21 de mayo de 2012

WikiPis: Cables reveladores de la embajada británica sobre el golpe de estado contra Yrigoyen.

WikiPis (el Wikileaks basurero). revela hoy más documentos de la embajada de Gran Bretaña durante la dictadura de Uriburu.

Wikipis
no es otra cosa que el compendio de las “deposiciones” de funcionarios, políticos y periodistas de hoy y de siempre, que cimentaron el sentido común vernáculo.

Basurero Nacional continua aquí con la publicación de cables, cartas y mensajes que consideramos necesario que sean conocidos por todos. Como comprenderán, no podemos revelar las fuentes de nuestros informes, pero nadie podrá desmentir ni negar la veracidad de los mismos. La cuadrilla de jaquers basureros de este blog, acostumbrados a lidiar con filtraciones y derrames de información, se dedicará no a “hackear” sino a “chorear” este material de los medios de difusión, portales de internet de toda laya, correos, correos electrónicos, memorias y pasillos de todo el país, con el único propósito de dar a conocer lo que generalmente no estaba destinado a ser conocido por el gran público (es decir: el pueblo).

En WikiPis, en lugar de editar los cables del gobierno de Gran Bretaña preferimos resaltar algunos pasajes importantes o sugestivos, así el lector puede sacar sus propias conclusiones al leerlos completos. En esta oportunidad, Basurero Nacional publica tres cables secretos del embajador británico informando a su gobierno sobre los entretelones del golpe militar contra el Presidente Yrigoyen. En ellos se revelan los intereses y los personajes que intervienen en el golpe, así como los resultados de la violencia utilizada por el movimiento golpista, algo no siempre señalado en las recordaciones que se realizan del mismo, ya sean hechas por los radicales como por los antiradicales, que aún festejan o al menos justifican el golpe. Vayamos entonces a los documentos de hoy:

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La revolución de 1930 según el embajador británico en Buenos Aires.

Octubre 3, 1930.
Sección 3.
Sud y Centro América.
Confidencial.
A 6408/666/2 Nº 1
Señor R. Macleay al señor A. Henderson.
Nº 233
Buenos Aires, septiembre 9, 1930.
Señor,
Tengo el honor de remitirle un breve resumen de los acontecimientos de la semana pasada que culminaron el 6 del corriente, con la renuncia del Presidente Yrigoyen y la caída de su gobierno.
2. Mis informes previos sobre la situación política y especialmente mi despacho Nº 211 del 12 del mes próximo pasado comentando el importante manifiesto publicado por cuarenta y cuatro miembros de la oposición en el Senado y Cámara de Diputados, habían llamado la atención sobre las disensiones internas entre los propios adictos al Presidente Yrigoyen, así como sobre el creciente descontento popular para con su administración. Las culpas de omisión y comisión de las que el gobierno ha sido acusado por sus opositores políticos ya han sido mencionadas en los informes de esta Embajada y están tan claramente establecidas en el manifiesto arriba mencionado que considero innecesario recapitularlas. Entre los cargos más graves contra el Presidente figuraba la acusación de haber suprimido los derechos autónomos y las libertades de los gobiernos provinciales con el abuso reiterado del sistema de intervención a las provincias. Yo creo que fue el rumor de que intentaba una nueva intervención a la provincia de Entre Ríos, donde, como resultado de la pérdida de votos de su partido en las elecciones recientes, habían resultado electos un Gobernador y una Legislatura que no se consideraban suficientemente sumisos a sus dictados, lo que actuó como detonante.
3. La opinión pública se sintió conmovida ante el hecho de que algo había ocurrido para alarmar al Presidente y su círculo, dadas las extraordinarias precauciones militares y policiales que fueron adoptadas repentinamente por el gobierno nacional en la capital y por el gobierno provincial de Buenos Aires en La Plata. Como resultado de una serie de conferencias durante la tarde y noche del 27 de agosto, entre el Presidente, sus Ministros y los Jefes de la Primera y Segunda División del Ejército, un extraordinario despliegue de fuerzas, tanto militares como policiales, fue ubicado en posiciones estratégicas alrededor y dentro de la Casa de Gobierno y en la residencia privada del Presidente.
4. Como los círculos gubernamentales no daban explicación sobre la razón de estas medidas extraordinarias, se produjo un considerable malestar y, dado que hacía ya tiempo que se corrían rumores sobre descontento e intranquilidad en el ejército y la armada, se pensó que el diario “La Prensa” había dicho la verdad cuando anunció que “toda esta alarma e incertidumbre responde a la denuncia recibida por el Ministro de Guerra sobre la constitución de una Junta Revolucionaria que aspiraba a promover de inmediato un movimiento para deponer al Primer Magistrado”. El arresto de un número de oficiales del ejército, desde el rango de Coronel hacia abajo, dio crédito a esta versión. El velo de misterio que rodeaba la actitud del Jefe del Ejecutivo y su Gabinete no desapareció con la renuncia del Ministro de Guerra, general Dellepiane, quien en una larga carta dirigida al Presidente, que fue publicada, se quejaba de desacuerdos mutuos fundamentales con respecto a cuestiones de disciplina y hablaba de su desagrado ante las intrigas que veía a su alrededor y ante la situación del Presidente que estaba rodeado de tan pocos hombres leales y tantas personas interesadas. La renuncia fue aceptada por un decreto que, contrariamente a todo lo precedente, no hacía mención de los servicios prestados ni incluía ninguna 'expresión de gratitud de parte del Presidente. La cartera de Guerra fue confiada interinamente al Ministro del Interior, que es considerado el más firme y leal partidario del Presidente Yrigoyen. A pesar de uno de los periódicos oficialistas publicó una declaración afirmando que el Presidente había desaprobado las medidas de protección dispuestas por el Gral. Dellepiane, las precauciones militares y policiales fueron intensificadas mas que disminuidas, y se aumentó a trece el número de barcos sitos en el puerto de Buenos Aires. Un incidente de poca importancia en sí mismo, pero significativo como prueba de la impopularidad del gobierno, ocurrió el domingo 31 de agosto, en la inauguración oficial de la Exposición Agrícola de la Sociedad Rural, cuando el Ministro de Agricultura, que representaba al Presidente de la República, fue objeto de una recepción sumamente hostil y fue abucheado cuando intentaba pronunciar el discurso inaugural. El incidente hubiera sido mucho más serio, sin duda, si, como se esperaba, el Presidente hubiera estado presente.
5. En la tarde del 4 de septiembre, alrededor de 3.000 estudiantes universitarios recorrieron las calles pidiendo la renuncia del Presidente. Cuando intentaban atravesar la Plaza de Mayo, donde está situada la Casa de Gobierno, chocaron con la policía. Se hicieron disparos y un joven resultó muerto y dos estudiantes, heridos. La opinión pública se enardeció ante esta sangrienta represión de una manifestación que, aunque bulliciosa y hostil al Presidente, no era ilegal ni podía haber sido considerada peligrosa, ya que sólo unos pocos estudiantes iban armados. Desde este momento la situación se tornó más seria ya que, aunque los elementos más moderados de la oposición todavía confiaban en lograr sus fines sin revolución, parecía evidente que el Presidente sólo cedería ante la fuerza. Como el Presidente permanecía confinado en su residencia con un leve ataque de gripe, había sido imposible obtener una información precisa de lo que realmente pasaba en los círculos de gobierno, pero se dijo que el Ministro de Justicia apoyado por algunos miembros del Gabinete y algunos de sus amigos personales, le habían explicado exhaustivamente la gravedad de la situación y le habían aconsejado rendirse ante el clamor popular, renunciando en favor del Vicepresidente. Se dice que el Presidente respondió que necesitaba tiempo para pensarlo y que daría su respuesta el lunes siguiente. El estallido de indignación que sobrevino luego de la represión a la manifestación estudiantil parece haber convencido al Presidente que debía ceder; en la tarde del 5 de septiembre se dictó un decreto estableciendo que en adelante el Poder Ejecutivo sería ejercido por el Vicepresidente. Al mismo tiempo el Vicepresidente dictó otro decreto imponiendo el estado de sitio en la capital por un período de treinta días.
6. La aparición de estos idos decretos en vez de apaciguar la opinión pública, crearon una situación peor. El primero fue interpretado —yo no dudo que esa fue su real intención— como que el Presidente sólo había delegado provisoriamente su autoridad y que no había renunciado definitivamente. Por el segundo decreto se suspendían por treinta días las garantías constitucionales de los habitantes de la capital, se prohibía todo tipo de reunión pública durante este período y se amordazaba a la prensa que no podría hacer ningún comentario sobre la situación política. Era obvio que si la opinión popular había decidido que el Presidente debía irse, no estaría satisfecha con el primer decreto y rechazaría abiertamente el intento del segundo decreto de restringir su libertad de acción y de expresión Los dos líderes de la oposición, o como ya había llegado a transformarse, del movimiento revolucionario, el Teniente General Uriburu y el General Justo, quienes habían estado en contacto secreto con los elementos descontentos del Ejército y la Marina, acompañados por algunos miembros del Congreso, líderes universitarios y un numero de civiles adictos, se dirigieron temprano, en la mañana del 6 de septiembre, a los principales cuarteles del Ejército de Buenos Aires, en la Guarnición de Campo de Mayo, a unas doce millas afuera de la ciudad. Allí, no sin dificultad y luego de muchas discusiones, parece que lograron inducir a varios regimientos y sus oficiales a unirse a la población civil en una marcha sobre la ciudad, con el fin de tomar posesión, en forma pacífica, de la Casa de Gobierno y forzar al Presidente a renunciar. La marcha sobre la ciudad fue seguida por una escuadrilla de aviones militares de la Fuerza Aérea acantonados en el Palomar, un poco más lejos de los cuarteles de Campo de Mayo, que habían sido persuadidos de unirse al movimiento; éstos arrojaron panfletos, que emanaban de una Junta Militar, donde se declaraba que el Ejército y la Marina, en respuesta al llamado unánime del pueblo y obedeciendo sus deberes de ciudadanos argentinos, habían decidido levantarse en armas para hacer ver a “los hombres del gobierno que habían traicionado la confianza del pueblo y de la República” que debían renunciar inmediatamente a sus cargos “que ya no ejercían para el bien común, sino para la satisfacción de sus propios apetitos”.
7. Las tropas bajo el mando de los generales Uriburu y Justo avanzaron sobre la ciudad en dos columnas; numerosos civiles armados se le unieron a lo largo de la ruta. El único lugar donde encontraron cierta resistencia fue en la plaza frente al edificio del Congreso, donde la policía montada y algunos civiles partidarios del gobierno, que habían tomado posiciones en los edificios vecinos y en el techo del edificio del Congreso, abrieron fuego con rifles y ametralladoras. La oposición fue rápidamente controlada, pero murieron alrededor de veinte personas, incluyendo algunos cadetes del Colegio Militar, que avanzaban a la cabeza de una de las columnas de tropas insurrectas, y hubo un gran número de heridos. En esos momentos, fue izada una bandera blanca en la Casa de Gobierno, en señal de rendición; cuando el general Uriburu y el general Justo llegaron pudieron .entrar al edificio sin ninguna oposición; allí encontraron al infortunado Vicepresidente, bajo una crisis histérica, habiendo sido abandonado por los otros miembro del gobierno. Se le concedieron cinco minutos para que redactara y firmara su renuncia y, después que lo hizo renuentemente, se le permitió retirarse sin ser molestado.
8. Pocos minutos después el Presidente Yrigoyen, acompañado por el señor Oyhanarte, el Ministro de Relaciones Exteriores y dos amigos íntimos, abandonó su residencia privada, que está a considerable distancia de la Casa de Gobierno, y se dirigió en auto rumbo a La Plata, donde fue recibido por el señor Corvetto, gobernador de la provincia, y uno de sus más fervientes y leales partidarios. Por un momento parece que el Presidente y el señor Corvetto tuvieron la idea de convertir la capital de la provincia en centro de defensa, y con la ayuda de las tropas locales, que ellos creían leales, hacer un contraataque sobre los revolucionarios de Buenos Aires. Pero estaban destinados a desilusionarse muy rápidamente, porque, cuando el señor Corvetto telefoneó al comandante de las tropas para que fuera inmediatamente a la casa de gobierno a recibir órdenes del Presidente, le contestó que él estaba en comunicación con el general Uriburu, y bajo sus órdenes y que mandaba a su segundo para exigirle al Presidente su rendición. Los que rodeaban al Presidente comprendieron que toda resistencia era inútil; el Presidente, que estaba en un estado de colapso, luego de dictar su renuncia y entregarla al oficial, fue llevado a los cuarteles donde se rindió ante el oficial a cargo. Aunque el general Uriburu telegrafió órdenes para que fuera puesto en libertad una vez que hubiera firmado su renuncia, en el momento en que escribo, se dice en los diarios que el ex Presidente está todavía en el Cuartel de Infantería de La Plata, bajo cuidado médico.
9. Mientras en La Plata ocurrían estos trágicos acontecimientos, el Gral. Uriburu había .estado ocupado en Buenos Aires, consolidando su posición, y esa misma tarde, emitió una larga proclama dirigida al pueblo de la capital, firmada por él como Comandante en Jefe del Ejército y Presidente del Gobierno Provisional, anunciando la formación de un Gobierno Provisional. Incluyo una traducción de dicha proclama publicada en los diarios, cuyos pasajes más importantes son aquellos que justifican la actitud de las fuerzas armadas y los que denuncian con lenguaje duro, los vicios y defectos del gobierno del Presidente Irigoyen, así como también aquellos otros que destacan el respeto del Gobierno Provisional por la Constitución, la disolución del Congreso actual y su intención de convocar a nuevas elecciones cuando se restableciera la tranquilidad en la sociedad argentina. Otro punto interesante es la solemne promesa de todos los miembros del Gobierno Provisional de no permitir que sus nombres figuren como candidatos a la Presidencia.
10. La lista de los miembros del Gobierno Provisional y sus antecedentes son consignados en otro despacho. Todos ellos hombres de marcada tendencia conservadora, que se han destacado en distintos ámbitos y cuya reputación debe inspirar confianza. Por lo que se puede juzgar hasta este momento, el Gobierno Provisional ha sido recibido con entusiasmo por gran parte de la opinión pública en la capital, y ha sido aceptado con pocas muestras de oposición en las provincias. Aunque ahora resulta evidente que un número considerable de tropas y toda la Marina, que permaneció absolutamente neutral durante los acontecimientos, no estaban dispuestas a plegarse a un movimiento revolucionario que intentara derrocar al gobierno que estaba en el poder, no cabe duda que sus simpatías estaban en favor de los insurrectos, por lo que, a mi juicio, hay muy poco peligro de una contrarrevolución proveniente de esos cuarteles.
11. Yo creo que la consecuencia de la caída del Presidente Yrigoyen va a ser la división definitiva del partido conocido como la “Unión Cívica Radical”, que ya se había dividido en dos grupos, los “Personalistas” y los “Anti-personalistas”. Los elementos más radicales de estos grupos pueden derivarse hacia el campo socialista, mientras que los menos extremos podrían unirse con los partidarios del Presidente Alvear para formar un partido liberal. Cuando las cosas se tranquilicen y se desvanezca el júbilo por la caída del Presidente Yrigoyen y su desacreditado gabinete, es indudable que el Gobierno Provisional deberá enfrentar una poderosa oposición en el parlamento y fuera de él. Un gobierno integrado por las clases capitalistas y terrateniente debe también estar preparado para afrontar dificultades con la clase trabajadora y con los sindicatos, para quienes el Presidente Irigoyen era, y probablemente todavía es, una figura popular y simpática. Hay siempre bastante descontento obrero y agitación comunista en Buenos Aires, lo que se ha visto intensificado por la actual depresión económica, y si han habido relativamente pocos conflictos o huelgas serias ha sido, probablemente, debido a la popularidad personal del Presidente Yrigoyen y a su influencia con los trabajadores.
12. Supongo que el derrocamiento del Presidente Yrigoyen y de su gobierno por medio de las armas va a causar un shock a la opinión pública de Europa, a la que se había hecho creer que la Argentina había hecho grandes progresos hacia su estabilidad política en los últimos veinte años y que había superado la etapa de las revoluciones y de los golpes de estado militares. Pienso que la mayoría de los argentinos cultos se sienten humillados por el curso que han tomado, los acontecimientos y ante la idea que en Europa y Norte América se los catalogue a la par de Bolivia y Perú. Sin embargo, reflexionando, resulta difícil culparlos, porque si se tiene en cuenta que todos esos países sudamericanos carecen de control y equilibrio entre el Poder Ejecutivo y Legislativo, tal como existe en los países con sistema constitucionales bien desarrollados, es fácil comprender que, cuando se da el caso de un Presidente egocéntrico y obstinado como Yrigoyen, que no quiere reconocer que ha perdido la confianza y el apoyo de la mayoría de sus conciudadanos, no hay medios constitucionales para privarlo del poder, excepto por medio de las fuerzas armadas. Dado el control que el Poder Ejecutivo puede ejercer sobre las elecciones y sobre los gobiernos provinciales, era inútil esperar que el cambio de actitud del país hacia el Presidente
Yrigoyen y su gobierno se pudiera reflejar, alguna vez, en la composición de la Cámara de Diputados, por lo tanto el país se enfrentaba con la opción de soportar otros cuatro años de mal gobierno, hasta el final del período presidencial, o ponerle fin por medio de la fuerza. Esto era imposible sin la intervención del Ejército y la Marina ya que, si las dos armas hubieran permanecido pasivas, los civiles no hubieran tenido ninguna posibilidad contra una fuerza policial numerosa y bien armada, compuesta en su mayor parte por hombres con mezcla de sangre india, los que, bajo las órdenes de sus superiores, hubieran disparado sin resquemor contra los manifestantes civiles.
13. Si esto tenia que ocurrir, a lo menos es satisfactorio pensar que prácticamente fue una revolución incruenta y que puede resultar una bendición si pone fin a todos los intentos de dictadura y gobierno personal de los futuros presidentes argentinos, aun cuando estén bien intencionados, sean idealistas y patriotas incuestionables como Hipólito Yrigoyen.
Soy su atento servidor
Ronald Macleay
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F.O. 118/633
Octubre 14, 1930
Sección I
Sud y Centro América
Confidencial
A 6660/666/2 Nº 1
Sr. R. Macleay al Sr. A. Henderson.
Nº 238. Buenos Aires, septiembre 18, 1930.
Señor,
Con referencia a mi despacho Nº 236 del 13 del corriente, referente a la caída del Presidente Yrigoyen, tengo el honor de informarle que el Gobierno Provisional ha decretado la Intervención Federal en doce de las catorce provincias. Las únicas donde no ha habido cambios son Entre Ríos y San Luis, donde se considera que los gobiernos han sido legalmente constituidos. Debe recordarse que la amenaza de intervención federal a Entre Ríos, después de la derrota del gobierno último en las elecciones provinciales, fue una de las causas finales de la revolución.
2. Entre las designaciones más importantes realizadas por el Gobierno Provisional figura la del Sr. José Guerrico para reemplazar al Sr. José Luis Cantilo como Intendente o Lord Mayor de Buenos Aires. El nombramiento del Sr. Guerrico puede ser de valor para los intereses británicos pues fue el único miembro del Concejo Municipal que se mostró siempre amistoso con la Compañía Anglo-Argentina de Tranvías y la apoyó en su intento de convencer a la Municipalidad para que modificara los términos de su concesión en la construcción de cuatro nuevos subterráneos, en el sentido de que se les permitiera incrementar el boleto único de 10 a 15 centavos. También es de interés para la Compañía Anglo-Argentina, saber que ha sido disuelto el Concejo Deliberante de la Municipalidad, que votó recientemente una resolución otorgando la concesión para la construcción de subterráneos a una compañía española.
3. También deben ser designados: el presidente del Departamento Nacional de Higiene, el presidente del Departamento Nacional de Trabajo, el presidente de la Caja de Conversión, el administrador de Aduana, el presidente de la Lotería y el Director General de Correos y Telégrafos. Se han nombrado nuevos presidentes en el Banco de la Nación y Banco Hipotecario Nacional, así como también nuevos directorios. El Contra almirante Enrique Fliess ha sido designado administrador de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, en reemplazo del Gral. Mosconi quien había demostrado ser amigo nuestro en muchas ocasiones, a pesar de que, en cumplimiento de la política del Sr. Yrigoyen de nacionalización de todos los recursos petrolíferos del país, se había visto obligado a adoptar una actitud en cierto modo obstruccionista para con las compañías petroleras extranjeras establecidas aquí.
4. Como se ve el Gobierno Provisional intenta hacer una barrida total del régimen de Yrigoyen y si se da crédito a las noticias que aparecen todos los días en los periódicos más prestigiosos sobre el estado de caos, casos de malversación, extorsión y otras irregularidades que se han descubierto en todas las ramas de la administración, no solo en la capital sino también en las provincias, es evidente que el nuevo Gobierno tiene que sanear la gran corrupción, y que pasarán muchos meses antes que se complete esta tarea y se pueda considerar el problema de nuevas elecciones.
5. Otra designación que ha causado comentarios es la del Almirante Ricardo Hermelo como Jefe de Policía. El Almirante Hermelo fue Prefecto del Puerto de Buenos Aires bajo la presidencia de Alvear y realizó una intensa represión de agitadores entre los trabajadores portuarios; fue obligado a renunciar debido a que sus severas medidas levantaron gran oposición. Bajo las órdenes del Almirante Hermelo, las leves vigentes se están aplicando con todo rigor. Se espera que Vicente Scarlatto, un lustrabotas conocido como el principal confidente y consejero del Presidente Yrigoyen, sea entregado a las autoridades militares y juzgado por una corte marcial. Se asegura que se han encontrado documentos que prueban que Scarlatto recibió gran cantidad de armas y municiones del Ministerio de Guerra unos días antes de la revolución, y que él estuvo comprometido en el ataque sorpresivo que se llevó a cabo, desde el Congreso y edificios vecinos, contra las tropas que entraban en la ciudad desde Campo de Mayo y que produjo cierto número de victimas.
6. Se han hecho muchos arrestos entre los partidarios del gobierno depuesto, que incluyen además de ex-miembros de ambas ramas de la Legislatura, al ex-Ministro del Interior, Sr. Elpidio González, al ex-Director de Correos y Telégrafos, al ex-Presidente del Consejo Nacional de Educación y a muchos otros.
7. Por otra parte, algunos de los más conocidos colaboradores lograron fugarse hábilmente. El Sr. Diego Luis Molinari, quizá el hombre más capaz del partido y su líder en el Senado, se refugió en la noche del ya famoso 6 de septiembre, en la Embajada Japonesa, salida muy inteligente dado que la Legación Japonesa se encuentra en los suburbios de Buenos Aires, y, probablemente es la última Legación en donde la policía u otros podían suponer que un refugiado político pidiera asilo. Yo creo que el Sr. M. Yamazaki se sintió desconcertado ante la llegada de este huésped tan inesperado y no informó al Gobierno Provisional ni a ninguno de sus colegas hasta después de varios días. El Sr. Molinari decidió que le gustaría ir al Brasil y le pidió a M. Yamazaki que le acompañara, para su seguridad, a un vapor japonés que partía a corto plazo hacia Río de Janeiro. Mi colega japonés consultó al Embajador brasileño y le informó del deseo del Sr. Molinari de viajar al Brasil. El Sr. Rodríguez Alves respondió inmediatamente que su gobierno no tendría ninguna objeción, pero que el Gobierno Provisional debía ser informado y debían solicitarse las garantías necesarias para resguardar la seguridad personal del Sr. Molinari. También persuadió a su colega japonés para que le acompañara en una visita privada al Dr. Ernesto Bosch, Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Provisional, quien no puso ninguna dificultad con respecto a la partida del Sr. Molinari en un barco japonés.
8. Otro miembro destacado del Gobierno del Sr. Irigoyen, el Ministro de Relaciones Exteriores, Sr. Horacio Oyhanarte, pudo abandonar La Plata a donde él había conducido al ex-presidente en la noche del 6 de septiembre, y dirigirse a Montevideo, gracias a los buenos oficios de su amigo íntimo el embajador uruguayo.
9. Ahora están apareciendo en la prensa toda clase de publicaciones con respecto a la fortuna personal del Sr. Oyhanarte. Se dice que ha dejado deudas por más de siete millones de pesos y si bien probablemente esto sea una exageración, también se dice que recientemente trató de conseguir un préstamo en el Banco de la Nación. Se ha descubierto un informe sobre sus bienes que ha sido entregado a la prensa por el nuevo Ministro del Interior, según el cual posee 6.510 millones de pesos en propiedades, en sociedad con otras personas; en el informe aparecía otra suma de 2 millones de pesos ingresados como “obtenidos en pago de mis honorarios en conexión en diversos asuntos”. Como se supone que la fortuna personal del Sr Oyhanarte no excedía los 200.000 $ ó 300.000 $ cuando él asumió el cargo en octubre de 1928, la publicación del informe sobre sus bienes ha dado lugar a muchos comentarios en los círculos sociales y financieros donde él ya gozaba de mala reputación en materia de negocios.
10. El ex-presidente ha desaparecido completamente de la escena en los últimos días. Pienso que la intención original del nuevo gobierno era embarcarlo hacia el Uruguay, ya que, a pesar de que en una entrevista concedida al representante de Associated Press el 9 del corriente, el Gral. Uriburu había declarado que estaba libre (ver mi despacho Nº 236 del 13 del corriente), se lo llevó al día siguiente al guardacostas “General Belgrano” que abandonó La Plata en la mañana del 11 de septiembre evidentemente hacia Montevideo, donde se decía que el gobierno uruguayo había tomado medidas para su recepción y estaba preparado para ofrecerle hospitalidad.
11. Sin embargo, el tiempo pasó y no hubo noticias del arribo del barco a Montevideo; la próxima noticia sobre él fue la publicación de un comunicado oficial en los diarios de Buenos Aires diciendo que el Sr. Yrigoyen continuaría bajo arresto a bordo del “Belgrano” que permanecía anclado en los canales de acceso al puerto de Buenos Aires. La detención del ex-presidente se prolongaría todo el tiempo que el Gobierno Provisional lo considerara necesario.
12. Supongo que este cambio de planes, si es que verdaderamente alguna vez existió la intención de enviar al ex-presidente a Montevideo, se debe a los marcados indicios de simpatía hacia él por parte de ciertos círculos políticos del Uruguay, donde ya se habían refugiado varios de sus amigos personales y correligionarios. Sin duda, el Gobierno Provisional teme que si se le permitiera al ex-presidente —quien, entre paréntesis, se encuentra en mucho mejor estado de salud de lo que se esperaba— establecer su residencia en Montevideo, ésta se convertiría en un centro de agitación política e intrigas que el gobierno no estaría en condiciones de reprimir. Por lo tanto han decidido mantenerlo por un tiempo a bordo del “Belgrano”, donde parece que se le ha concedido la mejor cabina, siendo atendido por su hija. Parecería que el Gobierno Provisional estuviera sumamente embarazado y no supiera qué hacer con él. Probablemente les gustaría mandarlo a Europa, dado que su detención a bordo de un guardacostas de unas 7.000 toneladas de desplazamiento, no puede continuar indefinidamente.
Suyo,
Ronald Macleay
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Revolución trascendental en un fin de semana.

Hace una semana el Sr. Hipólito Yrigoyen delegó la Presidencia de la Nación al Vicepresidente, Dr. Enrique Martínez, cuyo primer acto oficial fue el de declarar el estado de sitio en la Capital Federal por treinta días. En este breve intervalo han ocurrido acontecimientos transcendentales en la historia argentina. La administración de Yrigoyen ha sido depuesta y su lugar ha sido ocupado por un Gobierno provisional compuesto de eminentes militares y elementos civiles. El ex-presidente ha huido de su país y se ha embarcado ayer en una unidad naval con destino desconocido. El ex-vicepresidente está arrestado lo mismo que el ex-Ministro del Interior, Sr. Elpidio González, y un considerable número de ex-legisladores y altos oficiales del gobierno anterior. El fin de semana fue testigo de el triunfo avasallador, aunque no totalmente sin derramamiento de sangre, de un movimiento revolucionario que hoy goza de la confianza absoluta de todo el país en general, y de los intereses financieros y comerciales en particular. El valor de cambio del peso argentino ha subido y sigue en alza. Las instituciones bancarias locales le han ofrecido al Gobierno provisional un adelanto inmediato de 100.000.000 $ papel a una tasa de interés baja. El Congreso ha sido disuelto. La Suprema Corte de Justicia ha reconocido al nuevo Gobierno, punto muy importante. El nuevo Presidente y sus Ministros han recibido y continúan recibiendo la adhesión espontánea de instituciones y corporaciones representativas de todas las áreas de actividad del país —sin excluir los principales sindicatos—, otro punto importante.

Desarrollo de los acontecimientos
La atmósfera de alarma, sospecha y rencor que caracterizaron la etapa final de la administración de Yrigoyen alcanzaron su punto culminante el viernes 5 de septiembre. El Sr. Yrigoyen había permanecido en su casa, durante una semana, ligeramente indispuesto. La extraordinaria custodia militar y policial en la Casa de Gobierno, Departamento Central de Policía, Correo y otros edificios, dispuesta por sus Ministros, habían creado gran nerviosismo entre la gente. La falta absoluta de trabajo administrativo se había tornado día a día más perjudicial. La imposibilidad de reunir el Congreso debido a las deliberadas tácticas obstruccionistas de la mayoría yrigoyenista en la Cámara de Diputados significaba la suspensión del poder legislativo y la existencia, de hecho, de una dictadura ruda y agresiva en todas sus manifestaciones. El intento de mantener las provincias autónomas en un estado de vasallaje con respecto al ejecutivo nacional, o en otras palabras, al Presidente Yrigoyen, había contribuido a que el descontento se extendiera a todo el país y se convirtiera en cualquier momento en un estado de revuelta. A principios de agosto cuarenta y cuatro legisladores nacionales —senadores y diputados— representando todos los partidos opositores redactaron un manifiesto conjunto proclamando su aspiración de producir un cambio en favor de la regularidad constitucional e institucional. Más adelante delegaciones de la Sociedad Rural Argentina, Bolsa de Cereales, Unión Industrial, Confederación Argentina del Comercio, de la Industria y de la Producción presentaron al Presidente un Memorial describiendo la gravedad de la situación económica (Agosto 21). El valor de cambio del peso argentino había bajado hasta casi un 20 %. El valor de las exportaciones en los primeros seis meses del año había declinado en 118 millones de pesos oro. Los impuestos aduaneros del puerto de Buenos Aires solamente habían decrecido 30 millones de pesos en el mismo periodo. En seis meses los impuestos internos revelaban una baja de seis millones de pesos mientras que las deudas y quiebras totalizaban 105 millones de pesos papel, comparadas con los 72 millones de los seis primeros meses de 1929. La súper-imposición de impuestos provinciales y municipales resultaban otra carga. Los problemas laborales en los puertos de Buenos Aires, Rosario y Santa Fe, tratados con mucha indulgencia por las autoridades, estaban perjudicando el comercio de granos. La deuda pública de la Nación se había elevado a 4.160 millones de pesos papel. Aunque el cierre de la Caja de Conversiones y consecuentemente la separación de Argentina del patrón oro contaba con algunos honestos partidarios no políticos, la mayoría consideraba sinceramente que eso era un factor importante que contribuía a la crisis económica. La indiferencia del gobierno para con éste problema, fue atribuida primero a ciertos planes ocultos, luego a mera apatía y finalmente a total ineptitud. El gobierno nacional giró al descubierto en su cuenta del Banco de la Nación por casi 140 millones de pesos papel. Últimamente se hicieron evidentes las disensiones dentro del gabinete. La conducta autocrática del presidente, que desautorizaba medidas de sus ministros no contribuía en absoluto a la armonía. A la luz de los acontecimientos posteriores, debe haberse sospechado recién, que en los altos mandos del ejército y la marina el descontento latente estaba comenzando a organizarse. El 2 de septiembre el Ministro de Guerra, general Dellepiane, presentó su renuncia. La acompañó con una carta dirigida al presidente que contenía la más severa acusación de la actuación del presidente en el ejército; también hacia referencia a intriga y deslealtad de parte de los colaboradores del presidente, sugiriendo que no estaría fuera de lugar una investigación sobre el origen de la fortuna de algunos de ellos. Volviendo al viernes último, 5 de septiembre, trascendió que algunos de sus ministros habrían hecho presente al presidente, la extrema gravedad de la situación de creciente descontento popular. Aparentemente algunos de sus ministros le sugirieron que renunciara lisa y llanamente. En vez de hacer esto, el señor Yrigoyen delegó la presidencia en el doctor Martínez. Esto significaba que podría reasumirla en cualquier momento. Pero las cosas habían ido muy lejos para que cualquiera de estas salidas fuera aceptable. Esta maniobra de último momento fue considerada como un insulto por la mayoría de la opinión pública descontenta.
La primer medida del doctor Martínez al asumir la presidencia fue declarar el estado de sitio en la Capital Federal. Esto aumentó la indignación popular y probablemente precipitó la marcha de los acontecimientos. En la tarde del viernes el Jefe de Policía, coronel Graneros, envió comunicaciones a los principales diarios ordenándoles que, en vista del estado de sitio, debían evitar comentarios de ningún tipo con respecto a la situación política. El sábado, la población ya agitada, considera un agravio más la absoluta falta de información periodística.
Hacia tiempo que se había prohibido el vuelo de aviones sobre área metropolitana, De ahí que la aparición de alrededor de treinta aviones de combate del ejército, el sábado en la mañana alrededor de las ocho, volando bajo sobre la ciudad y circundando la Casa de Gobierno, creó expectación y alarma, que pronto se tornaron en esperanza, cuando trascendió que un movimiento revolucionario civil y militar se avecinaba. El anuncio se realizó por medio de panfletos arrojados por los aviones. Cuando se supo que tropas de Campo de Mayo y los cadetes del Colegio Militar de San Martín marchaban sobre la ciudad en combinación con civiles armados, prácticamente todas las casas de comercio, así como las oficinas de gobierno, despacharon al personal a sus casas y cerraron ante que se desarrollaran los acontecimientos esperados.
Hubo una manifestación de estudiantes universitarios el jueves a la noche. Grupos de ellos que se aproximaron a la Casa de Gobierno fueron repelidos brutalmente por el Escuadrón de Seguridad (policía montada). Un estudiante fue muerto y varios heridos, incluyendo un policía. Este incidente provocó la indignación de la población estudiantil no sólo de la Capital sino también de toda la república. Otra manifestación pacífica de estudiantes que se improvisó en la tarde del viernes, después que se decretó el estado de sitio, fue atacada por la policía a caballo. Más de una docena de estudiantes resultaron heridos, pero los periódicos del sábado poco o nada pudieron decir al respecto. Bajo la administración anterior el Escuadrón de Seguridad había ganado fama por su trato duro para con los opositores.
Las actividades comerciales estaban suspendidas y la expectación tensa y los techos y balcones de los edificios alrededor de la Plaza de Mayo y a lo largo de la Avenida de Mayo y la calle Callao estaban atestados de espectadores. En las calles, la policía a caballo se mostraba agresiva con los pacíficos peatones y en algunas ocasiones abrió fuego contra ellos con carabinas y revólveres. Un buen número de civiles fueron heridos. Como en la tarde se vieron guardias de policía todo alrededor de la Plaza de Mayo, esta estuvo prácticamente desierta. El gabinete estaba reunido en conferencia con el presidente. Los avientes militares que habían estado sobrevolando los alrededores durante el día, aparecieron cerca de las 16 horas. Aproximadamente 16 de ellos circunvolaron la Casa de Gobierno, sin duda como última amenaza al gabinete, ya muy inseguro. Ese día temprano el teniente general Uriburu, que había llegado al Colegio Militar de San Martín y asumido el comando del movimiento revolucionario, telegrafió al doctor Yrigoyen y al doctor Martínez solicitándoles sus renuncias. A las 17,15 se izó una bandera blanca en el principal mástil de la Casa de Gobierno como señal de rendición. Casi al mismo tiempo la vanguardia civil de la columna revolucionaria entró en la Plaza de Mayo por la Avenida de Mayo. Simultáneamente las fuerzas de la policía a caballo se retiraron. El pueblo se amontonó en la Plaza y se volcó a la Casa de Gobierno sin ser resistido y tomó posesión de ella en una explosión de júbilo pocas veces vista. Durante las últimas semanas, la Casa de Gobierno se había convertido en un lugar siniestro debido a sus guardias implacables, sus soldados pertrechados y su arsenal de ametralladoras y rifles. El pueblo se apoderó de todas las fotografías o bustos del presidente Yrigoyen y los destruyó 'en los balcones, ante el aplauso de la multitud que estaba afuera.
El general Uriburu acompañado por el general Justo y otros miembros de su plana mayor entraron a la Casa de Gobierno y se dirigieron a los salones presidenciales. Mientras tanto todos los ministros de Yrigoyen se habían retirado discretamente con la excepción del doctor Abalos, Ministro de Obras Públicas, quien permanecía con el presidente interino, esperando la fase final. El general Uriburu envió al general Justo para que pidiera la renuncia al doctor Martínez. Al principio, el Presidente interino se negó rotundamente, luego pidió tiempo para considerarlo, pero luego de unos pocos minutos no pudo menos que aceptar. Firmó y se le permitió retirarse debidamente custodiado.

Después de la rendición
Cuando todo hubo terminado, excepto el griterío —y la ardua tarea de reconstrucción— la aparición del general Uriburu en los balcones del frente de la Casa de Gobierno, fue saludada con jubilosas aclamaciones. En el curso de la tarde se anunció la composición del Gobierno Provisional. Los nombres ya le han sido comunicados. Desde un principio, inspiraron la confianza general. Buenos Aires se engalanó con el aspecto de uno de sus más grandes días de fiesta y aún más. La Casa de Gobierno, el Cabildo, la Intendencia, el Banco de la Nación, la Catedral y otros edificios públicos y privados fueron iluminados.
Debo destacar aquí, que la columna revolucionaria formada por civiles y militares y engrosada a lo largo de su marcha por entusiastas espectadores, fue traidoramente atacada en calle Callao, en la esquina de la Plaza del Congreso. El fuego (de ametralladora) provino de los últimos pisos de edificios particulares en Callao, incluyendo el restaurant El Molino, y del mismo palacio del Congreso. Se informó que el coche en el que eran conducidos el general Uriburu y algunos miembros de su plana mayor, había sido alcanzado por lo menos una vez. Las tropas y los civiles armados tomaron posición inmediatamente para repeler el ataque, mientras el público buscaba refugio en todas direcciones. El ataque fue silenciado rápidamente, pero con un saldo de alrededor de veinte víctimas fatales y más de doscientos heridos. Las bajas incluían tres cadetes del Colegio Militar. Del resto, la mayoría eran civiles. El intrépido valor de los cadetes en esta ocasión, va a ser recordado siempre con orgullo por la historia argentina. Esto ocurrió después de la rendición del gobierno de Yrigoyen anunciada por la bandera blanca en la Casa de Gobierno. Por lo tanto, eso fue verdaderamente “traición”. Los cadetes y las otras tropas, después de haber pagado este tributo sangriento, se reorganizaron y siguieron imperturbables en medio de frenéticos aplausos de la muchedumbre, en su marcha triunfal hacia la Casa de Gobierno. Cuando la ardua misión del día —de la revolución— terminó, el pueblo regocijado continuó celebrándolo, muchos de ellos durante toda noche. Los elementos más enardecidos, enfurecidos por el ataque traicionero de Plaza del Congreso, por la constante brutalidad de los “cosacos” del Escuadrón de Seguridad, por el grosero vituperio de la prensa oficial del gobierno depuesto, y exaltados por el entusiasmo de haber participado en un acontecimiento histórico de gran trascendencia, pensaron tomarse una revancha. Se dirigieron al edificio de “La Época”, el órgano oficial principal del gobierno depuesto, entraron, lo saquearon, arrojaron sus pertenencias a la calle (Avenida de Mayo) e hicieron una fogata con eso al mismo tiempo que incendiaban el edificio. Dos bustos del presidente Yrigoyen, uno de madera de quebracho y otro de bronce, fueron tratados ignominiosamente. Idéntico tratamiento recibió “La Calle”, el matutino, voz cantante de la administración de Yrigoyen. Las oficinas del senador Delfor del Valle (Director de “La Época”) corrieron la misma suerte, al igual que el piso del doctor Oyhanarte, ex Ministro de Relaciones Exteriores, en calle Florida; se dice que éste abandonó anoche el país en el “Highland Princess” de la Nelson Liner, hacia un destino desconocido. La turba exasperada también desató su venganza contra la residencia abandonada del señor Yrigoyen, en calle Brasil. Solo por consideración a las residencias vecinas, se logró inducir a los cabecillas del populacho a no prender fuego a la casa. Entraron por la fuerza, destrozaron todos los muebles y enseres, y los arrojaron a la calle, como combustible para el fuego. La residencia de Vicente Scarlatto (un confidente íntimo y “satélite” del último Presidente) fue también saqueada. Contenía, incidentalmente un verdadero arsenal de armas militares y municiones que han sido recuperadas por el Gobierno Provisional. Aunque estas reacciones populares fueron lamentables, no fueron sorpresivas, considerando el resentimiento latente desde hacía mucho tiempo y que degeneró en furia acuciada por la actitud provocativa de la administración saliente.
Una de las primeras medidas del Gobierno Provisional fue la de emitir un “Bando” con el fin de que, bajo la ley marcial, las personas encontradas in fraganti, en saqueo o asalto, fueran juzgadas sumariamente. Creo que han tenido lugar varias ejecuciones sumarias. Durante este último año la ciudad de Buenos Aires ha sido notoria por sus crímenes, de una violencia de lo más audaz, similares a los de los gangsters de Chicago. Este estado de cosas ha terminado por el momento, como una bendición de la revolución.
El domingo 7 de septiembre fue un día de balance feliz para la población de Buenos Aires y uno de gran trabajo constructivo para el nuevo gobierno. Multitud de gente se agolpaba para ver los sitios que los acontecimientos de los días anteriores habían hecho históricos. El nuevo Presidente y sus ministros realizaron una tarea ardua y fructífera, de resultados prácticos inmediatos, para la normalización de la situación de la República. Por un decreto emitido en la tarde, se decretó feriado el lunes, para que el pueblo de la República pudiera tomar conocimiento, personalmente o por otros medios, de la declaración de fe y patriótica fidelidad de sus nuevos gobernantes provisionales. En efecto, la imponente ceremonia de juramento del nuevo presidente y vicepresidente tuvo lugar en el balcón principal del frente de la Casa de Gobierno poco después de las 16 horas, en presencia de una vasta multitud compuesta por hombres, mujeres y niños, incluyendo también la infantería, y siendo trasmitida por micrófonos. Como partícipe de esta enorme multitud puedo atestiguar su enorme entusiasmo y su absoluto orden. Merece destacarse particularmente, el orden, si se considera que, en contraste con las tumultuosas manifestaciones de las semanas anteriores alrededor de la Plaza de Mayo, no se veía policía montada a simple vista. Todo anduvo bien hasta poco después de las 20 horas cuando ocurrió un incidente cuya magnitud sería inútil exagerar y fútil minimizar. Alrededor de las 20.20 horas la gente de los alrededores de la Plaza de Mayo fue sorprendida por una explosión que parecía ser de bombas o granadas de mano de gran potencia. Hubieron varias docenas de tales explosiones a intervalos cortos y regulares en el curso de unos pocos minutos. Luego siguió una ráfaga de ametralladora intensa, diseminada e intermitente; esto duró hasta media hora después de la media noche. Hubo una considerable alarma. Se informó oficialmente que fueron muertas ocho personas y setenta y cinco heridas, en este incidente. Las explicaciones dadas fueron vagas. A medida que los detalles se van conociendo parece ser que ciertos elementos criminales y opositores del régimen yrigoyenista movidos, ya sea por un infundado optimismo o por un arrebato de desilusión, habían tratado de producir, si no una reacción absoluta, a lo menos un estado de tremenda confusión entre las fuerzas militares. Después de un día tenso, el grueso de las tropas y los cadetes militares fueron retornando a sus cuarteles. Se dieron falsas alarmas por teléfono, a la Casa de Gobierno, en el sentido que cierto regimiento se había sublevado y marchaba sobre la capital. También se decía que los cadetes militares habían sido atacados cuando regresaban a San Martín. Se ha confirmado que grupos armados en camiones dispararon contra el edificio central del Correo y contra la Casa de Gobierno. Las tropas de guardia de cada edificio respondieron a las agresiones. Se presumió, en cada caso, que estaban siendo atacados desde el otro edificio. Esto es para mí la real explicación. Hubo un intento telefónico, simultáneo, movido por las mismas intenciones, de crear una confusión trágica similar, en la ciudad de La Plata. Allí no tuvo éxito. Este trágico episodio movió al Gobierno Provisional a actuar con mayor severidad. Aunque el martes en la mañana la situación era totalmente normal, el gobierno ordenó de inmediato el arresto de un número de personajes destacados (ex legisladores y ex funcionarios del gobierno depuesto).
Se dice que el Presidente Yrigoyen fue visitado el lunes, en SU retiro de los cuarteles de La Plata, por cien personas. Se prohibieron las futuras visitas al señor Yrigoyen. Su ex Ministro del Interior fue arrestado y alojado en el Departamento Central de Policía.
Mientras tanto la confianza y el optimismo han aumentado constantemente. El Gobierno Provisional inspira confianza debido a la gran estima de que gozan todos sus miembros. El nuevo Ministro de Finanzas consultó informalmente a las instituciones bancarias locales si ayudarían al gobierno aportando $50.000.000 por un breve lapso. Convinieron aportar $ 100.000.000.

El ex Presidente Yrigoyen

El ex presidente había permanecido en su casa durante una semana con un leve ataque de gripe. La noticia de la capitulación de su gobierno la conoció por medio de su Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Oyhanarte. Al darse cuenta de la gravedad de la situación el Presidente huyó a la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos, en compañía del doctor Oyhanarte. Se dirigieron a la Casa de Gobierno Provincial donde fueron recibidos por el Gobernador (electo por el doctor Yrigoyen) señor Corvetto. Parece que se tuvo la idea de mantener la resistencia desde La Plata. Una breve conversación telefónica con el comandante de la guarnición local les hizo comprender que se había perdido la partida. El comandante invitó al señor Yrigoyen a presentarse personalmente en los cuarteles con su renuncia lista. Así se hizo y el ex Presidente permaneció allí, voluntariamente (el Gobierno Provisional ordenó su libertad) hasta ayer. Parece que la salud del Presidente es normal, aunque como es natural está bajo el shock de los acontecimientos recientes. Ayer, antes del mediodía, se embarcó en un guardacostas de la armada, el General Belgrano, con destino desconocido. Se creía que se dirigía a Montevideo. Pero hasta este momento no se sabe que haya llegado allí. Mi información, aun no confirmada, es que va a ser alojado en la Isla Martín García.
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