13 de diciembre de 2018

El macrismo cumplió su tarea y está acabado pero ¿quién se hará cargo de su pesada herencia?

A tres años de iniciada la que aquí llamamos Revolución Macrista ya es hora de hacer un balance parcial de su gobierno. Más aún si, como parece, Macri intentará su reelección el año próximo.
Aunque el gobierno de Cambiemos nunca contó con mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso, supo hacer pasar todo tipo de leyes apelando a negociaciones políticas (sanctas o non sanctas) y aprietes, propios o a través de los medios afines, hacia legisladores o gobernadores de la oposición. No olvidemos tampoco que desde el día uno contó con la gestión de los tres principales gobiernos: nación, provincia y ciudad de Buenos Aires, con sus tres inmensos presupuestos, además de todas las fuerzas de seguridad nacionales (más los servicios de inteligencia) y de los dos más grandes distritos argentinos. Sin dejar de mencionar a los medios hegemónicos de difusión que (hasta hoy) apoyan fervientemente las medidas gubernamentales y tapan o minimizan cualquier fallo o corrupción que roce a Cambiemos, y agrandan o inventan cualquier caso de corrupción del kirchnerismo.

Decíamos aquí mismo ya a fines de 2015, cuando Cambiemos camuflaba sus intenciones en "mejorar lo que estaba bien y corregir lo que estaba mal" del kirchnerismo, cuáles eran sus verdaderos propósitos a cumplir en su gobierno(1), los que resumiremos así:
Una brutal devaluación del peso, endeudar al país y las provincias en el mercado nacional e internacional, para apelar en finalmente al prestamista de última instancia, el FMI, como tabla de salvación de su inconsistente programa financiero.
Pagarle a los fondos buitres sin reparos todo lo que reclamaron ante el juez Griesa.
Reducir el gasto público hasta límites pornográficos, procurando reducir al máximo el déficit.
Quitar los subsidios a los servicios públicos indiscriminadamente, además de subir las tarifas de los mismos para beneficiar a las empresas de servicios.
Liberar todos los precios de la economía (y reducir al máximo las retenciones a las agroexportaciones) sin importar las consecuencias en la población.
Contener los aumentos salariales pisando las paritarias.
Reformar el sistema jubilatorio, reduciendo el índice de actualización, aumentando la edad jubilatoria, y luego apelar a la quiebra provocada del sistema para intentar privatizar la administración del fondo de jubilaciones en forma similar a las AFJP.
Desmantelar Fútbol para Todos y destrozar Aerolíneas Argentinas para favorecer a las empresas privadas.
Reprimir las protestas callejeras, cortes de calles o rutas y los cacerolazos, sin importar si son de la clase baja o media.
La diferencia entre el supuesto programa de gobierno que Cambiemos presentó para el balotaje frente a Scioli y el revelado por nosotros (que a su vez el macrismo había planteado para las PASO y la primera vuelta electoral) explica plenamente la diferencia de votos entre la primera y segunda vueltas de 2015.
Si se analiza cómo se encontraba el país antes de la llegada de Macri a la Rosada y lo comparamos con el programa de gobierno veremos que se intentaba realizar un cambio de raíz, revolucionario. Por eso es que desde entonces aquí calificamos a la gestión de Cambiemos como la Revolución Macrista.
Ya en el gobierno, como decíamos aquí(2)Cambiemos implementó rápidamente las primeras medidas revolucionarias de su modelo, provocando no sólo una transferencia económica a favor de los poderes concentrados y en contra de la mayoría de la población sino una crisis económica (la misma que los voceros neoliberales anunciaron inútilmente durante todo el kirchnerismo) que justificara las medidas de ajuste que “se vio obligado” a ejecutar en 2017 para sanear la economía. Simultáneamente, la alianza del gobierno con algunos jueces federales y los medios hegemónicos (principalmente el Grupo Clarín) lanzó una cacería judicial de kirchneristas (corruptos o no), sindicalistas rebeldes y medios opositores, para llevarlos a prisión (con motivo o no) y así distraer todo lo posible la atención popular de las medidas de gobierno y sus consecuencias y, fundamentalmente, desprestigiar todo lo posible a cualquier político o movimiento político que en un futuro pudiese cuestionar el cambio de proyecto de país que el macrismo vino a instalar. Esto no puede concretarse sin una consolidación de lo que el macrismo mediático denominó “la grieta” entre los kirchneristas y el resto de la población.

También se cumplieron nuestras expectativas de agudización de esos rasgos revolucionarios cuando el gobierno deroga o modifica leyes por decreto, como la ley de blanqueo, o cuando presiona a los gobernadores para que se vote la reforma previsional por el congreso. También, como decíamos entonces aquí: es de esperar que con el tiempo esta tendencia se acelere, y veamos que la economía no arranque, que la pobreza y desocupación crezcan, al igual que el déficit comercial y por ello el endeudamiento externo. Esto alimentará la protesta social, lo cual cebará la represión y los métodos para-constitucionales para implementar las medidas gubernamentales. Porque, como dijimos en La revolución macrista (II), una lección para la izquierda nacional(2): “la historia argentina muestra, lamentablemente, que la derecha nunca se detiene en su camino y apela a cualquier método, legal o no, constitucional o no, pacífico o no para lograr sus fines. Y no tiene pruritos ni remordimiento al enfrentar a sus adversarios desde el poder, sean éstos minoritarios o mayoritarios. En tal caso, la derecha conservadora siempre fue y será revolucionaria para mantener o recuperar sus privilegios.

Sin embargo, advertíamos hace unos meses(3) que las consecuencias dañinas a la economía doméstica de las mayorías que producen las medidas económicas macristas podía producir su propia decadencia: Un gobierno que se esforzó en revertir la redistribución económica del kirchnerismo a favor de las clases baja y media, que anula o disminuye derechos adquiridos por el pueblo, que no deja de atacar la situación económica de la mayoría de los argentinos (incluyendo a quienes lo votaron) crea un caldo de cultivo fértil para el origen de un movimiento que se oponga a ese modelo de país.

Hoy en día es evidente que la campaña de enlodamiento de la figura más importante de la oposición al macrismo, Cristina Fernández, ya no es efectiva para tapar los desaguisados, corruptelas o efectos catastróficos del modelo económico y social de Cambiemos, como muestran todas las encuestas. Y lo que fuera el programa de gobierno y modelo de país que intentó la revolución de Cambiemos junto al "círculo rojo" parece virar a un programa distinto, manejado por quienes se mueven con mayor sigilo y poder que Cambiemos, como explicamos aquí(4)la mano invisible del Tío Sam estaba detrás de la causa de las fotocopias de los cuadernos de Centeno, algo que confirma indirectamente el mismo Bonelli en su nota, cuando dice: “Prado – el nuevo embajador en Buenos Aires (dijo que) las empresas americanas deben invertir en Argentina aprovechando la nueva relación bilateral”. (…) En esa reunión circuló un dato político clave: la Casa Rosada trabaja en un proyecto de ley para “encapsular” el escándalo de los cuadernos.
“La intención es preservar a las empresas para que no se frene la obra pública. En las “coimas” están involucradas todas las importantes.”
La devaluación junto con la baja de las acciones de esas empresas, dañadas por el escándalo de las fotocopias, dejaría el campo orégano para su compra a precio irrisorio por parte de capitales yanquis.

Hoy en día, cuando el pacto electoral de Cambiemos con sus votantes y con las empresas que lo apoyaron parece resquebrajarse, vemos que los resultados económicos y sociales no son los que dichos apoyos esperaban.
Con mencionar algunos fríos números de la economía que alcanzan para ilustrar los resultados del macrismo en función de gobierno.
Al finalizar su período en 2019, Cambiemos habrá aumentado la deuda externa con vencimientos por un total de 118.500 millones de dólares, para peor distribuidos de la siguiente manera:

21.000 millones en el 2020
21.500 millones en el 2021
40.000 millones en el 2022
36.000 millones en el 2023

La recesión que sufre la economía se prolongaría al menos hasta marzo. La inflación acumulada desde su asunción en diciembre de 2015 supera el 150%. Desde 2015, el dólar cuadruplicó su valor (de $9,80 a $39 aproximadamente). Por esa razón, al dolarizar las tarifas, la del gas aumentó 8 veces, la de la electricidad 17 veces, la de agua 6 veces, el transporte aumentó al triple y el combustible también. La producción industrial se desplomó 6% y el salario real promedio cayó 10%. La caída del consumo es récord, el cierre de empresas chicas y medianas ya es una epidemia, que también afecta a las empresas grandes como por ejemplo ARCOR. Según la Universidad Católica Argentina, la pobreza creció desde el 29,2% de los argentinos en 2015 hasta el 33,6% de 2018, afectando a 13.600.000 personas. Sólo en estos últimos doce meses cayeron en la pobreza 2.179.000 argentinos.
Para tener una idea de lo ocasionado por el modelo macrista en la economía nacional, comparemos los números de la economía que recibió en diciembre de 2015 y las actuales en este cuadro.




Ahora bien, qué hemos de esperar en los meses por venir. Siguiendo la línea de análisis que ensayamos desde 2015, podemos arriesgar que el gobierno y sus apoyos mediáticos reforzarán la campaña antikirchnerista centrada en las denuncias judiciales, aunque ya no tengan la repercusión de antaño. La principal deficiencia de esta táctica es que la burda repetición de acusaciones de corrupción huérfanas de pruebas contundentes no sólo debilita el argumento contra el gobierno pasado sino que puede resultar contraproducente. Más aún si siguen apareciendo casos similares que afectan a las propias figuras de Cambiemos.
La principal debilidad del macrismo es la orfandad de logros económicos y sociales para enarbolar en la campaña electoral de 2019. Caso contrario para la oposición kirchnerista, que se verá favorecida, como ya señalamos aquí(4):
La única salida para el establishment es que en 2019 CFK no gane las elecciones, porque es la única que puede aglutinar a su alrededor no sólo los votos necesarios sino la epopeya revolucionaria (similar a la de su marido en 2003) capaz de cortar el nudo gordiano con que el macrismo está maniatando al país. Y para eso sólo hay dos salidas: la proscripción o la cárcel, ya que el intento de desprestigiarla con el aparato mediático-judicial no parece estar funcionando. (...) hoy en día Cristina ya ha dejado de ser una candidata posible para convertirse (Ernesto Laclau mediante) en el “significante vacío” que une a vastos sectores populares dispersos víctimas de la economía macrista. Cristina ha dejado de ser la expresidenta, la principal política de la oposición o la senadora, para pasar a ser un símbolo de la resistencia a esta política agresiva contra las clases media y baja. Una bandera que crece desde abajo en las juventudes que abogan por el aborto legal y gratuito, por el “ni una menos” o la rebeldía ante el avance del mercado cruel contra los salarios o las jubilaciones desfallecientes. La letra K ha dejado de ser una propiedad del kirchnerismo para pasar a ser (gracias al mismo macrismo) un sinónimo de todo lo no Macri, y el antónimo de todo lo malo del macrismo. No tanto quizás por las virtudes del kirchnerismo sino de los errores o daños que la misma Revolución Macrista ha derramado en el país. Algo similar a lo ocurrido con el peronismo durante los años de la “Revolución Libertadora” y las presidencias posteriores. El odio que destila el gobierno y sus medios hegemónicos afines contra todo lo que huela a K permea amplias capas del pueblo víctima de esa economía, y al mezclarse con la decepción de los votantes de Cambiemos o el rencor de quienes no lo votaron ni en la primera vuelta ni en la segunda y va generando una reacción cristinista que puede generar (vaya paradoja) un cuarto gobierno kirchnerista.

Con la votación del presupuesto se produjo finalmente el parteaguas que diferencia a la oposición al macrismo del “paraoficialismo opositor" ante la sociedad. De ahora en adelante se verá el crecimiento de dos polos que podemos calificar de filocristinismo y filomacrismo, que crecerán en espejo, nublando cualquier otro polo político, más aún que en los comicios de 2017.
El macrismo y sus propagandistas saben que el único rubro que pueden agitar en campaña es la seguridad y, ya en menor medida, la corrupción del gobierno anterior, porque no hay ni un solo logro económico o social que haya beneficiado a los votantes, todo lo contrario.
La oposición, a su vez, tiene un amplio ramillete de fracasos y despropósitos de Cambiemos con qué atacar. Pero, no todos los opositores están en las mismas condiciones para hacer campaña. El kirchnerismo cuenta con las mejores cartas para utilizar en esta mano: ha sido gobierno durante tres períodos consecutivos, aumentando su desempeño electoral en cada triunfo electoral, mejorando la calidad de vida de la población y dejando al país en 2015 mucho mejor que como lo recibió en 2003, algo inédito en nuestra historia desde la recuperación de la democracia en 1983, como lo puntualizamos aquí en La Herencia K: Memoria y Balance final 2003-2015 (5).
Las encuestas vienen mostrando desde el año pasado la caída de la imagen y la intención de voto de Macri y un crecimiento de Cristina, más allá de la lluvia de denuncias de corrupción y otros delitos en su contra. Incluso está mermando el clima de ensañamiento contra el kirchnerismo que reina en Comodoro Py, y ya empiezan a picar las balas cerca del actual ocupante de la Rosada, tal vez a consecuencia de lo que están mostrando esas mismas encuestas.
Cuál vaya a ser el resultado de las próximas elecciones es arriesgado decirlo hoy, pero sí podemos afirmar que el panorama que se atisba es completamente diferente al que el gobierno y el establishment mismo esperaban el año pasado. Sin embargo, desde aquí seguimos afirmando que basados en el accionar de los distintos poderes fácticos durante estos años y nuestra historia nacional, es de esperarse una pleamar del tipo de movimientos populares típico de Argentina, como señalamos aquí(3). Es decir, surgirá seguramente un movimiento reivindicativo de derechos populares y de una reconstrucción económica y social del país; pero “cuándo surgirá este nuevo movimiento popular no es posible asegurarlo. Si será en 2019 o 2023 dependerá no de las teorías de sociólogos o politólogos, de los deseos de políticos o de los propios actores sociales sino de los hechos sociales y políticos mismos, tan difíciles de pronosticar como de negar. Pero lo seguro es que, si no se producen cambios drásticos en el rumbo del gobierno, el caldo de cultivo de un nuevo movimiento popular reivindicativo de los derechos perdidos o amenazados de la población seguirá creciendo. El proceso no sería igual al de los casos anteriores, porque la historia (a pesar de la creencia popular) no se repite, pero no debemos soslayar las coincidencias y aprender de sus lecciones”.
Hoy en día, es más probable que ese horizonte se haya acercado a 2019 que cuando realizamos ese análisis. Por eso, en los meses próximos se verá una aceleración de los procesos de unificación en la oposición, incluso aglutinando figuras políticas que los medios hegemónicos descartaban del polo peronista-kirchnerista. Pero ese ya es tema de otra nota.












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