Pero ¿fue realmente sorpresiva la derrota del
oficialismo? No, definitivamente, no. Todos los datos políticos y económicos de
estos últimos años indicaban que no sólo era posible esperar una derrota del oficialismo,
sino que mostraban a una oposición finalmente unida y dando los pasos correctos
para alzarse con el triunfo en los comicios. Incluso las encuestas más serias
señalaban una ventaja clara del Frente de Tod@s. Sin embargo, primó el
microclima mediático favorable al gobierno, o manipulado por el gobierno y sus
medios afines. Pero este microclima no sólo afectó a la ciudadanía de a pie
sino, como hemos visto, también a la clase empresaria, a muchos “intelectuales”
y analistas de TV y a los “mercados”. Sin embargo, no todos estábamos inmersos
en este microclima difundido a más no poder por los medios de difusión, no todos
adheríamos a esta manera de analizar la sociedad y la política nacional. Tampoco
es la primera vez que sucede un fenómeno así, aunque esperemos que sea la
última. Recordemos lo que sucedió en
2011. En agosto de ese año, tras el resonante triunfo de Cristina Fernández por
el 54% de los votos, nosotros, entre otros, nos preguntábamos aquí(1):
“¿Fue
éste un sorpresivo triunfo arrollador de Cristina o la "opinión
pública" tuvo una basura en el ojo que le nubló la vista? Es lógico que hoy
los medios, con el diario del lunes revoloteen alrededor de las posibles
razones del arrollador triunfo de la presidenta en las pasadas elecciones
primarias, y en la sorpresa de los políticos y conglomerado mediático
opositores y mucha gente de a pie ante la realidad de los resultados.”
Y
concluíamos que no, que era previsible, que había muchas pistas en la sociedad
que anunciaba ese triunfo del oficialismo, que además nosotros mismos lo
habíamos previsto y que no éramos los únicos, que habíamos sido muchos pero que
había primado el aparato mediático y el microclima que había creado y que
ejemplificábamos con la basura en el ojo de la opinión pública.
Lo mismo podemos decir ahora. En estos años de
gobierno macrista estuvieron presentes las señales que anunciaban esta derrota,
y más aún en este último año, por lo menos para quien quería verlas. Para quien
seriamente o con honestidad intelectual quisiera analizar objetivamente la
sociedad. Para ejemplificar esto revisemos lo dicho aquí mismo. En junio elogiábamos
aquí(2) la táctica utilizaba por Cristina para patear el tablero político al
dar un paso al costado sin salir de la escena y conformar el triunfo de la
oposición en estas PASO y prefigurar el de octubre:
“La función de Alberto es la ejecutiva en un
probable gobierno peronista, además de congregar tras la fórmula a la mayor
cantidad de tribus peronistas, de movimientos sociales y gremiales para lograr
un caudal de votos suficientes para ganar en la primera vuelta, asegurando una
cantidad de diputados y senadores que fortalezcan al movimiento que gobernará a
partir del 10 de diciembre.
Y la función de Cristina en el gobierno
Fernández-Fernández será funcionar de reaseguro ideológico del gobierno y
seguro de recambio ante cualquier embestida institucional que intente el
establishment contra el presidente Alberto.
La clave de este movimiento táctico es
conseguir lo contrario de lo que el establishment logró en 2015 y 2017: dividir
el antikirchnerismo. En las dos elecciones generales anteriores, el
establishment pudo dividir al peronismo en kirchnerismo y antikirchnerismo, y
al resto de la masa votante en peronista y antiperonista.
Cambiemos pudo en la primera vuelta de 2015
partir de su caudal de antiperonismo y sumar el antikirchnerismo y el voto
independiente o apartidario y llegar a la Casa Rosada en la segunda vuelta.
El antiperonismo histórico suele rondar el 35%
o de los votantes o más, como sucedió en 1973 cuando la fórmula Perón-Perón
logró el histórico 62% de los votos, o en 1989 cuando Angeloz logró reunirlo
enfrentando a Menem-Duhalde.”
(…)
Ante este panorama, el gobierno logró afianzar
a Macri como líder de su espacio e intenta consolidar su núcleo duro (que
amenaza adelgazar debido a la crisis económica y de credibilidad presidencial)
con la incorporación de Pichetto y sus votos imaginarios. Pero tiene enfrente
la dura tarea de recuperar aquel 34% obtenido en la primera vuelta de 2015 para
llegar a la segunda vuelta, y entonces intentar el sueño de alcanzar aquel
lejano 51,24% de los votos que lo llevaron a la Casa Rosada en su mejor momento,
cuando todo eran promesas y esperanzas y no fracaso, crisis económica, social y
de la palabra presidencial como sucede hoy.
También advertíamos que “en el caso de un
triunfo en primera vuelta de la fórmula de los Fernández representaría un golpe
fatal al gobierno, y lo llevaría en camilla hasta el 10 de diciembre, en el
mejor de los casos”.
En este caso, ni los más optimistas esperaban
que las PASO se convirtieran de hecho en la primera vuelta, que fue lo que sucedió y ahora cobra otro valor lo que decíamos entonces sobre la derrota del oficialismo en la primera vuelta.
El panorama electoral que llegó hasta las PASO fue similar al que advertíamos en abril que sucedería(3): “podemos
arriesgar que se consolidarán dos polos opuestos y complementarios en el
electorado, representados por Macri y Cristina Fernández; los que acapararán la
mayoría de las voluntades electorales.
Dentro del sector macrista se agruparán quienes
son fuertemente macristas (la mayoría, quizás, antikirchneristas) con un techo
de 30% de los votos, similar a los votos obtenidos por Cambiemos en la primera
vuelta de 2015, en el mejor momento del macrismo. El desafío para este espacio
es repetir esos guarismos; y sería una utopía que logre el 51% de votos logrado
en el balotaje, luego de una gestión que perjudicó los intereses de la mayoría
de esos votantes que confiaron en él. Hoy en día, sin que haya comenzado
oficialmente la campaña, Macri retiene alrededor de un cuarto del electorado,
que es lo obtenido por Cambiemos en las PASO de 2015, cuando todavía no había
cambiado su discurso, desde su cerrado neoliberalismo al falso e improvisado
filopopulismo que lo acercó a muchos votantes de Cristina cansados de los 12
años de gobierno kirchnerista. Ese 25% de votos macristas se asemeja al
porcentaje histórico (25%/30%) de la derecha argentina, racista y despreciativa
de las clases populares, llamada históricamente antiperonismo.
Por el lado del sector kirchnerista, el desafío
es lograr una unidad del campo popular (más allá del PJ) y perforar el techo
que muchos encuestadores le asignan a Cristina (aunque ya lleva un par de
techos perforados desde 2017); y la utopía kirchnerista sería recuperar el 54%
que logró CFK en su mejor momento, en 2011. Cristina tiene un piso consolidado
de 30% de votos, y es de ahí desde donde parte para lograr, gracias a una
campaña surtida de muchos argumentos económicos y sociales, alcanzar el 40% de
votos y superar a Cambiemos por 10 puntos para coronarse como presidente. O
superar el 45% de votantes y hacerlo sin importar los guarismos que logre
Cambiemos.
Desde diciembre de 2017 se está produciendo ese
cambio en la oleada, y la población está madurando, requiriendo un cambio
rotundo en el rumbo de la economía y en el proyecto de país. Similar a los
producidos con la llegada del peronismo en 1945 o del kirchnerismo en 2003. Los
primeros indicios ya se están viendo día a día, pero el ritmo se incrementará
cuando se asienten las candidaturas opositoras, principalmente la de la
expresidenta; y entonces se acelerará la fuerza centrípeta de ambos polos
políticos mencionados. Y se harán más explícitos los apoyos a Cristina, aunque
algunos de ellos parecían difíciles o tal vez imposibles hasta hace unos
meses.”
Incluso en diciembre de 2018 se atisbaba
claramente este escenario, por eso decíamos(4):
“No olvidemos tampoco que
desde el día uno contó con la gestión de los tres principales gobiernos:
nación, provincia y ciudad de Buenos Aires, con sus tres inmensos presupuestos,
además de todas las fuerzas de seguridad nacionales (más los servicios de
inteligencia) y de los dos más grandes distritos argentinos. Sin dejar de
mencionar a los medios hegemónicos de difusión que (hasta hoy) apoyan
fervientemente las medidas gubernamentales y tapan o minimizan cualquier fallo
o corrupción que roce a Cambiemos, y agrandan o inventan cualquier caso de
corrupción del kirchnerismo.
La principal debilidad del macrismo es la
orfandad de logros económicos y sociales para enarbolar en la campaña electoral
de 2019.
(…)
La letra K ha dejado de ser una propiedad del
kirchnerismo para pasar a ser (gracias al mismo macrismo) un sinónimo de todo
lo no Macri, y el antónimo de todo lo malo del macrismo. No tanto quizás por
las virtudes del kirchnerismo sino de los errores o daños que la misma
Revolución Macrista ha derramado en el país. Algo similar a lo ocurrido con el
peronismo durante los años de la “Revolución Libertadora” y las presidencias posteriores.
El odio que destila el gobierno y sus medios hegemónicos afines contra todo lo
que huela a K permea amplias capas del pueblo víctima de esa economía, y al
mezclarse con la decepción de los votantes de Cambiemos o el rencor de quienes
no lo votaron ni en la primera vuelta ni en la segunda y va generando una
reacción cristinista que puede generar (vaya paradoja) un cuarto gobierno
kirchnerista.
Con la votación del presupuesto se produjo
finalmente el parteaguas que diferencia a la oposición al macrismo del
“paraoficialismo opositor" ante la sociedad. De ahora en adelante se verá
el crecimiento de dos polos que podemos calificar de filocristinismo y
filomacrismo, que crecerán en espejo, nublando cualquier otro polo político,
más aún que en los comicios de 2017.”
Esta previsibilidad del triunfo de la oposición,
desapercibida o ignorada por los medios de difusión y la “opinión pública”, no
disminuye la contundencia de la
derrota del gobierno sino que la hace más estrepitosa. Es por eso por lo que desde el título hablamos de derrota anunciada. Puede que haya sido sorpresiva para la mayoría, pero no lo ha sido ciertamente para los analistas más serios, más imparciales o que simplemente realizaron su labor profesionalmente. También debemos destacar que quienes advertían que este panorama era el más probable para 2019 eran quienes contaban con menos espacio en los medios de difusión, reacios a difundir escenarios distintos a los deseables por el oficialismo.
derrota del gobierno sino que la hace más estrepitosa. Es por eso por lo que desde el título hablamos de derrota anunciada. Puede que haya sido sorpresiva para la mayoría, pero no lo ha sido ciertamente para los analistas más serios, más imparciales o que simplemente realizaron su labor profesionalmente. También debemos destacar que quienes advertían que este panorama era el más probable para 2019 eran quienes contaban con menos espacio en los medios de difusión, reacios a difundir escenarios distintos a los deseables por el oficialismo.
Lo que también era previsible era el abrupto giro
de campana de muchos periodistas, analistas y opinadores mediáticos sorprendidos
por la derrota del macrismo y el triunfo del denostado por tantos años
kirchnerismo o peronismo. Pero ese es tema de otra nota.
Terminemos entonces arriesgando qué puede
suceder en el futuro más cercano. Es de esperar que el porcentaje de votos
obtenido por los candidatos del Frente de Tod@s aumenten algo en la primera
vuelta electoral, lo que hará más contundente aún la derrota final del
movimiento político que llegó para realizar la que aquí siempre llamamos Revolución Macrista. Esto tendrá como consecuencia la disolución de lo que fue la alianza
Cambiemos o Juntos por el Cambio, el movimiento político más exitoso de la
derecha local, la que antaño llegaba al poder a través de golpes
institucionales o copamiento de gobiernos de origen popular y que en 2015 pudo
hacerlo en forma democrática y limpia. Los resultados de todas esas
oportunidades fueron los mismos. Algo que hasta el menos precavido de los
analistas debía haber esperado ante los primeros resultados económicos y
políticos de este gobierno.
Pero no fue así. Sin embargo, insistimos en afirmar que más que sorpresiva, la del oficialismo fue una crónica de una derrota anunciada, aunque muchos no pudieron o no quisieron escucharla... La falla original de quienes se sorprendieron de los resultados de estas PASO, como de los resultados de las presidenciales de aquel 2011, es que no realizaron una correcta lectura no sólo de las encuestas serias sino tampoco de los resultados de las sucesivas elecciones desde el regreso de la democracia en 1983, ni de la historia política nacional. Ese es el universo de datos y hechos que se debe analizar para prever con algo de precisión el comportamiento político de los argentinos. Esa es materia de las ciencias sociales, un terreno no demasiado explorado por los políticos, analistas y opinadores de los medios de difusión.
Antes de arriesgar más conjeturas sobre los
escenarios posibles que deberá enfrentar el nuevo gobierno, esperemos los
acontecimientos de los próximos días para ver qué nos espera en la segura transición
de un gobierno para una minoría a uno para las mayorías.