13 de septiembre de 2013

¿Golpe de Estado en Chile auspiciado por EE.UU., el Vaticano y Brasil y postergado por la campaña del Colo Colo en la Libertadores?

¿Cuáles fueron los agentes encubiertos del  sangriento golpe de estado contra el gobierno de Salvador Allende? ¿Es verdad que la campaña del equipo de fútbol del Colo Colo influyó en la elección de la fecha del golpe?
Luego de 40 años (y como complemento de nuestra anterior 11S, un día trágico americano) es conveniente analizar quiénes movían los hilos en aquellos años en el Chile de la "vía chilena hacia el socialismo".
Para eso, repasemos qué se ha escrito últimamente sobre aquel golpe contra la democracia:



A 40 años, EEUU aún no reconoce que ayudó a orquestar el golpe en Chile.
Henry Kissinger, asesor de Seguridad Nacional del entonces presidente Richard Nixon, comentó al ser electo Salvador Allende: no veo por qué quedarnos quietos y observar a un país volverse comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo. Los asuntos son demasiado importantes como para dejar que los votantes chilenos decidan por sí mismos.
Dicho y hecho. Washington fomentó, apoyó y colaboró en los eventos sangrientos –asesinatos, tortura, desapariciones– que marcaron el régimen de la junta militar de Augusto Pinochet a lo largo de sus 17 años en el poder. Según documentos oficiales desclasificados por la organización de investigaciones National Security Archive, se comprueba el papel de Washington durante el gobierno de Nixon. Por ejemplo, en 1970, el subdirector de la CIA para planeación escribió: "es política firme y continua que Allende sea derrocado por un golpe… Es imperativo que estas acciones sean implementadas de manera clandestina y segura para que la mano del gobierno de Estados Unidos… quede bien oculta".
Kissinger, el responsable de todo.
Peter Kornbluh, director del proyecto de documentación sobre Chile del National Security Archive, y autor de Pinochet: Los Archivos Secretos, dijo a La Jornada que a 40 años del golpe aún falta que Estados Unidos, como país, repare plenamente su papel en el golpe, que el gobierno ofrezca algún reconocimiento de que ayudó a orquestar un golpe y apoyar una dictadura. Agregó que en particular hay una persona que ante todo tiene que responsabilizarse de todo esto: Henry Kissinger.
Indicó que aquí se tienen que resolver ciertos casos pendientes como parte del rendimiento de cuentas de Estados Unidos. Entre estos, indicó que el ex oficial militar chileno Pedro Barrientos, uno de los hombres formalmente acusados en Chile de asesinar a Víctor Jara, reside desde hace 20 años, en Estados Unidos y ahora es ciudadano, y que el gobierno de Estados Unidos debería entregarlo a las autoridades chilenas, ya que cada vez hay más pruebas de que Estados Unidos está albergando a un asesino.
Otro caso es el de la ejecución de los estadunidenses Charles Horman y Frank Teruggi por agentes de la dictadura poco después del golpe, según documentos desclasificados, con el apoyo de algunos oficiales de Estados Unidos. El caso –tema de la película Missing, de Costa Gavras– tomó un giro sorpresivo en noviembre de 2011 cuando un juez chileno acusó formalmente, entre otros, al ex jefe del grupo militar de Estados Unidos en Chile, capitán Ray Davis, por estos asesinatos, y en 2012 la Suprema Corte de Chile emitió una solicitud de extradición a las autoridades estadunidenses.
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El Vaticano colaboró con EEUU apoyando el golpe de Pinochet.
Entre los cables secretos de la era Kissinger destaca el que pone por escrito los esfuerzos de la Santa Sede, representada por el número dos del papa Pablo VI, Giovanni Benelli, por defender al régimen militar chileno y por negar su represión, cuya denuncia atribuyó a la "propaganda comunista" pese a estar acreditada hasta por prelados conservadores de la Iglesia.
Todos sabíamos que la Iglesia católica colaboró con el régimen militar de Augusto Pinochet en Chile, y que toleró los crímenes de lesa humanidad de su régimen dictatorial, pero toparse con un documento en el que se expone por escrito cómo el número dos del Papa (en ese momento, el venerado por "progresista" Pablo VI) apoya en nombre del Pontífice el golpe de Estado contra la democracia en Chile, constituye un descubrimiento periodístico de primera línea.
En aquella fecha, Benelli era en la práctica el número dos del Papa, puesto que el secretario de Estado, el cardenal Amleto Giovanni Cicognani, era demasiado anciano para cumplir con la mayor parte de sus funciones y había entregado el cargo a su sustituto. Así que ese florentino (nacido en el pueblo de Vernio, muy cercano a la cuna de Maquiavelo) trabajó estrechamente durante un decenio con su antiguo maestro, Pablo VI. Hasta ganarse el apodo de "Kissinger del Vaticano" por su agresiva, casi autoritaria, gestión al frente de la diplomacia de la Santa Sede.



Alianza entre Nixon y Pablo VI.
Tan importante era Benelli en el Vaticano que fue él quien recibió en persona a Richard Nixon al pie del helicóptero en el que el presidente de EEUU aterrizó en la Plaza de San Pedro en 1969 para sellar la alianza anticomunista entre la Casa Blanca y la Santa Sede que dio origen a los más crueles golpes militares en América Latina.
Tras el golpe de Estado de Pinochet, "Benelli tildó la exagerada la cobertura de los acontecimientos [en Chile] como posiblemente el mayor éxito de la propaganda comunista, y subrayó el hecho de que incluso los círculos moderados y conservadores parecían muy dispuestos a creer las mentiras más burdas sobre los excesos de la Junta chilena", escribió en su informe la Embajada de EEUU en Roma, en un cable clasificado "SECRETO" y con el código "EXDIS" de máxima reserva.
"Al darse cuenta de que la caída de Allende era uno de los mayores reveses para la causa comunista, dijo Benelli" (tal como expone el cable diplomático estadounidense ROME10729), "las fuerzas izquierdistas han minimizado ampliamente los daños al convencer al mundo de que la caída de Allende fue debida exclusivamente a fuerzas fascistas y externas, en vez de a los fallos de su propia gestión política, como realmente ocurrió. Benelli expresó sus temores de que el éxito de esta campaña de propaganda comunista pueda influir en los medios de comunicación del mundo libre en el futuro".
En cuanto a la represión del régimen militar pinochetista, el número dos de Pablo VI sentenció: "Como es natural, desafortunadamente, tras un golpe de Estado, hay que admitir que ha habido algún derramamiento de sangre en las operaciones de limpieza en Chile, pero la Nunciatura en Santiago, el cardenal Silva y el Episcopado chileno en general han asegurado al Papa Pablo que la Junta está haciendo todo lo posible para que la situación vuelva a la normalidad y que las historias de los medios internacionales que hablan de una represión brutal no tienen fundamento".
Después, Benelli reconoce que "el Papa ha estado bajo dura presión interna en la Iglesia, especialmente desde Francia, para hablar contra los excesos de la Junta" de Pinochet. Y que "pese a los esfuerzos del Vaticano, la propaganda izquierdista ha tenido un éxito notable incluso con algunos de los cardenales más conservadores y con prelados que parecen incapaces de considerar la situación con objetividad. El resultado es que los izquierdistas han logrado crear una situación en la que el Papa sería atacado por los moderados si defiende la verdad en Chile".
"El Vaticano informó la semana pasada a un intermediario izquierdista de que el Papa no podría recibir a Isabel Allende, y Benelli cuenta con que esto provocará nuevas críticas contra el Vaticano.
SECRET".
Así termina el cable.
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Brasil quería armar una guerrilla anti Allende.
A 40 años del golpe pinochetista, el 11 de septiembre de 1973, que condujo al presidente Salvador Allende a la muerte, una serie de documentos liberados recientemente en Santiago, Chile, testimonian el intenso activismo de la dictadura militar de Brasil, gobernado entonces por el general Emilio Garrastazu Medici. La nueva serie de telegramas e informes ultra secretos alumbra aspectos desconocidos como la participación de grupos de choque brasileños, así como el envío de dinero colectado entre grandes empresarios de San Pablo y Río de Janeiro.
Según los papeles en poder del periódico paulistano, uno de los temas más urticantes fue el plan de las Fuerzas Armadas de Brasil de montar una guerrilla en los Andes que debía tener como objetivo desestabilizar al gobierno socialista de Allende. Todo indica que el proyecto fue urdido dentro del Ministerio del Ejército, donde al parecer funcionaba una sala de operaciones destinada a ese objetivo.
El plan contemplaba que ese “ejército irregular”, que debía actuar en los Andes, fuera integrado básicamente por chilenos pero con el auxilio de “instructores” brasileños que comenzaron a ingresar en el país trasandino antes incluso de la caída del gobierno de la Unidad Popular. Esta información llegó a manos de la embajada de Chile en Brasilia gracias a un militar que, desde dentro del Ejército brasileño, consiguió enterarse y transmitir la versión.
De acuerdo con los papeles diplomáticos desclasificados, a la embajada chilena en la capital brasileña llegó en la época un informe de “un ciudadano chileno que reside en San Pablo y merece toda la confianza” sobre la
convocatoria realizada por el cuerpo del Ejército en esa ciudad “a voluntarios chilenos capaces de emprender una aventura bélica”.
No fue por casualidad que el presidente Garrastazu Medici haya dado, el mismo 11 de septiembre, órdenes expresas a su cancillería para el inmediato reconocimiento del régimen de Pinochet. “El nuevo gobierno de Chile debe estar seguro que encontrará en Brasil a un poderoso aliado”, le escribió el general al encargado de negocios de la embajada de Chile en Brasilia, Rolando Stein.

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El equipo (Colo Colo) que retrasó el golpe.
Un libro publicado en Chile asegura que
los planes de derrocamiento contra el gobierno socialista se pospusieron por la gran campaña del Cacique (Colo Colo) en la Copa Libertadores, por las grandes movilizaciones populares que generaba aquel equipo.
Luis Urrutia O’Nell, alias Chomsky, es un veterano periodista chileno que sostiene una curiosa tesis: el Colo Colo del ’73 retrasó el golpe contra Salvador Allende. Cuenta en un libro editado en noviembre de 2012, que la gran campaña del subcampeón de la Copa Libertadores de ese año –la ganó Independiente– convenció a los asesores estadounidenses de Pinochet de posponer los planes del derrocamiento contra el gobierno socialista. Los paros de transporte y boicots patronales que prepararon el camino a los fascistas no pudieron impedir que el Cacique llenara el estadio Nacional cuando jugaba los partidos. Era demasiada gente en las calles. El mismo escenario, después del 11 de septiembre, se transformaría en un campo de concentración con tribunas habitadas por 12 mil presos políticos.
Se tomó en el mejor momento del equipo en la Copa Libertadores. Los simpatizantes de la Unidad Popular hicieron conocida en los ’70 una frase que en Chile todavía se recuerda: “Mientras Colo Colo gane, el Chicho está seguro”. Y el Cacique ganaba, con la batuta de su capitán, Francisco Chamaco Valdez, y Carlos Caszely, delantero muy habilidoso y reconocido militante comunista cuya madre fue secuestrada y torturada por el régimen.
Pinochet, hincha de Santiago Wanderers de Valparaíso, titubeaba en encabezar el golpe. Richard Nixon, el presidente de Estados Unidos, venía ordenando desde 1970 que sus funcionarios impidieran la llegada de préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo o del Banco Mundial a Chile, con el objetivo de dañar su economía y la imagen de Allende. La CIA haría lo demás.
Urrutia O’Nell contó en una entrevista: Los asesores estadounidenses que percibieron toda esta efervescencia popular como un escollo para una intervención militar, desde un punto de vista estratégico, pensaron que era mejor esperar un mejor momento”.
A las mujeres las tenían en la pileta de natación del estadio, a los hombres en las gradas. Los detenidos se apiñaban a dormir en los vestuarios de a centenares. Entre ellos estaban dos ex jugadores del seleccionado chileno: Hugo Lepe –el más conocido– y Mario Moreno. El primero jugaba al fulbito con los demás presos políticos en los pasillos del estadio.
Urrutia O’Nell insiste en la evocación sobre el Colo Colo de aquella época en la revista Cambio 21: “Fue un factor de unidad en un país que estaba absolutamente polarizado y obviamente que los asesores estadounidenses consideraron que no estaba el horno para bollos y se fue retrasando el golpe”. El estadio Nacional rebasaba de 80 mil personas en cada partido. Los hinchas llegaban de a pie pese al lockout patronal de los transportistas. Transformado en cárcel al aire libre inauguraría una nueva modalidad represiva donde se perdieron vidas como la del cantante Víctor Jara, con 42 balazos. De esa tragedia y cómo el fútbol quedó en el medio, se están cumpliendo cuarenta años.

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Veamos ahora por qué el golpe de estado chileno de aquel 1973 repercutió tanto en el mundo:


Por qué el golpe de Estado en Chile es tan emblemático.
Fue inesperado. Esa es la primera de las muchas razones para explicar por qué, entre tantos golpes de Estado que han tenido lugar en Latinoamérica, el de 1973 en Chile entró para quedarse en la memoria histórica global.
"En Londres se le consideraba 'La Inglaterra de Sudamérica, acertada o erróneamente", señala el historiador Alistair Horne. "Occidente percibía a Chile como un país que tenía un fuerte vínculo con la democracia".
A Allende y Pinochet se les veía juntos y muchos confiaban en la tradición democrática chilena.
"Chile tenía una tradición mucho más larga y más fuerte del constitucionalismo que muchos países europeos", afirma el profesor emérito de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford Alan Angell, en conversación con la BBC.
"Los gobiernos autoritarios en España, Grecia o Portugal, por ejemplo, tras el colapso de los regímenes civiles frágiles, no eran considerados como desviaciones fundamentales de las prácticas políticas en esos países. Pero Chile era diferente, al menos eso es lo que muchos observadores creían, y con razón", agrega.
"El hecho clave es la manera en la que Allende llegó al poder", puntualiza. "No era un caudillo, no era un dictador que era remplazado por otro, era un líder socialista electo que estaba siguiendo la vía pacifica. Por eso fue más impactante y la desilusión más fuerte. Esa gran esperanza fue derrocada con un golpe".
Angell concuerda y añade que "lo que estaba pasando en Chile desde 1970 estaba teniendo un enorme impacto en Europa, que estaba revisando el socialismo, y lo que Allende ofrecía era socialismo de manera constitucional, sin violencia. Eso era muy atractivo y hay que recordar también que muchos de los partidos chilenos tenían vínculos internacionales, que no era el caso con los de otros países latinoamericanos".
"Fue el proyecto chileno y su repentino y sangriento fin lo que le hicieron pasar a la historia".
"Allende era un héroe, como el Che Guevara, para la izquierda, particularmente sus amigos en Francia... ¡pensaban que era un santo!", le dice a BBC Mundo el historiador británico Horne, autor de "Pequeño terremoto en Chile".
"Esas fotos icónicas del bombardeo de La Moneda, los libros quemados en las calles -que le recordaban a la gente de las atrocidades de los nazis-, esa horrible fotografía de Pinochet sentado con sus gafas oscuras -casi una parodia de la imagen de los dictadores-, y todas esas fotografías de los prisioneros esperando en el estadio... con esas imágenes uno podía seguir con claridad lo que estaba pasando y eso tenía un impacto enorme en la gente", recuerda el especialista en política internacional Alan Angell.
Si bien es cierto que Allende estaba ensayando algo que no se habìa hecho antes, los que se tomaron el poder también tenían un proyecto nuevo: los llamados "Chicago boys" llevaron los principios del economista estadounidense Milton Friedman a Chile antes de las experiencias neoliberales o neoconservadoras de las naciones de Occidente.
"Pinochet llegó con un plan económico que era casi diametralmente opuesto al de Allende", le dice a BBC Mundo el canadiense Kristian Gustafson.
Para el especialista en política internacional Alan Angell, lo que pasó es que "los militares chilenos fueron más efectivos en su brutalidad. Le apuntaron a los militantes sospechosos con más precisión. Tenían mucha más información. Y menos oposición de parte de ellos. No les tocó lidiar con montoneros, tupamaros... fue un golpe que tuvo lugar sin absolutamente ninguna resistencia, de manera que no hubo una guerra prolongada".
"Lo otro que los diferencia es que el régimen chileno practicaba el exilio a una escala mayor que los otros regímenes -anota Angell-. El gobierno argumentaba que en vez de matar a la gente en la calle -que también hicieron- era mejor exiliarlos. Así que el exilio es más grande proporcionalmente".
"El bombardeo de La Moneda y la manera en la que Allende murió, luchando, sin darse por vencido... fue muy dramático y simbólico", evoca Bello.
Un drama que, según escribió Gabriel García Marquez después, "ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo y que se quedó en nuestras vidas para siempre".
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Finalmente, veamos cómo se analiza hoy en día aquel golpe y comparémoslo con lo que sucede en nuestro país:

Cómo se enseña el golpe de Pinochet en las escuelas de Chile.
En Chile esta semana no se habla de otra cosa. La conmemoración del 40° aniversario del golpe de Estado que derrocó al presidente socialista Salvador Allende y dio comienzo a casi dos décadas de gobierno militar ha llevado al país a hacer una profunda revisión de ese período de la historia reciente.
Sin embargo, mientras que el tema es debatido en casi todos los ambientes de la sociedad chilena, hay un lugar en donde de esto se habla poco: los colegios.
A pesar de que en la reforma educativa de 2009 se incorporó formalmente al currículo escolar la enseñanza sobre el golpe de 1973 y los 17 años de gobierno militar de Augusto Pinochet, lo cierto es que en la práctica, en gran parte de las escuelas este tema no se enseña.
Así lo confirmaron a BBC Mundo alumnos, profesores y académicos chilenos, quienes afirman que a pesar del paso del tiempo, el tema es aún considerado demasiado controvertido como para ser abordado en un aula.
"Los profesores tienen miedo de hablar sobre algo tan polémico", aseguró la especialista.
Según la experta, parte del problema es que la vasta mayoría de los profesores de Historia que se encargan de impartir esta enseñanza en las escuelas secundarias (conocidas en Chile como escuelas medias), tienden a sentirse identificados con una ideología de centro a izquierda. En tanto, muchos de los colegios son administrados por dueños que se identifican con políticas de centro a derecha.
"Los profesores tienen miedo de que si abordan el tema de la dictadura y hablan de las violaciones a los derechos humanos, podrían perder su empleo", afirmó la académica.
"Más del 60% de las escuelas en Chile son privadas y los administradores de los colegios son poco partícipes a que se debata abiertamente sobre este tema", señaló a BBC Mundo.
Así, muchos de los chicos que hoy asisten a la escuela se gradúan sin haber aprendido sobre uno de los períodos más relevantes de la historia de su país.
"En el colegio es un tema tabú", confirmó a BBC Mundo Eloísa González, vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios de Chile (ACES), uno de los muchos grupos que reclaman hace años por una educación gratuita y de calidad.
"La educación sigue siendo pinochetista y por eso no se habla de estos temas", aseguró.
"Se disminuyeron las horas de Historia y se aumentaron las de Matemáticas", aseguró.
Gajardo, el representante de los Profesores, coincidió con Eloísa González al señalar que hay reticencia para abordar la enseñanza sobre el régimen militar porque la educación chilena "sigue siendo pinochetista".
"A pesar de que pasaron 40 años desde el golpe, en Chile aún no hay condiciones para que estos temas se difundan", aseguró.
Quizás a quienes más sorprenda esta polémica es a los propios estudiantes, ya que todos los que asisten a la escuela hoy en día nacieron en democracia y sólo conocen al Chile post-Pinochet.
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