mejor resueltos, otros de manera catastrófica. Después de tantos años, su salida dejará un espacio enorme por llenar. La próxima escala lo mostrará en Roma y después el tiempo dirá.
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Las repercusiones.
Referentes de la oposición festejaron la salida de Guillermo Moreno de su cargo como secretario de Comercio Interior. La más brutal fue la diputada Elisa Carrió, quien señaló que “es una gran alegría, porque hay un fascista menos en el Gobierno, aunque todo seguirá igual o peor porque el ministro de Economía es (Axel) Kicillof”.
Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gabinete del gobierno porteño, aseguró que “al fin la Presidenta se dio cuenta de que Moreno le hacía mal al país.
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La guerra con las consultoras.
El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, dijo que consultoras de la city especularon con la inflación para conseguir ganancias a partir de bonos que ajustan por CER. Así lo hizo al defenderse ante la Cámara Federal porteña, la cual debe definir si confirma un procesamiento contra el funcionario por “abuso de autoridad”. El juez federal Claudio Bonadío inició la imputación de Moreno, luego de que este funcionario aplicó una multa contra el estudio Finsoport.
El abogado del funcionario, Alejandro Rúa, precisó que los jueces que escucharon la justificación del secretario “se convencieron” y revocarán el procesamiento.
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El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, dijo que consultoras de la city especularon con la inflación para conseguir ganancias a partir de bonos que ajustan por CER. Así lo hizo al defenderse ante la Cámara Federal porteña, la cual debe definir si confirma un procesamiento contra el funcionario por “abuso de autoridad”. El juez federal Claudio Bonadío inició la imputación de Moreno, luego de que este funcionario aplicó una multa contra el estudio Finsoport.
El abogado del funcionario, Alejandro Rúa, precisó que los jueces que escucharon la justificación del secretario “se convencieron” y revocarán el procesamiento.
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La osadía de un secretario de comercio interior.
Su principal función es la de desarrollar medidas que, articuladas con otras áreas del Estado, esencialmente con el Ministerio de Economía, sirvan para lograr un mejor y mayor control en la cadena de formación de precios. Esto implica enfrentar y poner límites al capital y a los dueños de los medios de producción para que no generen distorsiónes en los precios, evitar maniobras monopólicas y poner límite el accionar de los grupos concentrados, muchas veces funcionando de manera cartelizada, fundamentalmente en los llamados productos de primera necesidad, alimentos, bebidas y combustibles. Lo mismo ocurre en cuanto al sector privado de servicios.
En definitiva, el que ocupa el cargo que tuvo Moreno, en la Argentina y en cualquier parte del mundo, trabaja, brega, para proteger los desmanes del capital como se mencionó antes. Para decirlo de una manera clara y sencilla, es alguien que está del lado de los consumidores para defender sus intereses, su bolsillo, frente a los grandes actores de la economía.
A partir de esta breve descripción, que aunque parezca obvia no lo es debido a la distorsión que se aplicó tanto a la figura de Moreno como a la estricta función de la Secretaría de Comercio, pretenden despejar la enorme centralidad que le otorgaron aquellos sectores con los que Moreno debía negociar, discutir y, seguramente, enfrentar con dureza.
Entre las principales misiones que Moreno encaró durante su gestión se destaca la de lograr acuerdos de precios con aquéllos actores económicos concentrados, empresas nacionales y multinacionales y grandes corporaciones, que durante los últimos 40 años se acostumbraron a ganar posiciones ampliando sus mercados y posición dominante a costa del deterioro del consumo y de los ingresos de los argentinos, escapándole a la inversión y al aumento de la producción por el atajo de la remarcación de precios.
La gestión de Moreno fue acertada en muchos casos y en otros no logró los objetivos perseguidos. Lo que sí no está dentro de sus funciones es combatir la inflación, tal como se le atribuyó durante estos años. Las causas del proceso inflacionario obedecen a una multiplicidad de factores macroeconómicos de los cuales el papel de la Secretaría de Comercio interior no es ni su artífice ni el área que de solución a la inflación. Construir la idea de que el ministro de Economía en las sombras era solamente Moreno es caer en la trampa construida por quienes no solamente pedían diariamente su cabeza, sino, y lo más importante a tener en cuenta, es que lo que no quieren es una Secretaría de Comercio Interior que se involucre en la formación de precios, que controle la cadena de producción de los bienes y servicios del sector privado.
Las políticas neoliberales, libremercadistas, impuestas desde la dictadura de 1976 hasta 2003 habían logrado lo propuesto: no solamente eliminar la Secretaría de Comercio y dejarla formalmente como un área del Estado sin peso alguno, sino evitar que nadie se interponga a la lógica auto regulada del libre mercado y la “sana competencia”.
Por eso, más allá de sus aciertos y errores, el papel y la figura, casi mítica a esta altura, de Guillermo Moreno en el cargo del la Secretaría de Comercio, es rescatable, siempre, por haber puesto en escena, en primer lugar, que mas allá de quién ocupe ese cargo la Secretaría de Comercio Interior es un área clave que no puede ser entregada a las presiones y lobby de los sectores económicos para anular su responsabilidad. Moreno podrá ser criticado o elogiado desde distintas perspectivas, no solamente desde lo exitoso o el fracaso de sus medidas. Donde queda airoso Moreno es con la convicción de que hay batallas en la política y también en la economía que se ganan solamente con librarlas.
Moreno enfrentó y desnudó al Grupo Clarín participando en sus asambleas de accionistas arrojándoles en el rostro de sus principales directivos los abusos y desmanejos empresariales. Llevó adelante con tenacidad la lucha para que la causa por la expropiación de Papel Prensa llegue a la justicia y arroje luz sobre el pacto civil–militar que durante la dictadura establecieron los diarios Clarín y La Nación quedándose con el monopolio del papel de diario.
La defensa de los intereses populares tendrá efecto cuando se logre comprender que Moreno, con todos los errores que se le pueden adjudicar, desde la Secretaría de Comercio siempre estuvo del lado de la defensa de los intereses populares.
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Su principal función es la de desarrollar medidas que, articuladas con otras áreas del Estado, esencialmente con el Ministerio de Economía, sirvan para lograr un mejor y mayor control en la cadena de formación de precios. Esto implica enfrentar y poner límites al capital y a los dueños de los medios de producción para que no generen distorsiónes en los precios, evitar maniobras monopólicas y poner límite el accionar de los grupos concentrados, muchas veces funcionando de manera cartelizada, fundamentalmente en los llamados productos de primera necesidad, alimentos, bebidas y combustibles. Lo mismo ocurre en cuanto al sector privado de servicios.
En definitiva, el que ocupa el cargo que tuvo Moreno, en la Argentina y en cualquier parte del mundo, trabaja, brega, para proteger los desmanes del capital como se mencionó antes. Para decirlo de una manera clara y sencilla, es alguien que está del lado de los consumidores para defender sus intereses, su bolsillo, frente a los grandes actores de la economía.
A partir de esta breve descripción, que aunque parezca obvia no lo es debido a la distorsión que se aplicó tanto a la figura de Moreno como a la estricta función de la Secretaría de Comercio, pretenden despejar la enorme centralidad que le otorgaron aquellos sectores con los que Moreno debía negociar, discutir y, seguramente, enfrentar con dureza.
Entre las principales misiones que Moreno encaró durante su gestión se destaca la de lograr acuerdos de precios con aquéllos actores económicos concentrados, empresas nacionales y multinacionales y grandes corporaciones, que durante los últimos 40 años se acostumbraron a ganar posiciones ampliando sus mercados y posición dominante a costa del deterioro del consumo y de los ingresos de los argentinos, escapándole a la inversión y al aumento de la producción por el atajo de la remarcación de precios.
La gestión de Moreno fue acertada en muchos casos y en otros no logró los objetivos perseguidos. Lo que sí no está dentro de sus funciones es combatir la inflación, tal como se le atribuyó durante estos años. Las causas del proceso inflacionario obedecen a una multiplicidad de factores macroeconómicos de los cuales el papel de la Secretaría de Comercio interior no es ni su artífice ni el área que de solución a la inflación. Construir la idea de que el ministro de Economía en las sombras era solamente Moreno es caer en la trampa construida por quienes no solamente pedían diariamente su cabeza, sino, y lo más importante a tener en cuenta, es que lo que no quieren es una Secretaría de Comercio Interior que se involucre en la formación de precios, que controle la cadena de producción de los bienes y servicios del sector privado.
Las políticas neoliberales, libremercadistas, impuestas desde la dictadura de 1976 hasta 2003 habían logrado lo propuesto: no solamente eliminar la Secretaría de Comercio y dejarla formalmente como un área del Estado sin peso alguno, sino evitar que nadie se interponga a la lógica auto regulada del libre mercado y la “sana competencia”.
Por eso, más allá de sus aciertos y errores, el papel y la figura, casi mítica a esta altura, de Guillermo Moreno en el cargo del la Secretaría de Comercio, es rescatable, siempre, por haber puesto en escena, en primer lugar, que mas allá de quién ocupe ese cargo la Secretaría de Comercio Interior es un área clave que no puede ser entregada a las presiones y lobby de los sectores económicos para anular su responsabilidad. Moreno podrá ser criticado o elogiado desde distintas perspectivas, no solamente desde lo exitoso o el fracaso de sus medidas. Donde queda airoso Moreno es con la convicción de que hay batallas en la política y también en la economía que se ganan solamente con librarlas.
Moreno enfrentó y desnudó al Grupo Clarín participando en sus asambleas de accionistas arrojándoles en el rostro de sus principales directivos los abusos y desmanejos empresariales. Llevó adelante con tenacidad la lucha para que la causa por la expropiación de Papel Prensa llegue a la justicia y arroje luz sobre el pacto civil–militar que durante la dictadura establecieron los diarios Clarín y La Nación quedándose con el monopolio del papel de diario.
La defensa de los intereses populares tendrá efecto cuando se logre comprender que Moreno, con todos los errores que se le pueden adjudicar, desde la Secretaría de Comercio siempre estuvo del lado de la defensa de los intereses populares.
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Veamos una muestra de algo que muchos no le perdonan a Moreno: tratar a los poderosos de igual a igual y develar sus manejos, en este caso del Grupo Clarín:
Moreno en la Asamblea del Grupo Clarín 19/5/2013.
Moreno en la Asamblea del Grupo Clarín 19/5/2013 (II).
Y ahora repasemos lo que dijeron en estos días (corroborando lo expuesto al princípio de la nota) algunos de sus más acérrimos adversarios:
Ahora que se fue Moreno, ¿andará todo bien?
Por Mariano Grondona
Desde antiguo, se ha tendido a concentrar la culpa por los males que sufre un país en una determinada persona. Se llega a creer así que una vez que se castigue al presunto culpable las cosas volverán a la normalidad. A este modo de pensar, que viene de muy lejos, se lo llama "el mito del chivo emisario".
Se ha escrito mucho sobre el mito del chivo emisario, una suerte de asesinato colectivo de una persona o de su imagen para liberar a los seres humanos del pecado y de la responsabilidad que, de otra manera, recaería sobre ellos.
El mito del chivo emisario se ha presentado, desde el fondo de la historia, bajo mil formas. ¿Ha sido la última de ellas el súbito despido de Guillermo Moreno por parte de la Presidenta?
Sí y no. Para merecer el dudoso título de "chivo emisario", algún "mérito" ha de tener, por lo pronto, el propio candidato.
Algo de fundamento había entonces en la mala voluntad que generaba.
Este "algo de fundamento", empero, ¿justificaba culparlo sin más por nuestros males? ¿Era el ex secretario tan poderoso que su descomedida expulsión del entorno de la Presidenta bastaría para predecir tiempos mejores?
En otras palabras, ¿fue Moreno un sinónimo del mal argentino o, apenas, una de sus más aparatosas manifestaciones?
El despido del chivo emisario viene acompañado, por lo general, por el arribo al área del poder de otro protagonista al que la sociedad le asigna el antagónico papel de "salvador".
Pero así como el modelo del chivo emisario se expresó entre nosotros casi perfectamente con el agresivo Moreno, el modelo del "salvador" se expresa a medias con la pareja despareja de Alex Kicilloff, el nuevo ministro de Economía, y Jorge Capitanich, el nuevo jefe de Gabinete.
Kicilloff, para empezar por él, suscita muchas dudas. No sólo sus orígenes ideológicos, de raíz marxista, son conocidos. Si pretende convertirse en "salvador" de la situación actual, además, se ha involucrado en demasía con los fracasos del equipo anterior para que pueda desligarse fácilmente de ellos. Capitanich es, al parecer, diferente, y se presenta así con cierta autoridad. La pregunta que viene enseguida, por consiguiente, es ésta: ¿cómo harán Kicilloff y Capitanich para llevarse bien?
Lo que más preocupa a los observadores, sin embargo, no es el destino de esta "pareja-despareja", sino el rumbo de la propia Presidenta. Si ella ordena golpes de timón tan bruscos como los que estamos comentando, ¿sabe realmente adónde va?
¿Cuál es el grado de autoridad que conserva, con otras palabras, la propia Presidenta?
Tiene, por lo pronto, una autoridad indiscutida sobre sus propias huestes, a la que refuerza la parálisis de la oposición. Éste no es su problema. Su problema es que no sabe qué hacer con su indiscutida autoridad. Cristina, por ahora, manda. ¿Pero "hacia dónde" manda? ¿Hacia dónde quiere llevarnos?
Y esto desconcierta incluso a la oposición, ya que si el Gobierno no sabe adónde va, ¿cuál habría de ser el rumbo de sus opositores? ¿A qué tendrían que decirle que no?
Ahora que le quedan cada día menos poder y menos tiempo, se ha creado el vacío por donde debería filtrarse, de veras, un nuevo proyecto presidencial.
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Todo se mueve, pero nada cambia.
Por Luis Majul
Guillermo Moreno lo echaron demasiado tarde.
La culpa no fue del chancho, sino de quienes le dieron de comer. Y lo empacharon de poder. Es decir, Néstor Kirchner y Cristina. Cometeríamos un serio error si entendiéramos su partida como un cambio de la política económica o el estilo prepotente que impusieron el ex presidente y la Presidenta, en especial, desde 2006 hasta ahora,.
En vez de aliviarnos, deberíamos estar muy atentos a las denuncias contra el ex supersecretario por abuso de poder y la sospechosa compra, con información privilegiada, de cupones atados al PBI que el Estado paga en dólares y cuyo valor depende de los datos que publica el Indec.
Pero fue, sobre todo, un soldado de Néstor y Cristina. Y la Cristina que apareció de blanco en el cortometraje de alto impacto que filmó Florencia, su hija, tampoco es otra.
Ahora, mientras los analistas tradicionales se horrorizan por la aparición del pingüino de peluche y de Simón, el perrito bolivariano que le regaló el hermano de Hugo Chávez, el cristinismo derrotado avanza en el Congreso a paso redoblado para imponer un Código Civil
¿Estamos ante una nueva y potenciada versión del rush que protagonizaron Néstor y Cristina después de su primera derrota electoral y que hizo casi desaparecer a la oposición como por arte de magia?
Tampoco habría que hacerse demasiadas ilusiones con el nuevo jefe de Gabinete ni con el nuevo ministro de Economía. Es verdad que Jorge Capitanich es un economista de perfil conservador y que no cree en la excesiva intervención del mercado. También es verdad que tiene peso político propio. Pero es más cierto todavía que los últimos escalones de su carrera política los construyó con el mismo estilo de Abal Medina: sobreactuando su lealtad absoluta a la Presidenta. Capitanich fue el primer gobernador que convalidó la pesificación pagando una deuda en dólares con moneda nacional. Es notable el esfuerzo que hace para poner sus pensamientos en sintonía con los de la jefa del Estado.
Con la misma vara se puede medir a Axel Kicillof.
Crea expectativa que se haya sacado a Moreno de encima. Genera curiosidad cómo va a manejar la cartera el primer ministro que se reconoce abiertamente marxista y de izquierda, cuando la mayoría de los argentinos manejan su economía con un acendrado sesgo capitalista e individualista. Pero si se analizan los resultados concretos de su gestión como viceministro,
Es decir: algo parecido a lo que venía haciendo Moreno, aunque un poco menos estridente. Todo se mueve demasiado, pero nada parece cambiar de verdad.
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Y si faltaba algo para aclarar la función que cumplió Guillermo Moreno en el gobierno, veamos lo siguiente:
Los bancos de inversión festejaron la salida de Moreno del Gobierno.
El establishment financiero internacional festejó la salida de Guillermo Moreno de la Secretaría de Comercio Interior. Los economistas que trabajan en los bancos y fondos de inversión habían enviado informes a los inversores de todo el mundo cuando se anunció que Axel Kicillof asumiría como ministro de Economía y 24 horas después tuvieron que volver a escribir reportes, pero en este caso por la salida de Moreno.
“Es un cambio de política constructiva”, estimó Barclays.
“La renuncia de Moreno en si mismo es un alivio para los mercados porque es un símbolo de todo lo que está mal en el manejo de la política económica de la era Kirchner”, añadió el fondo Jefferies.
La asunción de Kicillof como ministro de Economía no fue bien recibida por los mercados, si se analiza lo que sucedió con la cotización del dólar blue, los bonos y las acciones, pero la salida del secretario de Comercio Interior si se tradujo en un alza en los precios de los activos financieros.
“No está claro que una mejora en las relaciones con las organizaciones multilaterales es una prioridad para el nuevo Ministro, sin embargo, un obstáculo inicial clave para la recuperación de cierta credibilidad del gobierno parece haber sido eliminado”, agregaron los economistas del Citi, Fernando Jorge Díaz y Guillermo Mondino.
Si bien la salida de Moreno fue bien recibida, los informes tampoco ahorraron críticas ni dudas sobre lo que podría llevar adelante Kicillof como conductor del Palacio de Hacienda. El JP Morgan sostuvo que el ascenso del economista representa un impacto negativo para los mercados porque Kicillof pertenece, según ellos, al “sector del gobierno que es más antagónico con el sector privado y los mercados”. “Kicillof es probable que muestre una mayor simpatía por medidas nacionalistas”, añadió el informe.
A partir de ahora, todos miran los pasos del nuevo Ministro.
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Es decir: para la oposición política-mediática, el Guille era tan bueno, pobre. "Con (o contra) Guillermo Moreno estábamos mejor..."