13 de febrero de 2014

Bodas de Plata del golpe de mercado a Alfonsín y otra vez sopa...

25 años después de las maniobras de desestabilización exitosas contra el debilitado y confundido gobierno de Raúl Alfonsín de esos años, casi las mismas "manos invisibles del mercado" operan hoy contra el gobierno de Cristina Fernández, aunque las características del gobierno actual y las realidades de este siglo son muy otras, y la madura democracia y una economía más sólida les dan batalla.
El 25º aniversario del matrimonio de los desestabilizadores de entonces (los destituyentes de hoy) auspicia una breve comparación entre ambos momentos económico-poíticos que nos permita sacar conclusiones y enseñanzas históricas que nos eviten caminar por la misma cuerda floja de la que caímos en aquel fatídico 1989 en manos neoliberales que nos dejaron en la crisis del 2001-2002.
Repasemos unos interesantes artículos al respecto:


La misma estrategia, los mismos de siempre.
El gobierno soporta embates similares a los que recibió Raúl Alfonsín en 1989, como el "Dolarazo" del 6 de febrero de ese año.
El 6 de febrero de 1989, el gobierno de Raúl Alfonsín sufría el embate más fuerte, de los muchos que venía soportando desde mucho tiempo atrás, por parte de los sectores concentrados de la economía, nacional y extranjera. Las corridas cambiarias que se producían diariamente durante el caliente mes de enero concluyeron ese día con una devaluación del tipo de cambio que precipitó el comienzo del fin de su gobierno. Los medios de comunicación lo llamaron el día del "Dolarazo". La corrida cambiaria se produjo a la par de la restricción de la liquidación de divisas por parte del sector exportador a la espera de una devaluación del tipo de cambio que lo beneficiara.
A partir de allí todas las variables económicas y sociales comenzarían una frenética estampida. Inflación, caída del consumo, y la especulación desatada por el sector financiero empujaban a la desesperada compra de dólares del ciudadano común que procuraba proteger sus ahorros ante la caída del valor de la moneda de entonces, el Austral. 
El sector financiero, llamado por aquéllos años "Patria financiera" en alianza con el sector agroexportador y los "Capitanes de la Industria", conformado por los principales grupos económicos locales, venían imponiéndole a Alfonsín sus condicionamientos habituales, consistentes en diseñarle una política económica que beneficiara sus intereses particulares por sobre los generales de toda la población. Los ejes giraban en torno a producir una devaluación del tipo de cambio que le devolviera competitividad al sector exportador, combatir la inflación frenando la demanda a partir del alza en la tasa de interés, reducir la presión tributaria a los sectores productivos, y disminuir el gasto público. Síntesis de lo que denominaban "reglas de juego claras".
Para entonces, Clarín ya era Clarín, y Alfonsin denunciaba públicamente sus tapas del diario de todos los días, como también se puede ver algunas de las filmaciones que así lo recuerdan.
(...) el 13 de agosto de 1988, en medio de la silbatina e insultos que le prodigaba la élite agroganadera, hay un párrafo de su discurso, en respuesta al entonces titular de la SRA, Guillermo Alchourron, que vale la pena recordar.
"Ustedes tendrán el dólar libre, a fines del año que viene, tal como usted mismo me lo ha estado planteando en reiteradas oportunidades." Y continuaba: "Pero este debe ser el tiempo de la racionalidad, de la moderación, para que no vuelva el facilismo, la magia, el atropello, la demagogia." En alusión al eternamente "castigado campo", y al pedido del dólar libre, Alfonsín agregaría: "El esfuerzo lo hacemos todos", en clara alusión al papel de victimario recurrente de la élite agropecuaria.
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Dólar e hiperinflación en 1989.
En agosto de 1988 se anunció un nuevo plan –el Plan Primavera– que contemplaba un acuerdo de precios con empresas líderes agrupadas en la UIA y con la Cámara de Comercio, a cambio de una reducción del IVA. Y se reguló de nuevo el tipo de cambio, preanunciando su evolución futura. Además, el gobierno intervendría en el mercado, comprando divisas a los exportadores y vendiendo a los importadores.
Los precios agrícolas habían mejorado al promediar 1988. El gobierno no incrementó las retenciones pero intentó capturar parte de los mayores ingresos del agro desdoblando el tipo de cambio: las exportaciones se liquidarían a un tipo de cambio fijo, mientras que existiría otro mercado de divisas financiero donde el precio del dólar se establecía por flotación regulada. Pero los productores agrarios no estaban de acuerdo: fue entonces cuando el presidente Alfonsín recibió una ruidosa silbatina en la Sociedad Rural.
La inflación persistente –se mantuvo durante casi todo 1988 en dos dígitos mensuales– fue retrasando el tipo de cambio oficial.
A comienzos de 1989 comenzó la corrida contra el Austral que obligó al Banco Central a desprenderse aceleradamente de dólares para evitar la devaluación.
La embestida sobre el dólar se aceleró a lo largo de la primera mitad de 1989 y la cotización del dólar libre –un tercer mercado que se añadió al comercial y al financiero– aumentó casi 200% en abril y más de 100% en mayo. No eran los pequeños ahorristas el factor decisivo sino las grandes empresas, dispuestas a torcer el brazo al gobierno. Los exportadores se negaron a negociar sus divisas en el mercado oficial y las retuvieron, agravando la escasez.
Y rápidamente, el aumento del dólar se trasladaba en forma automática a los precios internos: no solo de los bienes transables sino de todos, porque los precios internos se fijaban en función de esa pauta. La inflación mensual saltó de 33% en abril a 78% en mayo, 114% en junio y 197% en julio, mes en el que Alfonsín renunció y traspasó en forma adelantada el mando a Menem, que había sido elegido dos meses antes.
El gobierno radical había sufrido los alzamientos militares y los 13 paros generales de la GCT, además de la oposición parlamentaria del justicialismo. Pero en realidad el factor que decidió su debacle fue el insuperable peso de la deuda heredada de la dictadura militar y la decisión del nuevo núcleo hegemónico del poder económico –la alianza entre el campo, las finanzas y la industria multinacional– que le retiró su reticente confianza. Tensos los músculos, el nuevo protagonista dominante del escenario económico y social mostraba que podía imponer las condiciones y su propia agenda, sin tener que negociar con gobiernos que no se mostraban suficientemente receptivos a sus demandas. Ya no habría golpes militares pero existían otros medios de persuasión. El golpe hiperinflacionario había sido exactamente esa demostración de fuerza. El presidente que asumió en reemplazo de Alfonsín lo tomaría bien en cuenta.
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¿Otra vez sopa...?
Los que suelen identificarse como "grupos concentrados" de la economía aparecen siempre en estos golpes de mercado o intentos destituyentes. Repasemos uno de sus integrantes, el poderoso "complejo agroexportador":


La fuente principal de inestabilidad, en el diagnóstico del Gobierno y de varios analistas, se encuentra en la decisión de un grupo reducido pero muy poderoso de comercializadores de granos de seguir demorando la liquidación de sus exportaciones, con lo cual estrangulan la oferta de dólares en el mercado. Hay quienes ven en ello una forma de presión para lograr una devaluación mayor; otros adivinan detrás de estas maniobras la intención de desgastar al Gobierno.
Las autoridades ya cuentan con algunas alternativas que arrimaron quienes advirtieron, ya hace rato, que la exportación de granos representa un foco de acumulación de poder demasiado importante. La necesidad de que el Estado asuma un mayor protagonismo en la comercialización de granos aparece en la base de todas esas propuestas.
Para peor, el sector dominante del bloque exportador, por especulación económica o impulsado por razones políticas, percibe la posibilidad de hacer más diferencia imponiéndole al Gobierno una devaluación de mayor magnitud. Para lograrlo, necesita generar clima de inestabilidad. Su apuesta es, claramente, al desorden.
El problema está identificado. Que el 95 por ciento del principal rubro de exportación del país y, por lo tanto, principal fuente de divisas, esté en manos de no más de diez firmas cerealeras, la gran mayoría multinacionales, representa un flanco débil, máxime teniendo en cuenta el manejo que demuestran hacer de esas divisas. Cargill, Nidera, Noble Grain, Dreyfus, Topfer, ADM, Molinos y otras conforman un bloque de control con más de 150 centros acopiadores en todo el país, molinos harineros, plantas aceiteras y hasta puertos propios para el embarque que le restan posibilidades de control al Estado. Hace unos meses, la actitud de un sector de grandes productores, aliados a grandes exportadores, estuvo a punto de desabastecer al país por defender su negocio en la exportación de trigo. Hoy, amenaza con desfondar las reservas internacionales si el dólar no alcanza el valor que pretenden.
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Pliego de condiciones desde las silobolsas.
Los dirigentes de la Mesa de Enlace, Federación Agraria, Sociedad Rural, CRA y Coninagro exhibieron un plan de imposiciones al gobierno nacional a través de un comunicado difundido luego de la conferencia matinal del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. En el texto le reclamaron al Ejecutivo una baja del gasto público, un plan integral para combatir la inflación y la reducción de impuestos para poder así emprender sus negocios.
“El productor venderá en el momento que crea oportuno”, retrucó el vicepresidente de CRA, Pedro Apaolaza. En los días previos, tanto el titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, como el presidente de Coninagro, Carlos Garetto, habían señalado que la modificación del tipo de cambio mejoraría la situación de los productores.
“Es evidente que el Gobierno está buscando, como lo hizo siempre, culpables de sus propios errores en vez de implementar un plan integral para combatir la inflación, reducir el gasto público, mejorar la competitividad real de la economía e incentivar la producción, el empleo genuino y el desarrollo. Que quede claro, los productores agropecuarios no tenemos hoy capacidad de ahorro y poseemos escasa capacidad para mantener la empresa en marcha; pero queremos seguir invirtiendo. Para esto necesitamos reglas claras y estables”, sostuvo la Mesa de Enlace.
Más allá de estas palabras, lo concreto es que están reteniendo granos, en particular soja. Fundamentalmente los grandes exportadores, que son el sujeto económico ocultado por la propia dirigencia rural.
Ante la pregunta “¿Dónde está el trigo que no se exporta?”, respondió: “¿El trigo que no se exportó? Está en manos del acopio, de productores, está disponible, está en reserva, está en el centro de la provincia de Buenos Aires, hacia el sur. Hay trigo suficiente para abastecimiento nuestro y en manos de algunos productores y de acopiadores. Estamos reservando como cada año, cada cosecha, en silos, en silobolsas”, afirmó el federado.
(Dijo Capitanich): “Los dirigentes agropecuarios dijeron que el nuevo tipo de cambio beneficiaba a los productores, pero después pareciera que de alguna otra usina ideológica recomendaron otro discurso y ahora se oponen. Pero vamos a desmitificar la contradicción. Si este tipo de cambio no alcanza porque aumentan los insumos de carácter importado, entonces otro tipo de cambio más alto tampoco va a alcanzar porque en definitiva se trasladará al precio de los insumos (...) 
Si los sectores interesados reconocieron que efectivamente están sentados sobre los granos de soja, ¿cuáles serían las herramientas con las que cuenta el Estado para que esa decisión empresaria no perjudique al conjunto de la población? Intelectuales, académicos, economistas y dirigentes políticos comenzaron a reclamar una mayor participación del Estado en el comercio exterior de granos.
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Sin embargo, la fuga de capitales no es un problema solamente argentino:

Embestida y candidatos “market friendly”.
Las últimas medidas económicas, particularmente en materia cambiaria y financiera, parecieran haber logrado restablecer parcialmente la calma. El Banco Central da la impresión de tener otra vez bajo su control la paridad cambiaria, la corrida sobre “las cuevas” por conseguir dólares “como sea” se atenuó significativamente, 
Lo que no debiera perderse de vista es reconocer qué provocó ese “estado de locura” que atravesó la economía argentina durante algunas semanas, y cuáles de esas causas se mantienen todavía latentes. Es decir: contra qué o quiénes se pelea para mantener en pie un funcionamiento productivo que permite crear los bienes, dar empleo y dotar al Estado de los recursos para garantizar las prestaciones sociales.
En el ataque especulativo que recibió Argentina contra su moneda hay elementos y condicionantes locales, pero también externos. Entre los primeros, fue muy visible en estos días la disputa con los sectores más concentrados del bloque exportador (las grandes cerealeras) por conseguir que liquidaran las divisas de las ventas al exterior.
Y un tercer elemento quedó también en evidencia, pero por la negativa: una oferta “controlada” de dólares para atesoramiento o ahorro de particulares demostró ser suficiente para calmar las ansiedades de un sector al que, errónea y malintencionadamente, se le adjudicaba un rol sobrevaluado: no era el “cuco” que se iba a quedar con todas las reservas, ni el principal interesado en arrancarle al gobierno una devaluación. Otros intereses se ocultaban detrás, controlando la escena.
Mucho menos visibles son los elementos y condicionantes externos. La forma en que, desde diferentes usinas internacionales, se promueve la fuga de los capitales financieros desde los países emergentes a los centrales, debería merecer una atención mayor en Argentina, por el impacto que le toca. El ataque financiero ha provocado importantes devaluaciones defensivas en los países perjudicados, acompañadas por subas de tasas de interés que tratan de mantener el atractivo sobre las colocaciones de fondos en monedas locales. Brasil, México, India, Turquía, Sudáfrica son algunos de los países que pagaron esas consecuencias. Argentina llega relativamente tarde a sufrir las mismas consecuencias, porque probablemente tenía una menor proporción de capitales especulativos en sus mercados financieros locales; pero el impacto le llega en una segunda oleada, cuando por la devaluación de esos otros emergentes (principalmente, Brasil), su intercambio comercial quedó desequilibrado por pérdida de competitividad (costos internos de producción más altos en dólares que los de sus competidores).
Las mismas expresiones de los grupos financieros que provocaron la crisis (mundial) se han recompuesto y hoy juegan, asociados a las autoridades monetarias de esos países centrales (Reserva Federal de EE.UU. y Banco Central Europeo), a favor del “retorno” de los capitales financieros al “centro”, después de haber hecho diferencias en la “periferia”. Es decir, buscando hacerle pagar a esta última los costos de esta etapa.
¿Cómo operan estos grupos financieros a favor de los intereses de los bloques centrales? Haciendo ver que las posibilidades de ganancias en los países emergentes están, por ahora, agotadas, y conviene migrar hacia destinos “más seguros”.
Si alguien todavía duda de la intencionalidad política de estas recomendaciones, basta echar una ojeada a algunos comentarios que desaconsejan invertir en empresas brasileñas, particularmente Petrobras, por caso. “Presenta una tendencia declinante de la producción y la explotación de sus nuevos descubrimientos off shore demandarán un enorme esfuerzo de inversión (...). Otro factor de volatilidad es que en octubre hay elecciones presidenciales y legislativas. Si Dilma Rousseff es electa, continuará la intervención gubernamental, dañando los beneficios empresariales. Pero si la economía de Brasil empeora este año, crecen las chances de los candidatos Aecio Neves y Eduardo Campos, que son más amigables para el mercado.” El informe, publicado en inglés en uno de los blogs más consultados por los inversores, usa la expresión “more market friendly”, un traje que ya varios candidatos opositores en Latinoamérica quieren probarse para conquistar el favor de estos capitales.
Es en este punto donde aparece fuertemente la asociación entre sectores opositores al Gobierno y capitales especulativos. Pasa en Argentina, pero también en Brasil, Ecuador y Venezuela.
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Éramos pocos... y habló el Mingo. Si a alguien le quedaba alguna duda de lo que estamos señalando, veamos lo que nos profetiza el "infalible" Domingo Felipe Cavallo:



Para Cavallo, la Argentina se encamina hacia un nuevo Rodrigazo.
El ex ministro de Economía afirmó en un reportaje que hay riesgos de que se reedite el histórico ajuste y sostuvo que podría desatarse una hiperinflación como en 1989. También aseguró que Capitanich fue "liquidado" y que Kicillof "no entiende la economía de mercado".
El ex ministro de Economía de los presidentes Carlos Menem y Fernando de la Rúa, Domingo Cavallo (advirtió) sobre la inminencia de un nuevo Rodrigazo de no mediar un cambio de estrategia en el gobierno, y calificó de "gravísimo error" la devaluación que experimentó el peso argentino en el último tiempo.
En un reportaje (...) el inventor de la Convertibilidad dijo que la situación actual "se parece mucho a la de 1975 que desembocó en el denominado Rodrigazo y la de 1989 que terminó en la hiperinflación".
Según Cavallo, "se parece en las causas que llevaron a la crisis. Ahora esperemos que no termine igual. Lo mejor que puede lograr este Gobierno es evitar que haya un Rodrigazo o que caigamos otra vez en la hiperinflación. A mucho más no puede aspirar porque no va a poder bajar la inflación, al contrario, es seguro que en 2014 y 2015 va a ser bastante más alta que en 2013".
Y agregó: "Eso lo va a poder hacer un Gobierno creíble y en circunstancias muy diferentes a las actuales.
Sobre el actual jefe de su ex cartera, Axel Kicillof, Cavallo fue igual de crítico. "Como es inteligente, estudió historia económica, conoce a Marx y probablemente a Keynes, pensé que podía entender cómo funciona una economía de mercado. Pero obviamente parece que no lo estudió y además no lo entiende porque si lo hiciera no sugeriría las medidas que ha venido aplicando en los últimos días", dijo.
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Y, finalmente, una confirmación de las sospechas en boca de un economista no oficialista y allegado al establishment:


Bein confirmó intento de golpe de mercado.
(El economista Miguel Bein) que fuera viceministro de Economía de la Alianza, en 2000, redobló ayer la apuesta. En declaraciones a radio La Red, dijo que la semana pasada la coyuntura económica del país "era incierta hasta que el gobierno nacional comenzó a tener la situación bajo control", y advirtió que "hubo un intento de desestabilización financiera".
Bein, un hombre con aceitados lazos con las grandes empresas y el mundo financiero, caracterizó que "los mercados venían muy envalentonados de que iban a vaciar las reservas del Banco Central y hacer volar al gobierno por los aires". En ese terreno, calificó al ex ministro de Economía de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa, Domingo Cavallo –quien pronosticó un dolar a 40 pesos el año que viene–, como desestabilizador. "Es un intento del Mingo de desestabilización increíble, le agarró un ataque por volver y de la peor manera", evaluó. Asimismo, consideró que "es impresionante cómo algunos colegas se suben a todos los trenes, asisten a cualquier debate, como el de si la situación actual puede ser igual a la de 2001", y calificó de "tontos" a esos economistas.
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Como conclusión, en este aniversario podemos preguntarnos ¿para qué sirve la historia? Y entonces respondernos: para no repetir los errores, para intentar soluciones nuevas.
Y esa es precisamente la intención de este humilde servidor público, recordar lo que nos pasó para intentar otro camino.


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