31 de agosto de 2012

Mitos Argentinos. Hoy: "EE.UU.: la 'Gran Democracia del Norte'".

Esta vez abordaremos uno de los mitos nacionales más antiguos y difundidos, y por lo tanto más aceptados sin cuestionar. Desde siempre los medios de difusión suelen citar las "bondades" y "ventajas" del sistema "democrático" estadounidense como referente mundial y ejemplo a imitar. Estas razones explican que este "mito argentino" reine incuestionado en las mesas de cafés, comidas familiares y diálogos circunstanciales cada vez que se habla de democracia y elecciones. Pero, como este humilde servidor público acostumbra dudar de las verdades reveladas instaladas en nuestro "sentido común", veremos que no hay "mito argentino" que se resista a una revisión crítica.
Si uno hace referencia a un sistema como la "Gran Democracia del Norte" lo lógico sería decir que en esta democracia ejemplar todos los ciudadanos participan en igualdad de condiciones para elegir a su presidente, pero resulta que no, que no es así: al presidente de los EE.UU. lo eligen tan sólo 538 personas, quienes deciden por mayoría quién se convertirá en la persona más poderosa del mundo. Así es, porque la elección no es directa sino a través de intermediarios: los miembros del Colegio Electoral, (como era en Argentina hasta 1994). Es que para algunos “el pueblo” no está plenamente capacitado para elegir en forma directa a su conductor…
Pero, más allá de teorizaciones sobre este resabio de otro siglo, analicemos el método estadounidense para la elección de su primer mandatario:

Y es que el sistema político estadounidense está diseñado de forma tal que el ciudadano común no tiene en sus manos la potestad de designar al mandatario. Ello sólo es prerrogativa de los colegios electorales, una reliquia constitucional del siglo XVIII, muy bien aprovechada en función de los intereses del gran capital. El concepto Colegio Electoral abarca a un grupo de "electores" que son nominados por activistas políticos y miembros de los partidos en los estados. Durante los comicios, esos electores, leales a uno u otro candidato, son elegidos por voto popular. En diciembre, después de la votación presidencial, los electores se reúnen en las capitales de sus respectivos estados y emiten sus sufragios para presidente y vicepresidente.
El sistema de colegio electoral fue establecido en el Artículo II, Sección I de la Constitución de los Estados Unidos, y no por ello ha dejado de ser tema de fuertes controversias.
Así ocurrió en los comicios del año 2000, cuando el presidente George W. Bush se llevó una oscura victoria gracias a los vericuetos de ese mecanismo electoral.
Sin tener a su favor la mayoría del voto popular en toda la nación, una maniobra republicana en Florida le dio la victoria al entonces candidato republicano, quien por una turbia diferencia de 537 votos, ganó el estado, y junto con él la Casa Blanca.
(En Estados Unidos) existen 538 votos electorales divididos entre los 50 estados y el Distrito de Columbia. Cada estado tiene un elector por cada uno de sus miembros en el Congreso: uno por cada legislador de la Cámara de Representantes (determinado por la población estatal) y uno por cada senador (cada estado tiene dos). Un candidato necesita la mitad más uno de los votos electorales, es decir 270, para llegar a la presidencia.

La mayoría de los estados conceden todos sus votos electorales al candidato que ha ganado la votación popular en el estado. Los electores luego emiten dos votos cada uno: uno para presidente y el otro para vicepresidente. Estos sufragios son enviados al Congreso donde son certificados.

Si ningún aspirante a la presidencia obtiene la mayoría de los votos electorales, la Cámara de Representantes debe determinar quién es el ganador entre los tres candidatos que hayan obtenido más votos en el colegio electoral.
Con ese fin, los miembros de la Cámara votan por estados y la delegación de cada territorio deposita un voto.
Si ningún candidato a la vicepresidencia obtiene la mayoría de los votos electorales, el Senado tiene que determinar al ganador entre los dos que hayan obtenido más votos en el colegio electoral.

¿Qué sucede si hay un empate?
Si dos candidatos presidenciales reciben la misma cantidad de votos electorales, la Cámara de Representantes decidirá quién se convierte en presidente y el Senado hará lo propio con el vicepresidente. Esto, si ninguna de las votaciones estatales es impugnada. En los comicios de 2000 varias votaciones estatales fueron impugnadas.

¿En cuántas oportunidades un presidente ganó la votación electoral (y la presidencia) sin triunfar en los sufragios populares?
Tres veces, la más reciente en 2000, cuando la cerrada elección del estado de la Florida forzó un recuento de votos y la intervención de la Corte Suprema que falló a favor del candidato del Partido Republicano George W. Bush. Bush obtuvo 271 votos electorales, a pesar de que el candidato del Partido Demócrata y ex vicepresidente en el gobierno de Bill Clinton, Al Gore ganó la votación popular. Bush logró 50.455.156 sufragios, equivalentes al 47%, y Gore 50.992.335, o 48%. Las otras oportunidades fueron las elecciones de 1876 y 1888.

¿Cómo funciona este Colegio electoral?
El Colegio Electoral funciona únicamente para la elección presidencial, y fue concebido en un período histórico en el cual no había partidos políticos, la población estaba dispersa en un vasto territorio y los medios de comunicación y transporte eran sumamente limitados.
Cada estado tiene su propio sistema para elegir a los miembros del Colegio Electoral. En casi todos los estados, el partido del candidato ganador en ese estado, gana todos los votos, excepto Nebraska y Maine que dividen a sus electores en proporción a la cantidad de votos que ganó cada partido en el estado.Los empleados federales no pueden ser miembros del Colegio Electoral.
Finalmente, hay que señalar que la fractura que sufrió el sistema electoral a raíz de las elecciones de 2000, y el caso patético de Florida que colocó a los Estados Unidos a niveles de cualquier república bananera, obligó como al inicio de los 70's a buscar mecanismos institucionales que corrigieran los graves errores cometidos y devolviera la confianza ciudadana a los procesos electorales.
Habrá que aclarar entonces que no existe un solo sistema electoral, pues los estados definen sus propios sistemas y aun para los condados, que son 3,141, existe la posibilidad de diseñar las reglas electorales para elegir a sus funcionarios locales.



Ahora bien, en Argentina se debate (en realidad se polemiza) desde hace años sobre la forma de elegir a los candidatos de cada partido, si en internas cerradas o abiertas, etc. Veamos entonces qué sucede en la siempre alabada "gran democracia del norte":


¿Cuándo se eligen los candidatos?
Los delegados eligen a los candidatos republicanos entre el 1 al 4 de septiembre en Minnesota y a los demócratas entre el 25 y 28 de agosto en Colorado.

¿Cómo se eligen los delegados?
Se eligen mediante las primarias y caucus que se realizan en los distintos Estados. Estas instancias se diferencian básicamente en que una es secreta y el otro es a mano alzada.

(Sí, leyó bien estimado lector, hay lugares en que se eligen a "mano alzada", como en cualquier consorcio se elige el color de la pintura del frente del edificio.) Analicemos ahora cómo se eligen a sus diputados:

La Cámara de Representantes está formada por miembros elegidos cada dos años. Esta elección funciona también por el sistema de mayorías y en cada circunscripción electoral el candidato que obtenga más votos será el único elegido. El número de Representantes que tiene cada estado está en función del número de habitantes que tenga.

Es decir que no importa cuántos candidatos se presenten por cada circunscripción, el representante será uno; el que saque más votos.
Ahora bien, otra pregunta interesante es ¿todo el mundo puede votar? ¿Es fácil hacerlo?


El ciudadano para ser elector, es decir, para ejercer su derecho al voto, debe registrarse, y para ello deberá ser ciudadano norteamericano, mayor de 18 años de edad. Pero, dependiendo del Estado en que resida, el ciudadano deberá cumplir algunos requisitos adicionales.

Si bien es conocido que Estados Unidos arrastra una de las tasas de participación electoral más bajas de las democracias occidentales, se desconocen, por lo general, requisitos, trabas y dificultades que obstruyen el proceso electoral. La complicación del sistema perjudica sobre todo a las minorías étnicas y, en particular, a los ciudadanos con más bajo nivel de ingresos o de estudios.
Pero además de cuestiones técnicas o burocráticas, las elecciones norteamericanas arrastran una tradición de pequeñas o grandes trampas, de ligeros o pesados fraudes, sutiles o groseras manipulaciones que no son conocidos por la mayoría de la opinión pública.
Otros trabajos e investigación de más largo vuelo acreditan problemas serios en la historia de las elecciones norteamericanas.
Las elecciones se realizan en un día laborable y hay que trasladarse a dónde funcione el colegio electoral que corresponda, por lo que sólo podrán concurrir a las urnas aquellos cuyas obligaciones laborales se lo permitan y dispongan del transporte, entre otras facilidades.


¿Las votaciones son populares en EE.UU.? ¿Los partidos movilizan al electorado para que concurra a las urnas?
Como el voto no es obligatorio y la responsabilidad de votar recae totalmente sobre el ciudadano, muchas personas no votan.
Sólo las personas muy motivadas acuden a las urnas. Tampoco hay un marcado interés de los partidos políticos en movilizar al electorado, porque no existen requisitos mínimos de votos para que los candidatos sean electos en estas elecciones directas, y el que más votos obtenga es el ganador, no importa la cantidad ni el porcentaje que representen del total de los sufragios.
Se constata en Estados Unidos un rechazo generalizado hacia la política y los políticos, basado no sólo en los frecuentes escándalos de corrupción y otras actuaciones reprobables en que se ven involucrados los funcionarios electos y otros personeros, sino también porque los ciudadanos se ven cada vez menos representados por quienes son oficialmente sus representantes.
Por otra parte, cada vez más son menores las diferencias entre los candidatos de uno u otro partido, por lo que los electores no están realmente escogiendo al candidato que encarna el programa político de su preferencia, y la contienda electoral se circunscribe a seleccionar entre personas que se han pronunciado sobre los asuntos de interés del electorado en más o menos los mismos términos, o lo que es peor, han evitado tratar los asuntos espinosos y controversiales durante sus campañas.
La similitud de los pronunciamientos y agendas de los candidatos contendientes no representan una alternativa real para el elector, que está votando, entonces, sobre la base de la personalidad del candidato u otro rasgo superficial, no cuestiones sustantivas.
Este, sin embargo, no es un día de asueto. El estadounidense está obligado a cumplir con su jornada laboral, y sólo puede acudir a votar si es autorizado por su patrón a desatender el puesto de trabajo.
Y es en este sentido donde también entran a jugar los intereses políticos. Los ejecutivos de empresas son más proclives a liberar a sus empleados cuando existen coincidencias en las simpatías hacia uno de los candidatos.





Vemos aquí la razón última de la obligatoriedad del voto en nuestro país, además de que las elecciones se realicen en un día no laborable. Pero sigamos con los “errores” del sistema estadounidense:

El aspirante que gana el voto popular en un estado debe recibir la totalidad de las boletas electorales de dicho territorio.
El número de electores de un estado es igual al número de senadores y representantes del mismo. El Distrito de Columbia, el cual no tiene escaños en el Congreso, cuenta con tres votos electorales.
En los comicios del año 2000, sólo el 54 por ciento de las personas inscritas acudió a las urnas, lo cual es muestra de la apatía política imperante en el país.



Es decir que en el 2000 el presidente más poderoso del planeta (George W. Bush) fue elegido por la mayoría de las 538 personas que a su vez fue elegida (pongamos por caso que obtuvo la mitad más uno de los votos) ¡por el 27% del electorado que estaba inscripto! (Recordemos que Néstor Kirchner obtuvo el 22% de los votos y eso fue considerado como una debilidad intrínsica y una legitimidad pobre.)
Repasemos ahora cuántos partidos políticos existen en esa " ejemplar” democracia:


Los principales partidos políticos son el Partido Republicano y el Partido Demócrata. Los terceros partidos con escasa representación y limitada a algún territorio particular son el Partido Verde, el Partido Libertario y el Partido de la Constitución.
Existen muchos otros partidos menores, como el Partido Paz y Libertad, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido de la Opción Personal, el Partido Write-Ins, el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Partido de la Prohibición, el Partido Comunista Revolucionario y el Partido Centrista.





Este sistema electoral sesgado que privilegia a dos partidos por sobre el pluralismo natural de las sociedades, provoca lógicamente una polarización en el electorado entre demócratas y republicanos, auque ambos partidos contienen sus respectivas ramas de izquierda y derecha. Este sistema polarizador aplicado a nuestra realidad política sería como si en las elecciones de 2003, al no existir una segunda vuelta, el presidente hubiese sido Carlos Menem, hubiese ganado con más de la mitad de los votos y obtenido la mayoría en ambas cámaras del Congreso, mientras que la minoría hubiese pertenecido sólo al Frente para la Victoria. Y en el caso de las últimas elecciones de octubre de 2011 el gobierno de Cristina Fernández hubiese contado con una abrumadora mayoría en el Congreso, y la pequeña minoría resultante de la oposición hubiese sido sólo de congresistas del Frente Amplio Progresista; el resto de los partidos ni siquiera hubiesen colocado un diputado. Es decir que este reforzamiento del presidencialismo mediante la polarización electoral entre dos partidos, característico del sistema "democrático ejemplar" de los EE.UU., haría que los demás partidos argentinos (socialistas, marxistas, trotkistas, macristas, peronista disidente, derechistas, etc) mirarían siempre el partido que se juega en la Cámara de Diputados desde la tribuna, ni en sueños aspirarían a llegar a la presidencia y las alianzas electorales serían devaneos teóricos de especialistas.
Repasemos ahora brevemente la demografía electoral estadounidense resultante de esta polarización forzada de su sociedad:


Según estudios estadísticos los republicanos reciben el respaldo principal de hombres más que de mujeres. En cuanto a estratos socioeconómicos la clase obrera y de bajo ingreso tiende a ser demócrata, mientras los republicanos reciben el apoyo de los sectores de clase alta, de la pequeña, mediana y gran empresa, de los sectores vinculados a la industria y de los militares de carrera ó que han ejercido servicio militar. Étnicamente los republicanos reciben el apoyo mayoritario de la población blanca de origen europeo ya que el 60% de los blancos no hispanos son republicanos, mientras que negros (en un 90%), latinos (alrededor de 70%) y judíos (alrededor del 70%) son principalmente demócratas. De este porcentaje se exceptúa a los cubano-estadounidenses que son el único grupo hispano que vota mayoritariamente por los republicanos.


Religiosamente los protestantes blancos en un 67% (al 2010) y los mormones (73% al 2010) apoyan abrumadoramente al Partido Republicano, mientras que los protestantes negros, los católicos de todas las etnias y los musulmanes son mayormente demócratas. Solo 27% de los ateos y agnósticos estadounidenses son republicanos frente al 64% demócrata.


El Partido Demócrata tiene un apoyo mayoritario por parte de los estudiantes universitarios y los profesionales liberales quienes se definen en un 72% como progresistas frente a un 15% de conservadores. Los científicos se declaran 55% demócratas, 32% independientes y 6% republicanos según datos del Washington Post. Los jóvenes también suelen votar demócrata y desde la elección de Bill Clinton en 1992 los votantes jóvenes han apoyado mayoritariamente a todos los candidatos demócratas. 54% de los votantes entre 18 y 29 años votaron por John Kerry mientras 66% lo hicieron por Barack Obama.


Otro sector de la población que tradicionalmente vota por los demócratas es la clase obrera, los trabajadores sindicalizados y de bajos ingresos. Desde 1930 el Partido Demócrata tiene un estrecho vínculo con los sindicatos los cuales a su vez ejercen una influyente presión y son capaces de una fuerte movilización electoral. Según encuestas de CNN la mayoría de los ciudadanos de clase baja y de reducido ingreso socioeconómico, así como trabajadores sin estudios universitarios tienden a votar por los demócratas. Aún asi los sectores demócratas de clase obrera suelen ser socialmente más conservadores que la base intelectual, profesional y universitaria de tendencias liberales que también vota por los demócratas. 41% de las mujeres se identifican como demócratas y 25% como republicanas.

Otro tema de debate constante en Argentina es el costo de las campañas proselitistas, aunque se avanzó mucho con la última reforma electoral. Veamos qué nos puede "enseñar" la "gran democracia del norte":

Las elecciones en Estados Unidos han ido adquiriendo crecientemente un carácter elitista, debido fundamentalmente a que los gastos de campaña son multimillonarios. El candidato a cualquiera de los cargos electivos tiene que ser rico o contar con el apoyo financiero de éstos para lo cual, obviamente, deberá servir a los intereses de las capas adineradas.
En las elecciones de parciales de noviembre 2006, los gastos de campaña ascendieron a 2.600 millones de dólares, según la cifra total. Pero el costo de la campaña de un solo candidato a la Cámara de Representantes, en este caso por un distrito suburbano de San Diego, California, en el que hubo que celebrar una elección especial en junio de 2006 por el encarcelamiento del titular del escaño, el republicano Randy "Duke" Cunningham, ascendió a 4,5 millones de dólares para favorecer la elección de un candidato republicano, que por supuesto resultó el ganador.
Con todo ello, resulta más que evidente que el altísimo costo de las campañas electorales impide que personas honestas, pero sin recursos financieros, puedan acceder al proceso político por muy buenas que sean sus ideas, intenciones o propuestas. De esta forma, cada vez más las elecciones son competencias de recursos financieros.





Como vemos, no se trata de una democracia bipartidaria (partidos demócrata y republicano) sino que discrimina a los demás partidos, porque las normas están diseñadas a medida de esos partidos, ya que debido a las trabas legales del sistema los resultados siempre filtrarán la participación de candidatos de los partidos “menores”, más pobres y prácticamente ignorados por los medios de difusión.
Mucho se ha debatido y se seguirá debatiendo en nuestro país sobre el sistema de boleta única o boleta sábana, o si debe recurrirse al voto electrónico y en ese caso qué tipo de tecnología. “Aprendamos”, entonces, de los democráticos estadounidenses:

Los ciudadanos pueden votar en colegios electorales, en los que encuentran las papeletas con los nombres de los candidatos. Cada estado regula el sistema elegido para la votación en sí, desde marcadores electrónicos hasta lectores de papeletas que ya se hicieran famosos en el año 2000 en Florida. El temor a que fallen es una preocupación generalizada.

Sábana, electrónico, y hasta cantado.
Estados Unidos es banco de pruebas de todo tipo de innovaciones tecnológicas.
“La informatización de las elecciones crea un gran debate por el uso de las máquinas, las inversiones, el tiempo que estas terminales pueden estar en uso. Por ejemplo, en Virginia el voto es electrónico, pero en Washington puede serlo o con boletas impresas. Hay lugares donde cada uno marca qué candidato elegir, y automáticamente la autoridad de mesa pasa un scaner y envía los datos del sufragio al centro de cómputos. Uno les pregunta si eso no va contra el voto secreto... pero la realidad es que a quienes hacen estas tareas, y a quienes votan, eso no les importa”.
Como el voto no es obligatorio, y sólo pueden hacerlo quienes se empadronan, hay menos votantes. “Incluso suele sufragar un 60 ó 70% de los que se inscriben... No se ven colas.



¿Cuáles fueron las preocupaciones electorales en octubre de 2004?


Los problemas técnicos de la tecnología del voto electrónico han sido ampliamente reconocidos y, en algunos casos, se elaboraron soluciones. De todos modos, el contexto económico, social y político de la introducción de este sistema continúa desatando controversias.
Conflictos de interés entre funcionarios y fabricantes de equipamiento de votación, maniobras partidarias para dominar los nuevos sistemas y la introducción apresurada de la nueva tecnología prenden luces amarillas en la tan políticamente cargada atmósfera previa a las reñidas elecciones presidenciales del 2 de noviembre.
”El nuevo equipamiento ya ha sido objeto de conflicto, y tiene el potencial de originar serias controversias en estas elecciones. Los programas informáticos empleados en estas máquinas no estuvieron disponibles para el control público. Varios estados invirtieron en equipos que no permiten una auditoría manual ni reconteos”, agregó.
A estos cuestionamientos presupuestales y técnicos se suman acusaciones de conflicto de intereses y partidarismo formuladas por instituciones gubernamentales y no gubernamentales contra ciertos fabricantes.
En este contexto, los intentos de introducir nuevas tecnologías de votación en los últimos años resultaron conflictivos en varios estados, incluidos Florida, Maryland, Georgia, Nebraska e Indiana.
En algunos condados de Florida --cuyo gobernador es el hermano del presidente George W. Bush, Jeb--, continúa la guerra de trincheras al respecto. Los conflictos continúan en 15 de los 67 condados, según el capítulo estadual de Causa Común.
El gobierno de Florida no ordenó una auditoría independiente para los sistemas de digitación en pantalla, ni el establecimiento de un sistema de control en papel y decretó en abril la prohibición del escrutinio manual en circuitos con votación electrónica, advirtió Causa Común.


Los cabildeos o "lobbies" y el fraude electoral.

Muy relacionado con lo anterior está el papel que desempeñan en las elecciones los cabilderos o lobbies. Esta institución, también conocida como grupos de presión, es parte consustancial del sistema político estadounidense. Se ocupan de representar y abogar por determinados intereses ante las instancias gubernamentales y los miembros del Congreso Federal. Son organizaciones para influir sobre el poder político.
Todo el mundo tiene su lobby o grupo de presión: Israel, Taiwán, los sindicatos, los indios, las empresas petroleras, las de defensa, las farmacéuticas, las de transporte ferroviario, etc. En total, en el área metropolitana de Washington hay 30 000 compañías especializadas en este tipo de actividad. O sea, existen 56 lobbies para cada legislador.
Estas organizaciones participan en los procesos electorales mediante un mecanismo denominado Comités de Acción Política (PAC) que se movilizan para que el candidato que mejor representa a los intereses del lobby resulte electo. Esta movilización implica campañas a favor del candidato, ya sea en los medios de comunicación o mediante la organización de banquetes y reuniones
, envío de información por correo y posters, entre otros mecanismos publicitarios. Y en cuanto a las contribuciones para las campañas electorales, son de suma importancia, porque los individuos tienen límites legales sobre estas contribuciones, pero estas agrupaciones los sobrepasan.
La llamada Fundación Nacional Cubano-Americana, cuya razón de ser dentro del sistema político norteamericano es demandar y defender las acciones anticubanas de la política de Estados Unidos contra Cuba, y la elección o reelección de candidatos que mantengan las posturas agresivas (contra Cuba), es un caso típico de lobby.
Otros de los rasgos más negativos del sistema electoral norteamericano es el fraude, que se puso de manifiesto de forma dramática en las elecciones presidenciales del 2000, en las que resultó electo el presidente George W. Bush. Las irregularidades del proceso electoral en el estado de La Florida — en que la ultraderecha de origen cubano tuvo una participación importante- y la decisión de la Corte Suprema de suspender el conteo de votos allí, hicieron que el ascenso de Bush a la Casa Blanca se realizara en el medio de serias dudas acerca de la legitimidad de su mandato, de la transparencia y legalidad del sistema electoral en su conjunto.
Mientras todo esto tiene lugar, Estados Unidos pretende cuestionar y descalificar todo proceso político que se aparte de su "modelo" de democracia representativa, intenta "supervisar" elecciones en cualquier parte del mundo y presenta su sistema político como "el (...) que todos los Estados deben adoptar para ser considerados democráticos".


Veamos ahora qué opina sobre el tema un expresidente de EE.UU., Jimmy Carter:

“De hecho, de las 92 elecciones que hemos monitoreado, yo diría que el proceso electoral en Venezuela es el mejor del mundo”. Con la posterior explicación de que el hecho de que sea totalmente automatizado facilita la verificación de las elecciones y esa es su mayor ventaja.
Pero Jimmy Carter no sólo aprovechó la conferencia para opinar acerca de la efectividad del sistema electoral en Venezuela, sino que también declaró: “mientras los sistemas comiciales en América Latina han mejorado significativament
e, en Estados Unidos se ha consolidado una corrupción financiera vinculada a los procesos electorales, alimentada por resoluciones que han facilitado el flujo de dinero privado a los cofres de los candidatos”.
El ex presidente, que ocupó el cargo en el año ’77, lideró la petición de la Corte Suprema de Estados Unidos para anular una medida del 2010, que declaraba inconstitucional la regulación por parte del gobierno de las donaciones anónimas a organizaciones políticas.
Con relación a este tema, Carter sentenció: “Tenemos uno de los peores procesos electorales en el mundo, debido a la afluencia excesiva de dinero privado”.

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En Argentina no es bien visto que las religiones influyan en las posiciones políticas, y menos aún que se apele al discurso religioso para atraer votos. No es así en la gran democracia del norte, donde es habitual la apelación al discurso religioso de parte de los políticos, y el factor religioso es súmamente influyente en los votantes. Pero esto se ve agravado por el dogmatismo de ciertas corrientes religiosas (creacionismo), las que explican en buena medida la visión fundamentalista (paternalista, imperialista) de algunas políticas de gobierno. Vayamos a las cifras:


Casi la mitad de los estadunidenses, 46 por ciento, tiene una visión creacionista del origen humano, destacó hoy aquí una encuesta de la firma Gallup. Señaló que la cifra entre los que creen que Dios creó a los humanos en su forma actual en algún momento en los pasados 10 mil años se mantiene esencialmente sin cambios en comparación con hace 30 años, cuando Gallup formuló por primera vez la pregunta. Una tercera parte de los estadunidenses, 32 por ciento, cree que los humanos evolucionaron, pero con la guía de Dios, y 15 por ciento considera que los humanos evolucionaron sin que Dios tome parte en ese proceso. La encuesta indicó que 67 por ciento de los que van a la iglesia semanalmente creen que Dios creó a los humanos, una cifra muy superior al 25 por ciento de los que casi nunca van a la iglesia y que comparten esa visión. A nivel de partidos políticos, 58 por ciento de los republicanos cree que Dios creó a los humanos, idea con la cual coincide 39 por ciento de los independientes y 41 por ciento de los demócratas. Entre los posgraduados, 25 por ciento cree que Dios creó a los humanos, opinión con la que coincide 46 por ciento de los graduados universitarios y 52 por ciento de lo que tienen secundaria o menos nivel educativo. El sondeo de Gallup, en conjunto con el diario USA Today.

Como vemos, la "gran democracia del norte" deja mucho de desear en materia de la verdadera democracia. Pero parece que, en realidad, su sistema nunca se propuso ser democrático... Veamos:

El sistema político estadounidense se basa en conceptos políticos muy alejados de los que se practican en el resto del mundo. La Constitución de 1787 se proclama republicana, no democrática: fue redactada por los padres fundadores para defender el interés general "contra la tiranía de la mayoría".
No reconoce la soberanía popular sino la de los Estados federados, que tienen cada uno su propia constitución y reglas políticas propias. Con el transcurso de la Historia, al ser adoptado el sufragio universal por todos los Estados federados e ir extendiéndose este a todas las categorías étnicas, la elección del presidente se convirtió en definitiva en una elección en segundo grado que se realiza por intermedio de un colegio de grandes electores designados por la población en cada Estado.
Inspirándose en el análisis de Montesquieu, los padres fundadores se ocuparon de organizar una estricta separación de poderes. Sin embargo, durante la elección del 2000 fue el poder judicial, la Corte Suprema en ese caso, quien, al pronunciarse sobre un litigio en particular, designó de facto al presidente. Y, como se sabe, la mayoría de los miembros de la Corte que designó a George W. Bush habían sido nombrados por George H. Bush, el padre.
En este contexto político-religioso, la elección está sometida a la menor cantidad de reglas posibles. Existen así cifras que limitan las donaciones destinadas a financiar las campañas, pero basta con entregarlas a asociaciones periféricas para sortear este obstáculo. Y no hay, en todo caso, nada que imponga límites al gasto de los candidatos.
En enero de 2004, George W. Bush acumulaba ya oficialmente donaciones por más de 110 millones de dólares, mientras que su principal adversario alcanzaba a penas los 40 millones. Esta diferencia seguirá aumentado en los meses siguientes. Los expertos estiman que Bush podría (haber gastado) directamente más de 300 millones de dólares en total, suma inalcanzable para sus competidores.
Ya que la elección no tiene como objetivo la expresión de la soberanía popular, sino permitir cuando más un arbitraje popular, el conteo de los votos no pertenece al pueblo.
Las autoridades locales encargadas de la organización del voto rivalizan en astucia para abaratarlas al máximo. Teniendo en cuenta la gran cantidad de mandatos y referendos que dan lugar a un voto, se busca agrupar los escrutinios. La elección presidencial coincide con un importante número de votaciones. De ahí que se haya recurrido sucesivamente a la utilización de empleados temporales en el conteo, después a sociedades privadas y, finalmente, a las máquinas de votar.
El progreso técnico permite actualmente el uso de máquinas electrónicas en las cabinas electorales y de Internet para el voto por correspondencia. Los estados de Georgia y Maryland acaban de adoptar estos métodos modernos, que se extenderían progresivamente a gran parte del país. Sin embargo, estos no ofrecen ninguna garantía de sinceridad ni de confidencialidad. Resulta extremadamente fácil modificar o piratear los programas utilizados.
A partir de ahí, es posible votar varias veces, modificar los votos de otros y conocer la identidad de los votantes. De las tres sociedades presentes en ese mercado, Diebold Inc. parece ser la empresa llamada a obtener los pedidos públicos. Sin embargo, se ha demostrado lo fácil que resulta «hackear» sus máquinas. Y, «the last, but not the least», se ha sabido que el director general de Diebold, Walden O’Dell, fue uno de los principales responsables de la búsqueda de fondos a favor del candidato Bush. Incluso presidió la reunión de los Rangers and Pionneers, benefactores de la campaña, que tuvo lugar en agosto pasado en el rancho presidencial de Crawford.
Además, hay que tener muy en cuenta el proceso post-votación. En las dos últimas elecciones el proceso de recuento se hizo largo y polémico; las especiales leyes electorales de este pais son la clave. Para votar hay que estar registrado con antelación, de ahí la histórica abstención. Los trámites cuestan tiempo -hay que registrarse previamente para votar- y diner
o -unos 200 dólares el documento de identidad- y además si hay dudas sobre antecedentes penales, seguridad del colegio electoral o identidad del votante, el voto pasa a ser provisional, por lo que el escrutinio sufre un importante retraso. De ahí los sorpredentes vaivenes de los resultados en 2004, cuando se registro un cambio de vencedor casi diario.
Los partidos políticos tradicionales de Estados Unidos, el Demócrata y el Republicano, son los principales contendientes en las elecciones a todos los niveles, aunque, por supuesto, no son los únicos que existen, pero sí monopolizan el juego político electoral, al punto de ser considerados poco más que coaliciones electorales en pugna por ocupar los cargos electivos.
Aunque el sistema político norteamericano se presenta a sí mismo como una democracia, ninguno de los documentos fundacionales de la república, o sea la Declaración de Independencia de 1776 y la Constitución de 1787, pilar central de sistema político norteamericano y aún vigente, mencionan la palabra "democracia".
De hecho, los principios sobre los que se erigió este sistema, como el de "balance y contrapeso", entre las tres ramas de gobierno, la Ejecutiva, la Legislativa y la Judicial; el férreo control de los cargos electivos por parte de los dos partidos principales, y la elección como la única forma de participación de los ciudadanos en los procesos políticos, indican que el sistema político norteamericano fue diseñado para que los poderes del Estado gestado a partir de la independencia de las Trece Colonias británicas quedaran firmemente en manos de la clase burguesa dominante, y no fueran amenazados sus intereses por la irrupción de las masas con sus demandas democráticas.

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En Argentina se menoscaba la democracia interna de los partidos porque se considera que está manejado por punteros políticos y burócratas, por eso es bienvenida una clase de transparencia y democracia interna de los partidos políticos de la "Gran Democracia del Norte". Veámosla en acción y aprendamos de ella...:

El Comité Nacional del partico Demócrata, por conveniencia, aprobó incluir una mención a Dios y reconocer a Jerusalem como la capital indivisa de Israel en su plataforma, en contra de la voluntad de sus delegados. Para hacer la enmienda a la plataforma se necesitaba un "sí" en dos tercios de los delegados. Como se oye en el audio, el voto fue mayoritario inclinándose al no. Sin embargo el presidente de la convención Antonio Villaraigosa, después del tercer llamado a votar dijo que la enmienda fue aceptada. La incredulidad y disgusto reinantes en el centro de convenciones y los "no" que gritaban algunos indignados entre los miles de delegados asistentes hicieron que tuviera que repetirse tres veces la votación sobre la modificación de la plataforma, que había sido aprobada apenas ayer sin mención a Dios ni a Jerusalén.
El portal de noticias estadounidense Politico afirmó que el propio mandatario ordenó personalmente los cambios y que reaccionó con sorpresa al hecho de que la primera versión aprobada de la plataforma no contuviera la mención de Dios. La revisión llegó en momentos en que Obama busca captar el voto de blancos de clase trabajadora, muchos de los cuales son cristianos practicantes, y en que los republicanos intentan alejar de los demócratas a votantes y donantes de fondos judíos. El párrafo sobre Jerusalén dice que "es y será la capital de Israel. Las partes (del conflicto en Medio riente, israelíes y palestinos) han acordado que Jerusalén es una cuestión cuyo estatus final debe ser objeto de negociaciones.
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Veamos ahora las dicácticas imágenes de la democracia interna estadounidense en plena acción:


Columna de Internacionales de Pedro Brieger. Controvertida votación en la convención del Partido Demócrata.




Pero si esto sucede en las convenciones, veamos lo que puede suceder en la votación misma a través de una investigación periodística.


El doble estándar electoral norteamericano.
En la cámara oculta del informe de RT, se ve cómo un ciudadano (en realidad, un investigador periodístico) que dice llamarse Eric Holder y haberse olvidado el documento, es igualmente autorizado a votar. El nombre de Eric Holder no es gratuito: se trata del fiscal general de los EE.UU.
Jonathan Simon, director de la Alianza de Defensa de las Elecciones, advierte que “incluso el Centro Carter, que juega un papel supervisando elecciones en el extranjero, se niega a hacer lo mismo en Estados Unidos argumentando que no cumple con los mínimos estándares de integridad”.
El doble estándar, entonces, se pone de manifiesto cuando desde la prensa norteamericana se critica toda elección donde sus veedores no son aceptados o cuando resultan de ellas gobiernos que no les son adictos, mientras en su propio país el sistema electoral está fuertemente sospechado o al menos exhibe grandes fisuras.
Elecciones presidenciales que, por cierto, se llevarán a cabo el próximo martes 6 de noviembre.





Y ya a esta altura podemos afirmar que el mito de “la gran democracia del norte” es sólo eso: un mito. Otro de los tantos Mitos Argentinos que analizamos aquí. Para terminar, reproducimos aquí un pertinente comentario final sobre el la democracia de los EE.UU.:


El sistema electoral norteamericano, a pesar de su carácter medular en el sistema político de ese país, presenta una serie de contradicciones cada vez más pronunciadas. La participación de los ciudadanos en los procesos electorales, ya sea como electores o como candidatos, presenta serios impedimentos, que hacen que la práctica se aleje cada vez más de lo que puede considerarse paradigmático en el ejercicio de la democracia.


Para elaborar este análisis se utilizaron las siguientes fuentes:

Wikipedia
Agencia Informe de Prensa Internacional (IPI)
UFA
Diario Registrado

Más datos sobre sistemas electorales en la Universidad Autónoma de Madrid



Más mitos criollos analizados en el compendio de Mitos Argentinos.


30 de agosto de 2012

Mitos Argentinos. Hoy: "EE.UU., la 'Gran Democracia del Norte'".

Esta vez abordaremos uno de los mitos nacionales más antiguos y difundidos, y por lo tanto más aceptados sin cuestionar. Desde siempre los medios de difusión suelen citar las "bondades" y "ventajas" del sistema "democrático" estadounidense como referente mundial y ejemplo a imitar. Estas razones explican que este "mito argentino" reine incuestionado en las mesas de cafés, comidas familiares y diálogos circunstanciales cada vez que se habla de democracia y elecciones. Pero, como este humilde servidor público acostumbra dudar de las verdades reveladas instaladas en nuestro "sentido común", veremos que no hay "mito argentino" que se resista a una revisión crítica.
Si uno hace referencia a un sistema como la "Gran Democracia del Norte" lo lógico sería decir que en esta democracia ejemplar todos los ciudadanos participan en igualdad de condiciones para elegir a su presidente, pero resulta que no, que no es así: al presidente de los EE.UU. lo eligen tan sólo 538 personas, quienes deciden por mayoría quién se convertirá en la persona más poderosa del mundo. Así es, porque la elección no es directa sino a través de intermediarios: los miembros del Colegio Electoral, (como era en Argentina hasta 1994). Es que para algunos “el pueblo” no está plenamente capacitado para elegir en forma directa a su conductor…
Pero, más allá de teorizaciones sobre este resabio de otro siglo, analicemos el método estadounidense para la elección de su primer mandatario:

Y es que el sistema político estadounidense está diseñado de forma tal que el ciudadano común no tiene en sus manos la potestad de designar al mandatario. Ello sólo es prerrogativa de los colegios electorales, una reliquia constitucional del siglo XVIII, muy bien aprovechada en función de los intereses del gran capital. El concepto Colegio Electoral abarca a un grupo de "electores" que son nominados por activistas políticos y miembros de los partidos en los estados. Durante los comicios, esos electores, leales a uno u otro candidato, son elegidos por voto popular. En diciembre, después de la votación presidencial, los electores se reúnen en las capitales de sus respectivos estados y emiten sus sufragios para presidente y vicepresidente.
El sistema de colegio electoral fue establecido en el Artículo II, Sección I de la Constitución de los Estados Unidos, y no por ello ha dejado de ser tema de fuertes controversias.
Así ocurrió en los comicios del año 2000, cuando el presidente George W. Bush se llevó una oscura victoria gracias a los vericuetos de ese mecanismo electoral.
Sin tener a su favor la mayoría del voto popular en toda la nación, una maniobra republicana en Florida le dio la victoria al entonces candidato republicano, quien por una turbia diferencia de 537 votos, ganó el estado, y junto con él la Casa Blanca.
(En Estados Unidos) existen 538 votos electorales divididos entre los 50 estados y el Distrito de Columbia. Cada estado tiene un elector por cada uno de sus miembros en el Congreso: uno por cada legislador de la Cámara de Representantes (determinado por la población estatal) y uno por cada senador (cada estado tiene dos). Un candidato necesita la mitad más uno de los votos electorales, es decir 270, para llegar a la presidencia.

La mayoría de los estados conceden todos sus votos electorales al candidato que ha ganado la votación popular en el estado. Los electores luego emiten dos votos cada uno: uno para presidente y el otro para vicepresidente. Estos sufragios son enviados al Congreso donde son certificados.

Si ningún aspirante a la presidencia obtiene la mayoría de los votos electorales, la Cámara de Representantes debe determinar quién es el ganador entre los tres candidatos que hayan obtenido más votos en el colegio electoral.
Con ese fin, los miembros de la Cámara votan por estados y la delegación de cada territorio deposita un voto.
Si ningún candidato a la vicepresidencia obtiene la mayoría de los votos electorales, el Senado tiene que determinar al ganador entre los dos que hayan obtenido más votos en el colegio electoral.

¿Qué sucede si hay un empate?
Si dos candidatos presidenciales reciben la misma cantidad de votos electorales, la Cámara de Representantes decidirá quién se convierte en presidente y el Senado hará lo propio con el vicepresidente. Esto, si ninguna de las votaciones estatales es impugnada. En los comicios de 2000 varias votaciones estatales fueron impugnadas.

¿En cuántas oportunidades un presidente ganó la votación electoral (y la presidencia) sin triunfar en los sufragios populares?
Tres veces, la más reciente en 2000, cuando la cerrada elección del estado de la Florida forzó un recuento de votos y la intervención de la Corte Suprema que falló a favor del candidato del Partido Republicano George W. Bush. Bush obtuvo 271 votos electorales, a pesar de que el candidato del Partido Demócrata y ex vicepresidente en el gobierno de Bill Clinton, Al Gore ganó la votación popular. Bush logró 50.455.156 sufragios, equivalentes al 47%, y Gore 50.992.335, o 48%. Las otras oportunidades fueron las elecciones de 1876 y 1888.

¿Cómo funciona este Colegio electoral?
El Colegio Electoral funciona únicamente para la elección presidencial, y fue concebido en un período histórico en el cual no había partidos políticos, la población estaba dispersa en un vasto territorio y los medios de comunicación y transporte eran sumamente limitados.
Cada estado tiene su propio sistema para elegir a los miembros del Colegio Electoral. En casi todos los estados, el partido del candidato ganador en ese estado, gana todos los votos, excepto Nebraska y Maine que dividen a sus electores en proporción a la cantidad de votos que ganó cada partido en el estado.Los empleados federales no pueden ser miembros del Colegio Electoral.
Finalmente, hay que señalar que la fractura que sufrió el sistema electoral a raíz de las elecciones de 2000, y el caso patético de Florida que colocó a los Estados Unidos a niveles de cualquier república bananera, obligó como al inicio de los 70's a buscar mecanismos institucionales que corrigieran los graves errores cometidos y devolviera la confianza ciudadana a los procesos electorales.
Habrá que aclarar entonces que no existe un solo sistema electoral, pues los estados definen sus propios sistemas y aun para los condados, que son 3,141, existe la posibilidad de diseñar las reglas electorales para elegir a sus funcionarios locales.



Ahora bien, en Argentina se debate (en realidad se polemiza) desde hace años sobre la forma de elegir a los candidatos de cada partido, si en internas cerradas o abiertas, etc. Veamos entonces qué sucede en la siempre alabada "gran democracia del norte":


¿Cuándo se eligen los candidatos?
Los delegados eligen a los candidatos republicanos entre el 1 al 4 de septiembre en Minnesota y a los demócratas entre el 25 y 28 de agosto en Colorado.

¿Cómo se eligen los delegados?
Se eligen mediante las primarias y caucus que se realizan en los distintos Estados. Estas instancias se diferencian básicamente en que una es secreta y el otro es a mano alzada.

(Sí, leyó bien estimado lector, hay lugares en que se eligen a "mano alzada", como en cualquier consorcio se elige el color de la pintura del frente del edificio.) Analicemos ahora cómo se eligen a sus diputados:


La Cámara de Representantes está formada por miembros elegidos cada dos años. Esta elección funciona también por el sistema de mayorías y en cada circunscripción electoral el candidato que obtenga más votos será el único elegido. El número de Representantes que tiene cada estado está en función del número de habitantes que tenga.

Es decir que no importa cuántos candidatos se presenten por cada circunscripción, el representante será uno; el que saque más votos.
Ahora bien, otra pregunta interesante es ¿todo el mundo puede votar? ¿Es fácil hacerlo?


El ciudadano para ser elector, es decir, para ejercer su derecho al voto, debe registrarse, y para ello deberá ser ciudadano norteamericano, mayor de 18 años de edad. Pero, dependiendo del Estado en que resida, el ciudadano deberá cumplir algunos requisitos adicionales.

Si bien es conocido que Estados Unidos arrastra una de las tasas de participación electoral más bajas de las democracias occidentales, se desconocen, por lo general, requisitos, trabas y dificultades que obstruyen el proceso electoral. La complicación del sistema perjudica sobre todo a las minorías étnicas y, en particular, a los ciudadanos con más bajo nivel de ingresos o de estudios.
Pero además de cuestiones técnicas o burocráticas, las elecciones norteamericanas arrastran una tradición de pequeñas o grandes trampas, de ligeros o pesados fraudes, sutiles o groseras manipulaciones que no son conocidos por la mayoría de la opinión pública.
Otros trabajos e investigación de más largo vuelo acreditan problemas serios en la historia de las elecciones norteamericanas.
Las elecciones se realizan en un día laborable y hay que trasladarse a dónde funcione el colegio electoral que corresponda, por lo que sólo podrán concurrir a las urnas aquellos cuyas obligaciones laborales se lo permitan y dispongan del transporte, entre otras facilidades.


¿Las votaciones son populares en EE.UU.? ¿Los partidos movilizan al electorado para que concurra a las urnas?
Como el voto no es obligatorio y la responsabilidad de votar recae totalmente sobre el ciudadano, muchas personas no votan.
Sólo las personas muy motivadas acuden a las urnas. Tampoco hay un marcado interés de los partidos políticos en movilizar al electorado, porque no existen requisitos mínimos de votos para que los candidatos sean electos en estas elecciones directas, y el que más votos obtenga es el ganador, no importa la cantidad ni el porcentaje que representen del total de los sufragios.
Se constata en Estados Unidos un rechazo generalizado hacia la política y los políticos, basado no sólo en los frecuentes escándalos de corrupción y otras actuaciones reprobables en que se ven involucrados los funcionarios electos y otros personeros, sino también porque los ciudadanos se ven cada vez menos representados por quienes son oficialmente sus representantes.
Por otra parte, cada vez más son menores las diferencias entre los candidatos de uno u otro partido, por lo que los electores no están realmente escogiendo al candidato que encarna el programa político de su preferencia, y la contienda electoral se circunscribe a seleccionar entre personas que se han pronunciado sobre los asuntos de interés del electorado en más o menos los mismos términos, o lo que es peor, han evitado tratar los asuntos espinosos y controversiales durante sus campañas.
La similitud de los pronunciamientos y agendas de los candidatos contendientes no representan una alternativa real para el elector, que está votando, entonces, sobre la base de la personalidad del candidato u otro rasgo superficial, no cuestiones sustantivas.
Este, sin embargo, no es un día de asueto. El estadounidense está obligado a cumplir con su jornada laboral, y sólo puede acudir a votar si es autorizado por su patrón a desatender el puesto de trabajo.
Y es en este sentido donde también entran a jugar los intereses políticos. Los ejecutivos de empresas son más proclives a liberar a sus empleados cuando existen coincidencias en las simpatías hacia uno de los candidatos.


Vemos aquí la razón última de la obligatoriedad del voto en nuestro país, además de que las elecciones se realicen en un día no laborable. Pero sigamos con los “errores” del sistema estadounidense:

El aspirante que gana el voto popular en un estado debe recibir la totalidad de las boletas electorales de dicho territorio.
El número de electores de un estado es igual al número de senadores y representantes del mismo. El Distrito de Columbia, el cual no tiene escaños en el Congreso, cuenta con tres votos electorales.
En los comicios del año 2000, sólo el 54 por ciento de las personas inscritas acudió a las urnas, lo cual es muestra de la apatía política imperante en el país.


Es decir que en el 2000 el presidente más poderoso del planeta (George W. Bush) fue elegido por la mayoría de las 538 personas que a su vez fue elegida (pongamos por caso que obtuvo la mitad más uno de los votos) ¡por el 27% del electorado que estaba inscripto! (Recordemos que Néstor Kirchner obtuvo el 22% de los votos y eso fue considerado como una debilidad intrínsica y una legitimidad pobre.)
Repasemos ahora cuántos partidos políticos existen en esa " ejemplar” democracia:


Los principales partidos políticos son el Partido Republicano y el Partido Demócrata. Los terceros partidos con escasa representación y limitada a algún territorio particular son el Partido Verde, el Partido Libertario y el Partido de la Constitución.
Existen muchos otros partidos menores, como el Partido Paz y Libertad, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido de la Opción Personal, el Partido Write-Ins, el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Partido de la Prohibición, el Partido Comunista Revolucionario y el Partido Centrista.


Este sistema electoral sesgado que privilegia a dos partidos por sobre el pluralismo natural de las sociedades, provoca lógicamente una polarización en el electorado entre demócratas y republicanos, auque ambos partidos contienen sus respectivas ramas de izquierda y derecha. Este sistema polarizador aplicado a nuestra realidad política sería como si en las elecciones de 2003, al no existir una segunda vuelta, el presidente hubiese sido Carlos Menem, hubiese ganado con más de la mitad de los votos y obtenido la mayoría en ambas cámaras del Congreso, mientras que la minoría hubiese pertenecido sólo al Frente para la Victoria. Y en el caso de las últimas elecciones de octubre de 2011 el gobierno de Cristina Fernández hubiese contado con una abrumadora mayoría en el Congreso, y la pequeña minoría resultante de la oposición hubiese sido sólo de congresistas del Frente Amplio Progresista; el resto de los partidos ni siquiera hubiesen colocado un diputado. Es decir que este reforzamiento del presidencialismo mediante la polarización electoral entre dos partidos, característico del sistema "democrático ejemplar" de los EE.UU., haría que los demás partidos argentinos (socialistas, marxistas, trotkistas, macristas, peronista disidente, derechistas, etc) mirarían siempre el partido que se juega en la Cámara de Diputados desde la tribuna, ni en sueños aspirarían a llegar a la presidencia y las alianzas electorales serían devaneos teóricos de especialistas.
Repasemos ahora brevemente la demografía electoral estadounidense resultante de esta polarización forzada de su sociedad:


Según estudios estadísticos los republicanos reciben el respaldo principal de hombres más que de mujeres. En cuanto a estratos socioeconómicos la clase obrera y de bajo ingreso tiende a ser demócrata, mientras los republicanos reciben el apoyo de los sectores de clase alta, de la pequeña, mediana y gran empresa, de los sectores vinculados a la industria y de los militares de carrera ó que han ejercido servicio militar. Étnicamente los republicanos reciben el apoyo mayoritario de la población blanca de origen europeo ya que el 60% de los blancos no hispanos son republicanos, mientras que negros (en un 90%), latinos (alrededor de 70%) y judíos (alrededor del 70%) son principalmente demócratas. De este porcentaje se exceptúa a los cubano-estadounidenses que son el único grupo hispano que vota mayoritariamente por los republicanos.


Religiosamente los protestantes blancos en un 67% (al 2010) y los mormones (73% al 2010) apoyan abrumadoramente al Partido Republicano, mientras que los protestantes negros, los católicos de todas las etnias y los musulmanes son mayormente demócratas. Solo 27% de los ateos y agnósticos estadounidenses son republicanos frente al 64% demócrata.

El Partido Demócrata tiene un apoyo mayoritario por parte de los estudiantes universitarios y los profesionales liberales quienes se definen en un 72% como progresistas frente a un 15% de conservadores. Los científicos se declaran 55% demócratas, 32% independientes y 6% republicanos según datos del Washington Post. Los jóvenes también suelen votar demócrata y desde la elección de Bill Clinton en 1992 los votantes jóvenes han apoyado mayoritariamente a todos los candidatos demócratas. 54% de los votantes entre 18 y 29 años votaron por John Kerry mientras 66% lo hicieron por Barack Obama.

Otro sector de la población que tradicionalmente vota por los demócratas es la clase obrera, los trabajadores sindicalizados y de bajos ingresos. Desde 1930 el Partido Demócrata tiene un estrecho vínculo con los sindicatos los cuales a su vez ejercen una influyente presión y son capaces de una fuerte movilización electoral. Según encuestas de CNN la mayoría de los ciudadanos de clase baja y de reducido ingreso socioeconómico, así como trabajadores sin estudios universitarios tienden a votar por los demócratas. Aún asi los sectores demócratas de clase obrera suelen ser socialmente más conservadores que la base intelectual, profesional y universitaria de tendencias liberales que también vota por los demócratas. 41% de las mujeres se identifican como demócratas y 25% como republicanas.

Otro tema de debate constante en Argentina es el costo de las campañas proselitistas, aunque se avanzó mucho con la última reforma electoral. Veamos qué nos puede "enseñar" la "gran democracia del norte":

Las elecciones en Estados Unidos han ido adquiriendo crecientemente un carácter elitista, debido fundamentalmente a que los gastos de campaña son multimillonarios. El candidato a cualquiera de los cargos electivos tiene que ser rico o contar con el apoyo financiero de éstos para lo cual, obviamente, deberá servir a los intereses de las capas adineradas.
En las elecciones de parciales de noviembre 2006, los gastos de campaña ascendieron a 2.600 millones de dólares, según la cifra total. Pero el costo de la campaña de un solo candidato a la Cámara de Representantes, en este caso por un distrito suburbano de San Diego, California, en el que hubo que celebrar una elección especial en junio de 2006 por el encarcelamiento del titular del escaño, el republicano Randy "Duke" Cunningham, ascendió a 4,5 millones de dólares para favorecer la elección de un candidato republicano, que por supuesto resultó el ganador.
Con todo ello, resulta más que evidente que el altísimo costo de las campañas electorales impide que personas honestas, pero sin recursos financieros, puedan acceder al proceso político por muy buenas que sean sus ideas, intenciones o propuestas. De esta forma, cada vez más las elecciones son competencias de recursos financieros.


Como vemos, no se trata de una democracia bipartidaria (partidos demócrata y republicano) sino que discrimina a los demás partidos, porque las normas están diseñadas a medida de esos partidos, ya que debido a las trabas legales del sistema los resultados siempre filtrarán la participación de candidatos de los partidos “menores”, más pobres y prácticamente ignorados por los medios de difusión.
Mucho se ha debatido y se seguirá debatiendo en nuestro país sobre el sistema de boleta única o boleta sábana, o si debe recurrirse al voto electrónico y en ese caso qué tipo de tecnología. “Aprendamos”, entonces, de los democráticos estadounidenses:


Los ciudadanos pueden votar en colegios electorales, en los que encuentran las papeletas con los nombres de los candidatos. Cada estado regula el sistema elegido para la votación en sí, desde marcadores electrónicos hasta lectores de papeletas que ya se hicieran famosos en el año 2000 en Florida. El temor a que fallen es una preocupación generalizada.

Sábana, electrónico, y hasta cantado.
Estados Unidos es banco de pruebas de todo tipo de innovaciones tecnológicas.
“La informatización de las elecciones crea un gran debate por el uso de las máquinas, las inversiones, el tiempo que estas terminales pueden estar en uso. Por ejemplo, en Virginia el voto es electrónico, pero en Washington puede serlo o con boletas impresas. Hay lugares donde cada uno marca qué candidato elegir, y automáticamente la autoridad de mesa pasa un scaner y envía los datos del sufragio al centro de cómputos. Uno les pregunta si eso no va contra el voto secreto... pero la realidad es que a quienes hacen estas tareas, y a quienes votan, eso no les importa”.
Como el voto no es obligatorio, y sólo pueden hacerlo quienes se empadronan, hay menos votantes. “Incluso suele sufragar un 60 ó 70% de los que se inscriben... No se ven colas.

¿Cuáles fueron las preocupaciones electorales en octubre de 2004?
Los problemas técnicos de la tecnología del voto electrónico han sido ampliamente reconocidos y, en algunos casos, se elaboraron soluciones. De todos modos, el contexto económico, social y político de la introducción de este sistema continúa desatando controversias.
Conflictos de interés entre funcionarios y fabricantes de equipamiento de votación, maniobras partidarias para dominar los nuevos sistemas y la introducción apresurada de la nueva tecnología prenden luces amarillas en la tan políticamente cargada atmósfera previa a las reñidas elecciones presidenciales del 2 de noviembre.
”El nuevo equipamiento ya ha sido objeto de conflicto, y tiene el potencial de originar serias controversias en estas elecciones. Los programas informáticos empleados en estas máquinas no estuvieron disponibles para el control público. Varios estados invirtieron en equipos que no permiten una auditoría manual ni reconteos”, agregó.
A estos cuestionamientos presupuestales y técnicos se suman acusaciones de conflicto de intereses y partidarismo formuladas por instituciones gubernamentales y no gubernamentales contra ciertos fabricantes.
En este contexto, los intentos de introducir nuevas tecnologías de votación en los últimos años resultaron conflictivos en varios estados, incluidos Florida, Maryland, Georgia, Nebraska e Indiana.
En algunos condados de Florida --cuyo gobernador es el hermano del presidente George W. Bush, Jeb--, continúa la guerra de trincheras al respecto. Los conflictos continúan en 15 de los 67 condados, según el capítulo estadual de Causa Común.
El gobierno de Florida no ordenó una auditoría independiente para los sistemas de digitación en pantalla, ni el establecimiento de un sistema de control en papel y decretó en abril la prohibición del escrutinio manual en circuitos con votación electrónica, advirtió Causa Común.


Los cabildeos o "lobbies" y el fraude electoral.
Muy relacionado con lo anterior está el papel que desempeñan en las elecciones los cabilderos o lobbies. Esta institución, también conocida como grupos de presión, es parte consustancial del sistema político estadounidense. Se ocupan de representar y abogar por determinados intereses ante las instancias gubernamentales y los miembros del Congreso Federal. Son organizaciones para influir sobre el poder político.
Todo el mundo tiene su lobby o grupo de presión: Israel, Taiwán, los sindicatos, los indios, las empresas petroleras, las de defensa, las farmacéuticas, las de transporte ferroviario, etc. En total, en el área metropolitana de Washington hay 30 000 compañías especializadas en este tipo de actividad. O sea, existen 56 lobbies para cada legislador.
Estas organizaciones participan en los procesos electorales mediante un mecanismo denominado Comités de Acción Política (PAC) que se movilizan para que el candidato que mejor representa a los intereses del lobby resulte electo. Esta movilización implica campañas a favor del candidato, ya sea en los medios de comunicación o mediante la organización de banquetes y reuniones
, envío de información por correo y posters, entre otros mecanismos publicitarios. Y en cuanto a las contribuciones para las campañas electorales, son de suma importancia, porque los individuos tienen límites legales sobre estas contribuciones, pero estas agrupaciones los sobrepasan.
La llamada Fundación Nacional Cubano-Americana, cuya razón de ser dentro del sistema político norteamericano es demandar y defender las acciones anticubanas de la política de Estados Unidos contra Cuba, y la elección o reelección de candidatos que mantengan las posturas agresivas (contra Cuba), es un caso típico de lobby.
Otros de los rasgos más negativos del sistema electoral norteamericano es el fraude, que se puso de manifiesto de forma dramática en las elecciones presidenciales del 2000, en las que resultó electo el presidente George W. Bush. Las irregularidades del proceso electoral en el estado de La Florida — en que la ultraderecha de origen cubano tuvo una participación importante- y la decisión de la Corte Suprema de suspender el conteo de votos allí, hicieron que el ascenso de Bush a la Casa Blanca se realizara en el medio de serias dudas acerca de la legitimidad de su mandato, de la transparencia y legalidad del sistema electoral en su conjunto.
Mientras todo esto tiene lugar, Estados Unidos pretende cuestionar y descalificar todo proceso político que se aparte de su "modelo" de democracia representativa, intenta "supervisar" elecciones en cualquier parte del mundo y presenta su sistema político como "el (...) que todos los Estados deben adoptar para ser considerados democráticos".


En Argentina no es bien visto que las religiones influyan en las posiciones políticas, y menos aún que se apele al discurso religioso para atraer votos. No es así en la gran democracia del norte, donde es habitual la apelación al discurso religioso de parte de los políticos, y el factor religioso es súmamente influyente en los votantes. Pero esto se ve agravado por el dogmatismo de ciertas corrientes religiosas (creacionismo), las que explican en buena medida la visión fundamentalista (paternalista, imperialista) de algunas políticas de gobierno. Vayamos a las cifras:


Casi la mitad de los estadunidenses, 46 por ciento, tiene una visión creacionista del origen humano, destacó hoy aquí una encuesta de la firma Gallup. Señaló que la cifra entre los que creen que Dios creó a los humanos en su forma actual en algún momento en los pasados 10 mil años se mantiene esencialmente sin cambios en comparación con hace 30 años, cuando Gallup formuló por primera vez la pregunta. Una tercera parte de los estadunidenses, 32 por ciento, cree que los humanos evolucionaron, pero con la guía de Dios, y 15 por ciento considera que los humanos evolucionaron sin que Dios tome parte en ese proceso. La encuesta indicó que 67 por ciento de los que van a la iglesia semanalmente creen que Dios creó a los humanos, una cifra muy superior al 25 por ciento de los que casi nunca van a la iglesia y que comparten esa visión. A nivel de partidos políticos, 58 por ciento de los republicanos cree que Dios creó a los humanos, idea con la cual coincide 39 por ciento de los independientes y 41 por ciento de los demócratas. Entre los posgraduados, 25 por ciento cree que Dios creó a los humanos, opinión con la que coincide 46 por ciento de los graduados universitarios y 52 por ciento de lo que tienen secundaria o menos nivel educativo. El sondeo de Gallup, en conjunto con el diario USA Today.

Como vemos, la "gran democracia del norte" deja mucho de desear en materia de la verdadera democracia. Pero parece que, en realidad, su sistema nunca se propuso ser democrático... Veamos:

El sistema político estadounidense se basa en conceptos políticos muy alejados de los que se practican en el resto del mundo. La Constitución de 1787 se proclama republicana, no democrática: fue redactada por los padres fundadores para defender el interés general "contra la tiranía de la mayoría".
No reconoce la soberanía popular sino la de los Estados federados, que tienen cada uno su propia constitución y reglas políticas propias. Con el transcurso de la Historia, al ser adoptado el sufragio universal por todos los Estados federados e ir extendiéndose este a todas las categorías étnicas, la elección del presidente se convirtió en definitiva en una elección en segundo grado que se realiza por intermedio de un colegio de grandes electores designados por la población en cada Estado.
Inspirándose en el análisis de Montesquieu, los padres fundadores se ocuparon de organizar una estricta separación de poderes. Sin embargo, durante la elección del 2000 fue el poder judicial, la Corte Suprema en ese caso, quien, al pronunciarse sobre un litigio en particular, designó de facto al presidente. Y, como se sabe, la mayoría de los miembros de la Corte que designó a George W. Bush habían sido nombrados por George H. Bush, el padre.
En este contexto político-religioso, la elección está sometida a la menor cantidad de reglas posibles. Existen así cifras que limitan las donaciones destinadas a financiar las campañas, pero basta con entregarlas a asociaciones periféricas para sortear este obstáculo. Y no hay, en todo caso, nada que imponga límites al gasto de los candidatos.
En enero de 2004, George W. Bush acumulaba ya oficialmente donaciones por más de 110 millones de dólares, mientras que su principal adversario alcanzaba a penas los 40 millones. Esta diferencia seguirá aumentado en los meses siguientes. Los expertos estiman que Bush podría (haber gastado) directamente más de 300 millones de dólares en total, suma inalcanzable para sus competidores.
Ya que la elección no tiene como objetivo la expresión de la soberanía popular, sino permitir cuando más un arbitraje popular, el conteo de los votos no pertenece al pueblo.
Las autoridades locales encargadas de la organización del voto rivalizan en astucia para abaratarlas al máximo. Teniendo en cuenta la gran cantidad de mandatos y referendos que dan lugar a un voto, se busca agrupar los escrutinios. La elección presidencial coincide con un importante número de votaciones. De ahí que se haya recurrido sucesivamente a la utilización de empleados temporales en el conteo, después a sociedades privadas y, finalmente, a las máquinas de votar.
El progreso técnico permite actualmente el uso de máquinas electrónicas en las cabinas electorales y de Internet para el voto por correspondencia. Los estados de Georgia y Maryland acaban de adoptar estos métodos modernos, que se extenderían progresivamente a gran parte del país. Sin embargo, estos no ofrecen ninguna garantía de sinceridad ni de confidencialidad. Resulta extremadamente fácil modificar o piratear los programas utilizados.
A partir de ahí, es posible votar varias veces, modificar los votos de otros y conocer la identidad de los votantes. De las tres sociedades presentes en ese mercado, Diebold Inc. parece ser la empresa llamada a obtener los pedidos públicos. Sin embargo, se ha demostrado lo fácil que resulta «hackear» sus máquinas. Y, «the last, but not the least», se ha sabido que el director general de Diebold, Walden O’Dell, fue uno de los principales responsables de la búsqueda de fondos a favor del candidato Bush. Incluso presidió la reunión de los Rangers and Pionneers, benefactores de la campaña, que tuvo lugar en agosto pasado en el rancho presidencial de Crawford.
Además, hay que tener muy en cuenta el proceso post-votación. En las dos últimas elecciones el proceso de recuento se hizo largo y polémico; las especiales leyes electorales de este pais son la clave. Para votar hay que estar registrado con antelación, de ahí la histórica abstención. Los trámites cuestan tiempo -hay que registrarse previamente para votar- y diner
o -unos 200 dólares el documento de identidad- y además si hay dudas sobre antecedentes penales, seguridad del colegio electoral o identidad del votante, el voto pasa a ser provisional, por lo que el escrutinio sufre un importante retraso. De ahí los sorpredentes vaivenes de los resultados en 2004, cuando se registro un cambio de vencedor casi diario.
Los partidos políticos tradicionales de Estados Unidos, el Demócrata y el Republicano, son los principales contendientes en las elecciones a todos los niveles, aunque, por supuesto, no son los únicos que existen, pero sí monopolizan el juego político electoral, al punto de ser considerados poco más que coaliciones electorales en pugna por ocupar los cargos electivos.
Aunque el sistema político norteamericano se presenta a sí mismo como una democracia, ninguno de los documentos fundacionales de la república, o sea la Declaración de Independencia de 1776 y la Constitución de 1787, pilar central de sistema político norteamericano y aún vigente, mencionan la palabra "democracia".
De hecho, los principios sobre los que se erigió este sistema, como el de "balance y contrapeso", entre las tres ramas de gobierno, la Ejecutiva, la Legislativa y la Judicial; el férreo control de los cargos electivos por parte de los dos partidos principales, y la elección como la única forma de participación de los ciudadanos en los procesos políticos, indican que el sistema político norteamericano fue diseñado para que los poderes del Estado gestado a partir de la independencia de las Trece Colonias británicas quedaran firmemente en manos de la clase burguesa dominante, y no fueran amenazados sus intereses por la irrupción de las masas con sus demandas democráticas.



Pero si esto sucede en las convenciones, veamos lo que puede suceder en la votación misma a través de una investigación periodística.

El doble estándar electoral norteamericano.
En la cámara oculta del informe de RT, se ve cómo un ciudadano (en realidad, un investigador periodístico) que dice llamarse Eric Holder y haberse olvidado el documento, es igualmente autorizado a votar. El nombre de Eric Holder no es gratuito: se trata del fiscal general de los EE.UU.
Jonathan Simon, director de la Alianza de Defensa de las Elecciones, advierte que “incluso el Centro Carter, que juega un papel supervisando elecciones en el extranjero, se niega a hacer lo mismo en Estados Unidos argumentando que no cumple con los mínimos estándares de integridad”.
El doble estándar, entonces, se pone de manifiesto cuando desde la prensa norteamericana se critica toda elección donde sus veedores no son aceptados o cuando resultan de ellas gobiernos que no les son adictos, mientras en su propio país el sistema electoral está fuertemente sospechado o al menos exhibe grandes fisuras.
Elecciones presidenciales que, por cierto, se llevarán a cabo el próximo martes 6 de noviembre.





Y ya aquí podemos afirmar que el mito de “la gran democracia del norte” es sólo eso: un mito. Otro de los tantos Mitos Argentinos que analizamos aquí. Para terminar, reproducimos aquí un pertinente comentario final sobre el la democracia de los EE.UU.:


El sistema electoral norteamericano, a pesar de su carácter medular en el sistema político de ese país, presenta una serie de contradicciones cada vez más pronunciadas. La participación de los ciudadanos en los procesos electorales, ya sea como electores o como candidatos, presenta serios impedimentos, que hacen que la práctica se aleje cada vez más de lo que puede considerarse paradigmático en el ejercicio de la democracia.


Para elaborar este análisis se utilizaron las siguientes fuentes:

Wikipedia



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