14 de marzo de 2012

Mitos Argentinos. Hoy: "El Ejemplo de Brasil Potencia"

De la misma manera que cuando abordamos aquí el mito argento sobre el modelo chileno, hoy nos disponemos a analizar esa especie de leyenda urbana (leyenda mediática, mejor dicho), que llamaremos "El Ejemplo de Brasil Potencia", que coloca al vecino país como ejemplo de país serio, poderoso y de modelo de desarrollo envidiable; mito que suele merodear las mesas de cafés, comidas familiares y diálogos circunstanciales cada vez que se nombre al pais "mais grande do mundo". Las contínuas alabanzas mediáticas al ejemplo brasileño de desarrollo económico, casi siempre para colocar a Brasil muy por encima de Argentina en cualquier campo, olvida o esconde el capítulo social reinante en tierras brasileñas, enfatizando sólo los aspectos de crecimiento y poder económico, los que también precisaremos aquí porque, como este humilde servidor público acostumbra dudar de las verdades reveladas instaladas en nuestro "sentido común", veremos que no hay "mito argentino" que se resista a una revisión crítica.
En ese sentido, podemos señalar que, a pesar de que en estos últimos años Brasil se ha convertido en la sexta potencia económica mundial, se debe relativizar su ejemplo de desarrollo económico porque (según Diana Tussi, investigadora de FLACSO y CONICET) los brasileños tienen hoy en día 16 millones de indigentes, y su nivel de desarrollo humano según la ONU se encuentra en el puesto 84, mientras que Argentina está en el puesto 46. Pero, empecemos por el principio y pasemos a analizar en profundidad el caso de este "Mito Argentino" buscando en los medios qué se puede decir del mismo, y veamos si es tan así como cuentan sus apologistas:

Como dijimos:

Las claves del “modelo brasileño” .
"Al finalizar diciembre, el Centro de Economía e Investigación en Negocios (Cebr, por sus siglas en inglés), con sede en Londres, anunció que Brasil alcanzó el sexto lugar como potencia económica dejando atrás a Gran Bretaña. Debido a un crecimiento constante durante los últimos 10 años, y con un PBI de 2.208 billones de dólares, sólo lo superan Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia. Este último podría ser rebasado en el próximo decenio, según los proyectos que tiene Roussef para alcanzar el quinto lugar. La creación de 2 millones de puestos de trabajo en el año que terminó fue el anuncio que vino a complementar la alegría carioca, que así logró bajar el porcentaje de desocupados al récord histórico de 5,2 %.
Una de las claves de este desarrollo, que Dilma denominó “el modelo brasileño” (crecimiento económico con redistribución del ingreso), ha sido el reposicionamiento internacional que significó alejarse de la influencia de Washington cuando la invasión a Irak y la adopción del concepto de multipolaridad del mundo, que le permitió acceder a los poderosos mercados chinos y asiáticos, que actualmente son los principales destinos de sus manufacturas y materias primas. En ese viraje timoneado por Lula desde el 2002, lo llevó hacia la búsqueda de nuevos socios o aliados que no siempre fueron del gusto de la Casa Blanca. Es más, el acercamiento a Irán y la dura condena al golpe de Estado en Honduras, que contaba con el guiño del Estados Unidos, despertaron resquemores en la administración Obama."



Pero, sin embargo, esta potencia todavía presenta muchos claroscuros y el Estado brasileño tiene mucho por hacer para mantener el modelo:


"En términos de ayuda estatal, los programas Hambre Cero, Bolsa Familia (un subsidio de 75 dólares mensuales) y Primer Empleo, que allana a los jóvenes el acceso al mercado laboral, se extenderán a 16 millones de núcleos familiares con el fin de propender la inclusión de más brasileños en esta “segunda clase media” que accede al consumo y se ha convertido en el principal motor del crecimiento."
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Es por eso que también hay que señalar que no todas son rosas en el jardín "mais grande do mundo", para conocer esos claroscuros veamos lo que dicen los expertos sobre algunos de ellos:

La realidad del modelo carioca.
Brasil primarizó su economía e incrementó su exposición financiera.
La desvalorización del real resulta de las debilidades del país. La crisis internacional lo sumó a la fiebre de las commodities y lo colocó como un vehículo de la especulación. La industria quedó relegada y persiste la desigualdad social.
Los recientes acontecimientos económicos ocurridos en Brasil han sacudido la estantería de las economías regionales y claro, preocupado a los gobiernos socios del continente. La brusca devaluación del real (de más del 20% en lo que va del año) amenaza con una dislocación del comercio regional y presiona sobre las monedas de los países de la región que no se resignan a perder competitividad por tipo de cambio con el gigante continental.
Lo que ha quedado en el olvido, como es obvio, son los calurosos elogios que el modelo brasileño había despertado en varios sectores de la oposición poco tiempo atrás. Pero la estructura del modelo no es lo que ha cambiado. Simplemente se ha visto obligado a realizar ajustes frente al estallido de algunas contradicciones que estaban latentes desde su concepción.
De hecho, la repentina desvalorización de la moneda brasileña no fue el resultado de una política prevista por el gobierno de Dilma Rousseff. El motivo real fue la masiva fuga de capitales en dólares que fortaleció la divisa con relación a la moneda brasilera. El Banco Central Brasileño, por el contrario, intentó amortiguar el impacto colocando casi 3000 millones de dólares en el mercado. La devaluación también se hará sentir en los sectores productivos del país cuya dependencia externa por el consumo de máquinas y equipamientos pasó del 20% en 2005 a casi el 36% en 2011.
El modelo brasileño del último período, en realidad, logró adaptarse, en beneficio propio, con fectos secundarios que resultan de la crisis financiera internacional.
Por un lado, apostó decididamente a la producción de commodities alimentarios, (principalmente soja) para atender una creciente demanda china en volúmenes pero, esencialmente, acicateado por la explosión de los precios internacionales que, se sabe, son receptores de una nueva oleada especulativa luego del estallido de la burbuja de los bonos subprime.
Hoy, Brasil es el segundo productor mundial de soja después de los Estados Unidos. Este avance se dio especialmente con la expansión de la frontera agrícola sobre el Amazonas.
Otro aspecto decisivo del modelo brasileño que se complementó, circunstancialmente, con la crisis mundial tiene que ver con el régimen de metas inflacionarias que existe desde el año 1999 y que implica la oferta de tasas de interés muy altas. Este esquema prevé un ingreso de capitales y la valorización del real. Pero la crisis financiera produjo, por un lado, una caída de las tasas de interés a nivel internacional y, por lo tanto, un crecimiento relativo de las brasileñas y, por el otro, y como resultado de los grandes rescates a los bancos de Europa y los Estados Unidos, una enorme masa de capitales que en un cuadro recesivo no encuentran por sí mismos sectores de la economía real que les garanticen una ganancia.


PRIMARIZACIÓN. Las características mencionadas se reflejan en un hecho incontrastable a pesar de esas potencialidades: la economía brasileña ha experimentado uno de los níveles de crecimiento del PBI más bajos de la región en el último lustro y, a su vez, un proceso de primarización brutal de su economía.
Tal como se ve reflejado en la infografía que ilustra esta nota, la proporción de exportaciones de bienes primarios ha ascendido meteóricamente en los últimos 18 años. Pasó de representar un 24% del total en 1993 hasta llegar a un 46% en la actualidad. Las manufacturas pasaron de representar un 61% en aquel entonces a un 40% en la actualidad. Un porcentaje muy magro tomando en cuenta la tradición industrial del país. Las semimanufacturas se mantuvieron estables en alrededor de un 15 por ciento. En rigor, estas últimas acompañaron parcialmente el crecimiento brutal de las primeras con procesos de escasa agregación de valor.

SIN DERRAME. A pesar del avance en el combate contra la pobreza (Plan Bolsa Familia) y la integración de sectores marginados al proceso productivo (el desempleo apenas supera el 6%), el modelo brasileño no ha podido superar la desigual distribución de riquezas que padece estructuralmente. De hecho, a pesar de haber incrementado sus exportaciones totales en un 417% en 20 años, todavía encabeza el ranking latinoamericano de desigualdad medido por el índice Gini y sus indicadores sociales lo ubican muy lejos de lo deseable. El 10% de los brasileños con mayores ingresos se queda con el 43% de la renta total y el 10% más relegado con apenas el 1,2 por ciento.
El analfabetismo todavía está clavado en un 9,8% (2,4 en la Argentina) y la tasa de mortalidad infantil se encuentra en 23,6 por mil (13,4).
El PBI per cápita se encuentra en unos 10 mil dólares mientras que, por ejemplo en nuestro país, ya se arrima a los 15 mil. Una de las raíces del fenómeno se puede indagar en su tasa de inversión que se encuentra en un escaso 16% del PBI.
El déficit en cuenta corriente del país ya supera, en este año, 30 mil millones de dólares.” Por eso diagnosticó que la situación de las cuentas nacionales “es explosiva: Brasil gastó, en los últimos años, en promedio, más de 200 mil millones de reales anuales (entre el 40 y el 50% del presupuesto federal) en intereses y amortizaciones de la deuda pública, que sigue creciendo, superando ya 3 billones (2,4 billones de reales la deuda interna, más de 600 mil millones la deuda externa), o sea, casi un PBI.”
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“Está avanzando la concentración y una estructura productiva de bienes básicos”.
El modelo brasileño tiene un desafío. Está avanzando hacia una estructura productiva donde gana peso lo primario y cierta concentración.
En la Argentina, por el contrario, en los últimos ocho años se avanzó en una estructura productiva más diversificada de la que teníamos en los ‘90 y haciendo del empleo el eje de la incorporación y articulación social. Eso es una diferencia estratégica que tenemos.
Otra es el manejo macroeconómico. Ellos aplican una política de metas de inflación, más de tipo ortodoxo, que pone en conflicto las políticas de aliento a la producción y las posibilidades de la especulación financiera. Esta es otra diferencia con la Argentina que se manifiesta en los altos niveles de inversión de nuestro país y la fuga de capitales en el Brasil.
Por último, en Brasil, uno de los pilares del dinamismo es la promoción del crédito popular que fue la forma de incorporar a sectores bajos a la clase media cuando, en la Argentina, el dinamismo del mercado interno está dado por los planes de inclusión jubilatoria y las asignaciones universales en los sectores bajos y por la recuperacion del salario real en los sectores medios de la economía real.
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“Se profundiza el carácter extractivista de su economía”.
Brasil es la gran potencia regional, con pretensiones de actor global. Sin embargo, manifiesta los mismos problemas estructurales de la media sudamericana. Siendo una potencia industrial, lo principal de sus exportaciones son productos primarios o manufacturas de esa producción, confirmando el carácter extractivista de su economía y subordinada a la demanda mundial.
La crisis mundial motiva los precios en alza de las commodities, que más allá de la volatilidad expresan un componente especulativo y una forma de dominación de un modelo productivo industrializado de los recursos naturales.
Puede considerarse como orgullo del pobre que ayuda al rico en crisis, si no se considera que Brasil sea, según el PNUD, uno de los cinco países de mayor desigualdad en el mundo. Por lo tanto, el desafío no debiera pasar por discutir sobre el salvataje del sur al norte, o la disputa por la recepción de inversiones externas, sino interrogarse cómo aprovechar cuantiosos recursos ahorrados para la promoción de un modelo productivo sustentado en el aliento a la satisfacción de las necesidades de la sociedad.
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“Si se confirma el ajuste fiscal ‘preventivo’ es esperable que se siga desacelerando”.
Desde 1999 Brasil implementa un régimen de metas inflacionarias que, en base a elevadas tasas de interés, promueve la entrada de capitales y favorece la apreciación del real frente al dólar. Este mecanismo ha sido crucial para la contención del proceso inflacionario y le ha permitido alcanzar ciertas mejoras en la distribución del ingreso, al tiempo que varios indicadores sociales registran avances considerables.
Pero no todos los indicadores son alentadores. En los últimos años Brasil ha registrado las menores tasas de crecimiento de la región. Según algunos observadores, la apreciación cambiaria y la creciente competencia asiática están provocando una incipiente desindustrialización y primarización de la economía. Las exportaciones se concentran cada vez más en aquellos productos primarios demandados por los asiáticos. Pese a las moderadas tasas de crecimiento, desde 2007 el país registra un déficit de cuenta corriente, y en los últimos meses el PBI brasileño viene sufriendo una severa desaceleración.

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Como vemos, estos números de la economía, normalmente ocultados o disimulados por los adoradores del modelo carioca, se reflejan en la situación social, aspecto característico del "Modelo Brasileño" económico-social. Ese punto débil de la sociedad brasileña es contra el que combaten los gobiernos de Lula y Dilma desde hace años, y el desafío es cambiarlo sin romper con algunos de los fundamentos del mismo que, como vimos, son muy difíciles de cambiar. Repasemos ahora el costado social más espinoso del país vecino: la enorme desigualdad y violencia que conviven allí.


Después de los militares, cientos de “pacificadores” entran en la Rocinha.
Barrenderos, ingenieros, asistentes sociales y funcionarios municipales cariocas ingresaron detrás de las botas y los tanques. “Mapearán” las necesidades de 100 mil habitantes para probar que el Estado dará respuesta rápida.
Un segundo contingente de uniformados desembarcó ayer en la Rocinha. Cientos de barrenderos limpiaron los desechos que se acumulan en la favela, militarizada desde el domingo. No son los únicos. Ingenieros, asistentes sociales y guardias municipales “mapearán” las necesidades de la población. Es la lógica política, más que la reparación social, lo que sostiene el envío veloz de servidores públicos. Como la ocupación no logra opacar las limitaciones de la política de seguridad de Río, las autoridades pretenden mostrar un rostro más eficaz, menos marcial del Estado. Los que todavía no fueron “pacificados”, y hacia allí apuntan los críticas, son los cuadros policiales infiltrados por el narcotráfico. Bandas mixtas que, además de enriquecerse, siembran terror
El “Choque de paz”, como fue denominado el operativo que, además de la Rocinha, militarizó las favelas Chácara do Céu y Vidigal, arrojó la detención de cinco presuntos delincuentes,16 mil municiones, 60 bombas caseras, tres granadas y decenas de arma de diverso porte. También fueron aprehendidos 120 kilos de marihuana, 60 de pasta base de cocaína y 135 de cocaína. A la lista se sumaron 75 motos, dos autos y tres centrales de TV por cable.
El balance de aprehensiones no deja de ser escaso si se tiene en cuenta que Antônio “Nem” Bonfim Lopes, el “dueño” de la Rocinha hasta que fue detenido la semana pasada, se alzaba con U$S 55 millones al año –la mitad iba para sobornos a la policía– por la venta de estupefacientes. Aún no fueron hallados los “laboratorios” de cocaína y drogas de diseño que supuestamente funcionan en esa favela. La prensa no descartó que, pese a las tareas de inteligencia, los narcos hubieran relocalizado drogas y armas antes de la ocupación.

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Cómo es el “Favela Tour”, una visita al corazón de la mítica Rocinha.
Un periodista de Tiempo Argentino recorrió uno de los asentamientos más famosos de Río de Janeiro. Un morro donde la pobreza convive con los bancos, el turismo internacional y la policía militar que logró expulsar a los narcos.
En una hora subiré a una combi de la empresa Favela Tour y viajaré a la Rocinha, la paradigmática barriada de Río de Janeiro. Un lugar donde, según los medios internacionales, reinan el narcotráfico, la violencia y los asesinatos.
El recorrido comienza con una breve introducción sobre la situación socioeconómica brasileña. Para Luigi, pese a que el país se convirtió en la sexta economía del mundo, la salud y la educación pública –destinadas principalmente a las familias que viven en favelas– siguen siendo muy malas. Sin embargo, el guía vaticina que en 20 años serán potencia.
A medida que nos acercamos a destino, los contrastes propios de una urbe como Río son más profundos. Caminos cada vez más angostos y calles menos transitadas. También aparecen monumentales colegios privados, a los que concurren los niños privilegiados de la sociedad carioca. Allí nomás, luego de pasar frente a un hospital de lujo, está la entrada a la Rocinha, a minutos de barrios adinerados como los míticos Copacabana o Ipanema.
De acuerdo al último censo, allí viven poco más de 70 mil personas, aunque las cifras extraoficiales hablan de 120 mil. A pesar de eso, apenas hay cuatro escuelas municipales y un puesto de salud. El guía también se refiere al origen del nombre la Rocinha. Cuenta que los primeros pobladores del lugar, en su mayoría agricultores humildes, decían que las hortalizas que cultivaban para subsistir venían de sus propias rocinhas, es decir, “ranchitos”.
Uno de los turistas mexicanos pregunta si puede usar su cámara digital y Luigi responde que, ahora no hay problema. “Antes de la pacificación, los narcos sólo las permitían en algunos lugares. Por ejemplo, ese pasillo de ahí –señala con el índice un recoveco oscuro– hasta hace poco era una boca de fumo.” En español, sería un punto de venta de drogas, que funcionaba tanto para el comercio al interior de la favela como para los vecinos acomodados de Ipanema, Gávea y Barra de Tijuca. Pero estos compradores no se acercaban hasta la barriada: llamaban por teléfono y la mercadería les era llevada hasta la puerta de sus domicilios por “aviones”, unos jóvenes que bajaban del morro para hacer el delivery.
Eso, insiste Luigi, era antes de la “pacificación”. Desde entonces, la Rocinha ya no está dominada por la banda de narcotraficantes “Amigos dos Amigos”, cuya cabeza era Antonio Francisco Bomfim Lopes, más conocido como “Nem”. Hoy, el control está a cargo de los oficiales de la Unidad de Pacificación Policial (UPP), que caminan apaciblemente por las calles, portando unas ametralladoras temerarias.
“Como se imaginan, Brasil no puede realizar el Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos si desde las favelas, que están frente a los estadios, hay gente con bazucas o granadas”, resume Luigi. Pese a eso, considera que con la UPP la situación no mejoró: “En el último mes tuvimos tres robos, cuando antes ni siquiera había uno. Los narcotraficantes garantizaban la seguridad.” Este tipo de afirmaciones provocaron que desde 2002 la Oficina de Turismo de Río de Janeiro haya decidido no publicitar el trabajo de Favela Tour, por considerar que la compañía hace apología narco.
Desde ese mismo mirador, otra vez aparecen los contrastes. El millar de casitas humildes se confunde con los hoteles cinco estrellas de las playas de Gávea, una zona turística que recién comienza a ser explotada. Y en dirección a Ipanema surge, imponente, el Sheraton Hotel. A su lado, la favela de Vidigal. Luigi, por su parte, sostiene que en Brasil “no existe lo que se conoce como lucha de clases”.
En ese paisaje, lo único que recuerda a una villa porteña es el cablerío que tapa el horizonte, con un riesgo constante para los vecinos. Todo lo demás es distinto. Inclusive el aroma: el olor a cloaca, en este caso, se combina con un tufillo a cerveja y peixe frito. De fondo, el ritmo de un tambor, como en cualquier rincón de Brasil, se hace eterno.
La ciudad de las contradicciones. Eso es Río. Y la Rocinha está en uno de sus extremos.

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La desigualdad sigue reinando en Brasil pese a los avances sociales.
El 10% de la población más rica se lleva el 44,5% del ingreso nacional. Los afrodescendientes, que son mayoría entre los casi 191 millones de habitantes, ganan la mitad que los blancos. Hay progresos en la lucha contra el analfabetismo.
El avance social y económico de Brasil en el siglo XXI no perforó la matriz de desigualdad histórica con un alta diferencia racial del gigante sudamericano, donde el 10% de la población más rica se lleva el 44,5% del ingreso, y los afrodescendientes, mayoría de la población, ganan la mitad de lo que reciben los blancos.
Según datos del censo nacional de 2010 divulgados ayer por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), si bien la concentración de la renta observó una disminución en los últimos años, la desigualdad en el salario se mantuvo vigente: el 10% más rico tiene salarios 39 veces mayores que el 10% más pobre, que ganan apenas el 1,1% del total de los haberes pagados en el país.
Las desigualdades se observan cuando el análisis se focaliza en las diversas etnias y géneros, según los datos divulgados por el IBGE, organismo oficial. De esta manera, los asalariados blancos, sean estos hombres o mujeres, recibían en 2010 un promedio de 1538 reales (cerca de 900 dólares) contra 834 reales de los negros (menos de 500 dólares) y 732 (poco más de 400 dólares) de los indígenas. El estado de San Pablo, el más industrializado del país, es el que tiene más diferencias raciales: los negros ganan 2,7 veces menos que los blancos.
Los salarios cobrados en promedio por las mujeres son el 70,6% de lo que es embolsado por los hombres tomando en cuenta iguales ocupaciones.
Último país de Occidente en abolir formalmente la esclavitud (1888), las diferencias de la calidad de vida determinada por la raza continúan en Brasil, que este año conquistó el lugar de la séptima economía mundial teniendo en cuenta el Producto Bruto Interno (PBI)
Según el censo, el analfabetismo cayó entre 2000 y 2010 del 13,6% a 9,6% entre los mayores de 15 años. Existe un 3,9% de analfabetismo entre los niños. En detalle, el analfabetismo sigue siendo mayor entre los de piel oscura: es del 14,4% contra el 5,9% de los blancos.
El avance en la lucha contra el analfabetismo, según el diario Folha de São Paulo, coloca a Brasil en la misma posición que Zimbabwe, que tiene el 5% del PBI brasileño.

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Como consecuencia de esta situación económico-social, el descrédito de muchos de los políticos brasileños originó un "nuevo tipo" de candidato, surgido de los medios y bastante parecido a un tipo de candidatos que frecuentan las pantallas argentinas desde hace unos años:

Un payaso logra el mayor apoyo popular en la Cámara de Diputados brasileña.
El payaso Tiririca, candidato a diputado federal, se hizo hoy con un escaño en la cámara baja de Brasil por el estado de Sao Paulo y se convirtió en el parlamentario con mayor apoyo popular del país tras cosechar más de un millón de votos, según el escrutinio parcial del Tribunal Superior Electoral (TSE).
De acuerdo con el TSE, con el 84,05% de los votos escrutados en Sao Paulo, Tiririca obtenía 1.116.542 votos, equivalentes al 6,23% del total de esa circunscripción, el mayor colegio electoral del país.
Nacido en 1965 en el estado nororiental de Ceará, Francisco Everardo Oliveira Silva, "Tiririca", es una figura conocida en Brasil por participar en el programa televisivo de humor "Show do Tom" y se presentó a las urnas como candidato a la Cámara de Diputados en la lista del minoritario Partido de la República (PR), que forma parte de la coalición que gobierna el país.
El payaso, quien carece de cualquier tipo de experiencia política, no ocultó su desconocimiento sobre el funcionamiento de las instituciones del Estado durante su campaña y uno de sus esloganes electorales rezaba "¿Que qué hace un diputado federal?. La verdad, no tengo ni idea, pero vote por mí y se lo cuento".
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El Payaso tiririca. Spots televisivos de su campaña.




Pero ¿qué pasa si ahora comparamos la realidad brasileña con la argentina? Hagamos caso a los propagandistas del modelo carioca y repasemos los resultados que muestran los fríos números. Veamos:

Desarrollo comparado: Argentina, Brasil y Chile .
Por Aldo Ferrer
En el debate sobre situación de la economía argentina es frecuente la comparación con Brasil y Chile. Particularmente en foros del sector privado predomina la idea de que nuestros vecinos crecen e invierten más y cuentan con mayor capacidad de resistencia frente a la crisis internacional.La causa sería que las políticas de nuestros vecinos son mejores que las nuestras, ente otras razones, porque en ellos prevalecen la seguridad jurídica y la previsibilidad en las decisiones públicas. De este modo, existiría en esos países un mejor ambiente para la inversión y el desarrollo económico y mayor fortaleza para responder a las turbulencias internacionales.
Si la observación fuera correcta, el crecimiento actual de nuestros vecinos sería más elevado que el nuestro y mayor la tasa de inversión. Sin embargo, desde 2002, cuando culmina la crisis económica argentina, hasta la actualidad, el crecimiento de la economía argentina duplica aproximadamente el del Brasil y Chile y la tasa de inversión es mayor aquí que en Brasil y comparable con la de Chile. A su vez, la Argentina logró compensar el impacto de la crisis mundial sobre la situación interna tan bien o mejor que Brasil y Chile.
Cabe observar que en el transcurso de esta década los tres países se beneficiaron con la mejora de los términos de intercambio. Brasil y Chile, probablemente más que la Argentina, por la mayor valorización de los minerales respecto de los productos agropecuarios. El contexto externo no es, por lo tanto, un factor explicativo del actual crecimiento más elevado de la economía argentina.
Respecto de la inflación, cabe observar que, también en los tres países, se verifican condiciones de solvencia fiscal, superávit en los pagos internacionales y políticas monetarias no expansivas del gasto. En este escenario compartido de solidez macroeconómica, incluyendo la reducción de los niveles de endeudamiento externo, la mayor inflación, en nuestro caso, refleja, principalmente, un comportamiento inercial de los precios fundados en hipótesis de aumentos asumidos por los actores económicos. La situación argentina hereda la memoria inflacionaria de un país como el nuestro que, el siglo pasado, tuvo el récord mundial inflacionario con varias hiper incluidas. Refleja también la ausencia de una estrategia específica para enfrentar esta singularidad del comportamiento de los precios, sin recaer en esquemas tradicionales de ajuste que siempre son parte del problema y nunca de la solución.
En conclusión, las tendencias económicas de esta década no desautorizan, en términos comparativos, salvo en el tema inflacionario, el acierto de la política económica argentina respecto de la brasileña y la chilena.En el pasado, más precisamente en el cuarto de siglo anterior al 2002 (1976-2001), es cuando, efectivamente, la política económica argentina no resiste la comparación con la de nuestros vecinos. En ese período, mientras Chile más que duplicó su ingreso per cápita y Brasil lo aumentó en 30%, en la Argentina cayó 10%.En el mismo período, el PBI total de la Argentina, respecto del de Brasil, cayó del 47% al 27% y del de Chile, de 480% a 170%. Simultáneamente, se registró en nuestro país un profundo deterioro de la situación social y un desorden económico gigantesco que incluyó el derrumbe del régimen monetario y el default sobre la deuda pública y privada.
Es pertinente observar que en los tres países, en ese cuarto de siglo previo a la crisis argentina del 2001/02, predominó el paradigma neoliberal.Sin embargo, fue sólo en la Argentina, después del golpe de Estado de 1976 hasta 1983 y en la década de 1990, en donde las “reformas estructurales” neoliberales se llevaron hasta las últimas consecuencias, incluyendo el desmantelamiento del Estado.
Entre tanto, el Estado brasileño consolidaba el desarrollo de Petrobras, promovía la conversión de Embraer en la tercera productora de aeronaves del mundo, impulsaba el desarrollo de las empresas “campeonas” nacionales en la infraestructura y en industrias de base y sustentaba el financiamiento en poderosos bancos públicos; en primer lugar, el Banco Nacional de Desarrollo que, en la actualidad, aporta el 20 % del total del crédito en la economía, enfocando sus préstamos a los sectores estratégicos.
En la Argentina, en el mismo período 1975-2001, además de la tragedia de la violencia y el terrorismo de Estado, sufrimos la guerra y la derrota en Malvinas y una política sistemática de desmantelamiento del poder nacional. Se vendieron y extranjerizaron YPF, la fábrica de aviones de Córdoba, las empresas públicas y las mayores privadas nacionales, disolvió el Banco Nacional de Desarrollo (creado en 1970 durante mi desempeño en el Ministerio de Economía) y endeudó el país hasta el límite de la insolvencia. Esta serie de calamidades demolió buena parte de la capacidad industrial del país, como lo demuestra el hecho asombroso de que, entre 1975 y 2002, el producto industrial per cápita cayó en 40%. Las consecuencias sociales fueron abrumadoras.
El estudio del desarrollo comparado entre países, por ejemplo, entre Argentina, Brasil y Chile, es un ejercicio muy útil, del cual puede aprenderse mucho para mejorar la calidad de la política económica argentina.Siempre y cuando se fundamente en una adecuada perspectiva histórica y la apreciación objetiva de los datos de la actualidad.

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Argentina lidera el ranking regional de ingreso per cápita y de crecimiento.
El nuevo trabajo elaborado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue presentado en Washington y recoge datos y estimaciones económicas, algunos de los cuáles ya fueron dados a conocer en el informe de Perspectivas Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) presentado en el marco de la Asamblea Anual conjunta del FMI y Banco Mundial el pasado 21 de septiembre.
Como novedad este informe del FMI agrega datos sociales, que generalmente ocupan a otros organismos como el Banco Mundial.
Respecto de los indicadores de desigualdad, medida por el Coeficiente de Gini, Argentina es el país con menor nivel de desigualdad de la región, con un puntaje de 44,3; mientras que su mayor socio comercial, Brasil, mantiene un nivel de 53,7.
El FMI, que mide la pobreza como "la proporción de la población que gana menos de 2,50 dólares diarios", consideró que el Argentina tiene una tasa de 6,6%, (...) La misma tasa trepa a 15,1% en el caso de Brasil, a 33,1% en Bolivia, y 20,6% en Paraguay.

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FMI: Argentina es el país que más creció en últimos años pero debe enfriar la economía.
El ingreso per cápita promedio está en los u$s15.901 anuales y es el país con menos nivel de desigualdad de la región. Así definió a la Argentina el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), que fue elaborado sobre la base de los últimos datos disponibles para 2010. Además, pone segundo a Chile con un ingreso per cápita de u$s15.040 anuales y luego queda Brasil, con u$s11.273 promedio por año.
Menos desiguales. Respecto de los indicadores de desigualdad, medida por el Coeficiente de Gini, la Argentina es el país con menor nivel de desigualdad de la región, con un puntaje de 44,3; mientras que su mayor socio comercial, Brasil, mantiene un nivel de 53,7.

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La locomotora.
Primero fue “un veranito”. Así calificaban los economistas del establishment a los primeros meses de repunte económico del gobierno kirchnerista. Después vino “estamos bien, pero vamos mal”. “No va a funcionar”, aseguraban, refiriéndose a esa política económica heterodoxa. Luego de casi ocho años de crecimiento, el latiguillo que reiteran es que “la bonanza económica es fruto del viento de cola internacional”.
Cash realizó una investigación, basado en diversas fuentes, como la Cepal, FMI, BID y estudios de consultoras privadas de otros países de la región, que revela que fruto de las políticas públicas domésticas, Argentina muestra la mejor evolución en los indicadores económicos y sociales de Latinoamérica.
- Desendeudamiento. La reducción de la deuda pública conseguida por las renegociaciones llevadas a cabo en 2005 y 2010 fueron una condición imprescindible para que el Gobierno pueda llevar adelante el resto de las políticas que derivaron en el crecimiento sostenido de los últimos ocho años.
Así, Argentina se convirtió en el país que más redujo su deuda entre 2002 y 2010. Según datos del FMI, en ese período se redujo el pasivo público en un 23,7 por ciento.
El resto de los países de Latinoamérica la aumentó. Ecuador incrementó su deuda un 2,9 por ciento; Brasil, un 3,8 por ciento;
- PBI. En 2010 hubo dos países latinoamericanos que crecieron más que Argentina: Perú y Paraguay.
(...) compara la evolución del PBI entre 2002 y 2010 de los países pertenecientes al Unasur. Argentina lidera el crecimiento en ese período con un aumento del PBI del 79,2 por ciento. (...) y Brasil, un 38,1 por ciento.
- PBI per cápita. Según el informe de la Universidad de San Martín, Argentina también lidera el crecimiento per cápita en los últimos ocho años, con un crecimiento del 82 por ciento entre 2003 y 2010. (...) en Brasil, un 46 por ciento
- Inversión. Un argumento repetido por los economistas de la city es que la “intromisión” del Estado en la economía genera un “clima de negocios poco propicio para la inversión”. Y presentan a Brasil como el modelo opuesto. Cepal comparó la evolución de la relación de la inversión con el PBI de ambos países entre 2003 y 2010. En 2003 la inversión en Brasil representaba un 18 por ciento de su PBI; en 2010, un 19,4 por ciento. En ese lapso la relación entre inversión y PBI en Argentina aumentó de un 18,2 por ciento al 23,4 por ciento.
- Perfil de las exportaciones. Un dato utilizado internacionalmente para medir el grado de desarrollo de un país es el nivel de valor agregado de las exportaciones. Según datos de la aduana brasileña, en el 2003 el 52 por ciento de las ventas externas de Brasil eran manufacturas de baja, media y alta tecnología; el 38 por ciento restante eran manufacturas basadas en recursos naturales y productos primarios. Ocho años después el 36 por ciento de las exportaciones brasileñas contiene algún grado de tecnología y el 64 son manufacturas en base a recursos naturales y productos primarios. Es decir, las exportaciones brasileñas se primarizaron. Según la aduana local, en Argentina, aun cuando la producción y exportación agrícola creció más de un 50 por ciento desde 2003, las exportaciones de manufacturas de origen agrícola y la producción primaria, que representaban el 69 por ciento de las ventas externas en 2003, cayeron al 67 por ciento del total en 2010. Las manufacturas con baja, media y alta tecnología, en cambio, significaban un 31 por ciento de las exportaciones nacionales en 2003 y pasaron al 33 por ciento en 2010.
- Producción industrial. Brasil es, por lejos, el país más industrializado de la región. Pero la evolución de los últimos siete años favorece claramente a Argentina con respecto al resto de las economías latinoamericanas. Informes de consultoras de países latinoamericanos sobre ese tema revelan que entre 2003 y 2010 Argentina incrementó su producción industrial un 91 por ciento; Uruguay la aumentó un 68 por ciento; Ecuador, un 49 por ciento; Colombia, un 39 por ciento; Venezuela, un 36 por ciento; Brasil, un 29 por ciento y Chile, un 14,8 por ciento.
El documento de la Cepal señala el buen desempeño de la región y pone a la Argentina como el país que mejor aprovechó el escenario internacional. “El viento de cola (la expansión de la demanda china y asiática de materias primas y el boom de precios de las commodities) afectó a todos los países de América latina. Pero la evolución económica de Argentina tiene algunas particularidades sólo explicables por su modelo de desarrollo.”
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EVOLUCION DE INDICADORES LABORALES Y SOCIALES
- Salario Mínimo.
Hoy el país tiene el salario mínimo medido en dólares más alto de la región, al ser equivalente a 424 dólares. Según datos de los ministerios de Trabajo de los países citados, en Paraguay es de 414 dólares; en Brasil, de 349 dólares; en Chile, de 343 dólares, y en Uruguay es de 300 dólares.
Según un informe de Cedlas, el Centro de Estudios Económicos de la Universidad de La Plata, el ingreso por habitante es de 14.200 dólares. El promedio de la región es de 7500 dólares. El ingreso por habitante de Brasil es de 4164 dólares.
- Distribución de la riqueza.
Según datos de OCDE, el Coeficiente Gini es el más bajo de la región. Este índice va de cero a uno. Cuanto más se acerca a cero, mejor es la distribución; por el contrario, cuando tiende a uno representa una sociedad más desigual. El Coeficiente Gini a fines de 2010 llegó a 0,39. El de Uruguay es de 0,42; el de Chile, de 0,51, como el de Perú. El coeficiente Gini de Brasil es de 0,55, el más desigual de Latinoamérica
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Como hemos visto claramente, las virtudes del recomendado (por muchos "recomendadores profesionales") modelo brasileño de economía no es más que otro de los que aquí llamamos Mitos Argentinos. Y, nuevamente, este humilde basurero ha cumplido con su tarea de limpiar la basura de nuestro "sentido común" autóctono: otro servicio público a la comunidad. Hasta la próxima.


Más Mitos Argentinos analizados aquí.


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