21 de agosto de 2013

El "Fin de Ciclo K" IV. Hoy: "De Regreso al Futuro"...

¡Y dale con el fin de ciclo...! Recogiendo el guante del periodista Horacio Verbitsky en su nota del domingo pasado, este humilde servidor público recorrió sus polvorienteos archivos y ofrece al estimado lector los siguientes extractos de notas u opiniones expresadas por "prestigiosos o renombrados" analistas políticos sobre la "derrota" (?) del oficialismo en junio de 2009, quienes (como suelen "tenerla clara") vaticinaron la catastrofe kirchnerista y el "fin de ciclo K" por primera vez, como relevamos aquí mismo la semana pasada. 
(Una última aclaración imprescindible: los resultados del 2009 eran de una elección de diputados, las recientes no lo son, son apenas de las internas abiertas obligatorias, las de medio mandato son en octubre...)

Dijo Verbitsky:

Memorias del futuro.
En pleno festival de adjetivos para describir la situación del gobierno (paliza, desastre, catástrofe, son algunos de los vocablos empleados por los adalides de la moderación y el consenso) un ejercicio muy interesante es revisar los vaticinios que siguieron a las elecciones de 2009. Joaquín Morales Solá habló del acortamiento de mandatos. “Habrá que hacerlo cuanto antes si es que hay que hacerlo”, puso en boca de uno de los innominados “ganadores del domingo”.
La UIA rechazó la “lectura triunfalista de las elecciones” que habría hecho CFK y expresó que “la oposición quiere que la Presidenta termine su mandato”.

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Pero para no adelantar nada. dejémonos de preludios y degustemos estos documentos al compararlos con lo que se está diciendo luego de estas últimas P.A.S.O. ...:







Los Kirchner y la voluntad nacional.
Por Abel Posse 
No fue una simple elección a la suiza, para cambiar alcaldes de un cantón. Fue más bien, para muchos, la destitución de un autócrata sin título de déspota. Para otros fue un rechazo del surrealismo sin arte ni imaginación.
Los dioses abandonaron a los Kirchner que ya entraron en ese horrible crepúsculo donde se quiebran las ilusiones del poder manejado sin el debido límite legal. La Argentina es un país en estado de desastre. Alguien rompió de un golpe los cristales de las ventanas y sentimos el aire fresco al liberarnos de una larga temporada de estupidez y conflictos desgastadores.
Terminó un extraño ciclo, que algún día los politólogos estudiarán. Los Kirchner no salen por la puerta principal. Lo importante es exigirles en nombre de esta lacerada nación que ejecuten los pasos democráticos, de consenso, diálogo y decisión compartida que la Argentina necesita para recuperarse.
¿Se puede creer que un gobierno vencido, desacreditado, pueda conducir la tarea que exige esta hora de desastre? ¿Puede pensarse que el matrimonio siga encerrado en su búnker planificando negocios y tomando decisiones con sus cuatro o cinco súbditos de confianza en su mundo subterráneo?
No están en juego los Kirchner, ni el futuro electoral de los opositores. Está en juego la Argentina, y es en torno a sus problemas gravísimos que se debe responder con decisiones imprescindibles.
La cantidad y calidad de poder que les queda a los Kirchner no coincide con el poder que exige la Nación enferma.
La elección de legisladores fue mucho más allá del margen formal y se transformó en el plebiscito que quería el mismo Kirchner, pero al revés, como voto de repudio y deseo de cambio urgente.
Es la Presidenta quien debe adaptarse a la voluntad nacional como mandataria (no mandante), y no el país el que debe detenerse para esperarla hasta que comprenda la mutación en el poder de la Nación.
La Presidenta está sentada en su isla como Robinson Crusoe.

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La incertidumbre carcome a ganadores y a derrotados.
Por Carlos Pagni
La victoria de Francisco de Narváez sobre Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires está entre los cinco resultados electorales más desconcertantes del ciclo democrático argentino. Tiene un aire de familia con el triunfo de Alfonsín sobre Luder (1983), con el de Menem sobre Cafiero (1988), el de Fernández Meijide sobre los Duhalde (1997) y el del propio Kirchner, que ganó un ballottage por default en 2003.
Desde hace seis años, la vida pública se organizó alrededor de la voluntad de Néstor Kirchner. El domingo los votos lo bajaron del pedestal y la disputa por el poder quedó transformada en un billar del que cabe esperar cualquier combinación.
Este poder sin mapa desconcierta a los dirigentes tanto como a los dirigidos. Contra lo que sugieren cuando imparten lecciones por TV, los grandes líderes navegan en un mar de dudas, empezando por los Kirchner.
Por eso en el entorno más próximo de la pareja explican: "Por un tiempo intentarán rescatar lo que se pueda del naufragio; es la misión que le dieron a Scioli. Si lo que suman es poco, no imagino que soporten pedir permiso antes de dar un paso. Menos si el Congreso les quita recursos con el argumento del federalismo o para congraciarse con el campo". Este diagnóstico alimenta hoy las mismas hipótesis de un cambio en el cronograma electoral con las que se especuló antes de la derrota.
Daniel Scioli, a quien le confiaron la valuación de daños, tampoco está seguro de hacer lo que conviene.
Quienes creen que el PJ puede llevar a un candidato a la victoria en 2011 pretenden antes desinfectarlo de cualquier vestigio kirchnerista. Y Scioli es una de las caras del alto mando derrotado. 
Los vencedores no la tienen más clara. Gioja, Das Neves, Alperovich, Urtubey esperan, con la excusa del federalismo, recuperar el PJ para, una vez depurado, ofrecérselo a Reutemann. Cada uno de esos caudillos provinciales se sueña en la fórmula. Una parte importante de la CGT adhiere a esta estrategia, con Hugo Moyano como candidato. Créase o no.
De Narváez también es Hamlet. Ganó la inestimable provincia de Buenos Aires, pero todavía no la controla. ¿Debe recostarse sobre el aparato del PJ o insistir en el "ayudame-ayudate" que dirigió a los independientes? ¿Peronizar o desperonizar?
Macri y De Narváez insinuarán su vínculo con el peronismo cuando se elijan las autoridades de la Cámara de Diputados. El compromiso original con Solá para presidirla podría debilitarse con la excusa de conseguir un candidato en que converjan también los radicales. Federico Pinedo, por ejemplo. Un nuevo desdén permitiría a Solá asociarse a Reutemann, como varias veces le propuso Juan Carlos Romero.
La necesidad de un pacto legislativo con la UCR es una mala excusa. Los radicales no quieren cambiar las autoridades de la Cámara. Cada vez que se modifica la línea sucesoria, ellos imaginan un derrumbe. Es la costumbre: la salida de Fernando de la Rúa comenzó el día en que Ramón Puerta reemplazó a Mario Losada al frente del Senado.
En esta intriga institucional anidan las dudas de Julio Cobos. En la UCR saben que no están en condiciones de acceder al poder en forma abrupta. Por eso los radicales serán los principales aliados tácticos de los Kirchner con tal de no precipitar su salida. Necesitan tiempo para convertir su ensueño en una fuerza política con la que convivan la Coalición Cívica y el socialismo. Si el Gobierno, por hache o por be, cayera en sus resbaladizas manos, a ellos les tocaría encarar un ajuste, mientras el PJ se da una ducha y reaparece con Reutemann o Macri para ganar las elecciones. Por eso Cobos dejaría la vicepresidencia para que la tormenta agarre a otro. Es decir, a José Pampuro, el presidente provisional del Senado. El no duda. No porque tenga coraje. Todavía no se dio cuenta.

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A los Kirchner sólo les queda compartir el poder.
Por Rosendo Fraga
La derrota del oficialismo en las elecciones del domingo último, tuvo un efecto inmediato sobre el poder, sobre el cual hubo una definición inmediata y contundente en las veinticuatro horas siguientes.
Néstor Kirchner en la conferencia de prensa que realiza en la madrugada del 29 presenta la derrota como una suerte de empate y, en la tarde del mismo día, la Presidente afirma que el kirchnerismo se ha impuesto en todo el país,
La respuesta del matrimonio presidencial frente a la derrota es clara y contundente: no se toma nota de ella y se mantiene el rumbo y estilo.
Pero al mismo tiempo, el titular del gremio de camioneros ratifica que pide 25% de aumento en paritarias y su hijo, que lo secunda, dice que ello se logrará por las buenas o por las malas.
Pero simultáneamente, el titular del gremio rural, Jerónimo Venegas, el dirigente sindical que más apoyó a De Narváez en la provincia de Buenos Aires, convoca públicamente a Luis Barrionuevo para que retornando a la CGT, exija la renuncia de Moyano a la secretaría general de ella por la derrota del kirchnerismo, con el cual se alineó en los comicios.
Paralelamente, cuatro diputados justicialistas abandonan el actual bloque de diputados nacionales oficialista, anunciando que se integran al bloque Federal de Carlos Reutemann, y cuatro senadores nacionales peronistas electos horas antes anticipan que no se integrarán al bloque kirchnerista en la Cámara Alta.
En la bolsa, las acciones del grupo Clarín suben 30%,- el miércoles sumaron 15% más,- y las de Siderar,- empresa del grupo Techint,- 15%. El mensaje es claro, quienes toman decisiones económicas piensan que Kirchner ya no tiene poder para doblegarlos.
No han pasado veinticuatro horas de la elección, cuando en NuevaYork, una empresa muy próxima al kirchnerismo como es Repsol-YPF, se presenta ante la SEC en Wall Street, denunciando que las malas políticas del gobierno argentino han arruinado sus utilidades en el último ejercicio.
Todo esto ocurre el día lunes 29. La derrota genera un efecto inmediato que se efectiviza sin pérdida de tiempo en lo político, parlamentario, sindical, económico y judicial, siendo difícil encontrar en la historia el efecto político tan instantáneo de un fracaso electoral. Al mismo tiempo, la decisión del matrimonio Kirchner es que no cambiarán.
Pero ya no tienen el poder, y para ejercerlo sólo les queda compartirlo.
La historia muestra que es mejor compartirlo que perderlo y en las horas siguientes esto se explicitó casi con brutalidad. Pero hasta ahora, quienes gobiernan insisten en no entenderlo, mientras que el peronismo con el pragmatismo y flexibilidad que lo caracteriza si lo ha entendido.

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Según analistas, reinó el autismo oficial durante la primera semana posderrota. Autocrítica casi nula, cambios gatopardistas, ajustes a cuentagotas y hasta una lectura autista de la realidad. Para los analistas, esas figuras sirven para describir y explicar la actitud del Gobierno en los últimos cinco días después del duro revés en las elecciones del domingo. 
Avance y retroceso. "Hay que mirar en continuado lo que pasó entre el lunes a la madrugada y el lunes a la tarde", propuso Fabián Perechodnik.
Por un momento pareció que la autocrítica venía en serio. Pero con la conferencia de prensa de la Presidenta volvió a tornarse muy difícil entender el rumbo que pretendía tomar el Gobierno", sintetizó uno de los directores de Poliarquía Consultores. 
"La conferencia de Cristina fue en el sentido inverso de los gestos de Néstor. Se avanzó un paso y con la conferencia se retrocedieron tres. Además, se invirtieron los roles: Kirchner parecía un presidente reconociendo, aunque tibiamente, la derrota, y la Presidenta parecía una jefa partidaria hablando de cantidad de bancas ganadas", ahondó.
"Está clarísimo que el kirchnerismo no había evaluado el escenario de la derrota y eso se notó.
Quiebre. "La lógica del dramatismo y de la negación de la realidad es inherente al Gobierno. El autismo en la lectura de la realidad es absolutamente coherente con lo que vemos desde hace tiempo. El Gobierno, que demostró una voluntad mínima de autocrítica, vuelve a dejar claro que no trabaja sobre las causas de las cosas, sino sobre una descripción antojadiza que nunca encara el análisis de las cosas que ocurren", detalló.
Römer aludió particularmente a la conferencia de prensa de Cristina Kirchner en la Casa Rosada. "En lugar de aprovechar para reconectarse con la sociedad y demostrar que estaba reconociendo el mensaje de las urnas, optó por hacer una descripción muy sesgada de los hechos. La expectativa de la ciudadanía era escuchar a una Presidenta capaz de descifrar lo que había pasado. En cambio, no hizo más que profundizar la desconfianza", planteó.
"El quiebre en los niveles de apoyo se da sobre todo por la pérdida de confianza en la palabra presidencial.
 Con cuenta gotas. Manuel Mora y Araujo coincidió: 
"Como era esperable, el Gobierno trató de minimizar la derrota y dio unos pasos mínimos en un intento por ganar tiempo para ver qué hace ahora. Están haciendo ajustes con cuenta gotas y queda claro que no quieren cambiar la orientación, pero por otro lado, parecería que no tienen más remedio", profundizó el analista.
 "Han demostrado muy poca autocrítica y no parece que no quieran cambiar nada, al menos que no tengan más remedio y eso se va a volver contraproducente", pronosticó.

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El tímido comienzo de la transición.
Por Mariano Grondona

El gobierno de los Kirchner corre hacia su fin. Después de haber recibido su primera herida el 17 de julio de 2008, hace un año y dos días, con el voto del vicepresidente Cobos en el Senado, una segunda herida lo alcanzó el pasado 28 de junio.
Pero los Kirchner no cambiaron, insistiendo al contrario en lo que siempre habían hecho, doblar la apuesta con la esperanza depositada, esta vez, en las elecciones del mes pasado. En ellas, ya no Cobos sino el pueblo les bajó el pulgar. Al revés que la primera, esta segunda herida promete ser mortal porque, en democracia, vox populus vox Dei , "la voz del pueblo es la voz de Dios". 
Hace veinte días, la voz del pueblo desahució al gobierno de los Kirchner. No sólo terminó para ellos el sueño de las reelecciones indefinidas que compartían con Chávez; apenas si pueden aspirar ahora a completar el actual mandato presidencial con el calculado auxilio de una oposición que, apoyada por la mayoría y a punto de adueñarse del Congreso,
no quiere darle al kirchnerismo ni siquiera el gusto postrero de declararse víctima de la "vieja política". El 10 de diciembre de 2011 la Casa Rosada tendrá un nuevo ocupante. Podrá ser Reutemann, Cobos, Macri o algún otro, pero ya no portará el apellido de la pareja presidencial. Las energías del proceso político argentino se concentran desde ahora en determinar el nombre del sucesor.
Sería un error suponer, por otra parte, que este proceso desembocará en un simple "cambio de gobierno".
Al comenzar su retirada, los Kirchner empiezan a dejar libre el espacio constitucional que hasta ayer usurpaban, permitiendo así que empiece a renacer la república democrática de los argentinos. El ocaso de ellos no será entonces ni un mero "cambio de gobierno" ni tampoco una "revolución". Lo que ahora empieza es una restauración : la reinstalación de la forma institucional que nos había habitado desde 1983 hasta 2003.
Esta táctica tendría la ventaja de desgastar mediante el anuncio del diálogo a la propia oposición, cuyas huestes podrían dividirse así entre los "duros", que no admiten ni siquiera encontrarse con los representantes de un gobierno en retirada, y los "blandos" que, si bien tampoco confían en el Gobierno, no querrían cargar con la culpa por el fracaso eventual de los encuentros que ahora se multiplican. Según el escenario que intuyen los "minimalistas", en algún momento el Gobierno denunciaría este fracaso, adjudicándoselo a la oposición. Esta expectativa de los Kirchner sería en todo caso frágil porque, como lo ha señalado Rosendo Fraga, el Gobierno ya perdió la guerra aunque pueda ganar, todavía, algunas batallas.
Sea cual sea la forma que adopte el final de los Kirchner, lo cierto es que el protagonismo del que hasta ayer gozaron le cederá el paso al protagonismo de sus opositores, a quienes todavía les falta demostrar que la renaciente república democrática no es sólo probable sino también capaz de evitar, gracias a un fecundo aprendizaje, que la catastrófica experiencia de la Alianza en 2001 se repita. Sólo entonces la república democrática que anhelamos nos abrirá sus generosos brazos.

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¿Quién manda acá?
Por Alfredo Leuco.

Hay algunas preguntas elementales para hacer después de que Néstor Kirchner se convirtiera en el mariscal de la peor derrota electoral del justicialismo en toda su historia. ¿Quién manda? ¿Dónde está el poder político real en la Argentina?
¿Podrá Cristina retomar el centro de la escena y sacudirse las manchas autodestituyentes que su marido le hizo a la investidura presidencial? ¿O está todo fríamente calculado para que la Presidenta utilice el maquillaje del diálogo institucional para comprar tiempo mientras Néstor sigue como un presidente de facto vengativo, escondido detrás de sus polleras? ¿Es una locura pensar en un divorcio político del matrimonio presidencial?
Moyano fue un socio menor en los tiempos de gloria de Néstor. En medio del conflicto contra el campo, llegó a decirle que su propuesta dialoguista “era una estupidez”. El camionero no tuvo más remedio que tragarse ese sapo.
Antes de las elecciones, en esta misma columna, hablamos de la “moyanodependencia” porque ya se trataban como pares y se necesitaban mutuamente. Hoy, Néstor está preso de Moyano.
La fragilidad de Néstor Kirchner es inversamente proporcional a la fortaleza de Hugo Moyano.
Pero toda la dirigencia opositora, peronista y no peronista, apuesta a fortalecer la gobernabilidad y evitar cualquier tipo de turbulencias antidemocráticas. Salvo algunos marginales cargados de veneno autoritario, todos necesitan que Cristina termine su mandato constitucional.
Escenas de kirchnerismo explícito que obligan a no albergar demasiadas expectativas de que el positivo cambio que Cristina expresó sea algo más que una expresión de deseos.

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POR QUE AL GOBIERNO LE CUESTA LEER EL MENSAJE DE LAS URNAS
La reina está desnuda.
Por Alfredo Leuco

La reina Cristina está desnuda. Tal vez, Néstor, su marido, siga con el engaño de decirle que está convenientemente arropada con un vigoroso poder político que los tontos no pueden ver. El cuento infantil de Hans Christian Andersen plantea que los cortesanos de la monarquía quieren fingir inteligencia y por eso nadie se atreve a decirle la verdad.
La reina Cristina está desnuda porque todavía no ha registrado la dimensión territorial ni la profundidad de la paliza electoral que padeció el proyecto kirchnerista. Este es el principal motivo de la parálisis de un gobierno que no ha movido ni una sola pieza que demuestre que entendió lo que pasó y, sobre todo, por qué pasó.
A esta altura del retroceso kirchnerista, resulta casi una curiosidad antropológica observar cómo los Kirchner se mantienen caprichosamente congelados y en los mismos errores que los hundieron.
Parecen haber perdido la cordura y hasta el más elemental sentido común.
Si no reacciona, cada día que pasa el Gobierno se debilita y se aísla más. Por eso, lo antes posible, cuando advierta que está sin vestido ni red de contención, la presidenta Cristina deberá anunciar formalmente las modificaciones en el gabinete que se negó a hacer incluso cuando asumió.
Cristina necesita que la ayuden. Para eso, primero debería dejarse ayudar por los sectores menos obsecuentes del propio kirchnerismo y por los dirigentes que fueron respaldados en los comicios. Es doloroso para él, pero fundamental, que Néstor Kirchner comprenda que se convirtió en un imán de rechazos. Casi como un teorema funcionó la idea de que los que más se alejaron de Kirchner ganaron con más contudencia y los que más cerca estuvieron fueron perforados por los votos en contra. El matrimonio Massa en Tigre o el intendente Bruera en La Plata son dos ejemplos de lo primero.
Por eso Néstor Kirchner tiene mucho menos poder del que cree. Porque aun los diputados, intendentes y gobernadores que lo acompañaron hoy están haciendo las valijas. No saben bien hacia dónde van. Pero saben claramente hacia dónde no quieren volver.
Hay otro mito que fue destrozado el domingo pasado: el del aparato bonaerense como garantía de triunfo. Esas estructuras actúan como catalizadoras de algo que ya existe. No producen el triunfo o la derrota, sólo los aceleran. Lo que no pueden es transformar a un hombre con altísimo nivel de rechazo como Kirchner en un ganador.
La estrategia y el mapa para transtitar los tiempos que vienen los puede aportar Eduardo Duhalde como lo hizo el ex presidente Raúl Alfonsín en el radicalismo hasta sus últimos días. El acertó cuando vaticinó que el kirchnerismo tenía “fecha de vencimiento”. Duhalde puede marcar el rumbo si es que mantiene su promesa de no ser candidato a nada y apuesta a reconstruir un peronismo renovado y productivo tan lejos de Néstor como de Francisco.
Falta mucho para llenar ese espacio. Pero ahí pueden convivir Daniel Scioli y Jorge Capitanich, cuando tomen más distancias de Kirchner; Carlos Reutemann, Felipe Solá, Mario Das Neves, José Luis Gioja, Alberto Balestrini, Juan Manuel Urtubey, Alberto Rodríguez Saá y la mayoría de la dirigencia peronista legitimada que quiera elecciones internas abiertas, obligatorias y simultáneas para elegir autoridades y candidatos. Puede alumbrar una dirección colegiada con un “primus inter pares”.
Francisco de Narváez por ahora caminará la provincia de Buenos Aires sin resolver si apoyará a Mauricio Macri para la presidencia desde una postura más independiente de lo partidario o reconstruirá la vieja guardia menemista con otros dos de sus pares millonarios: Juan Carlos Romero y Ramón Puerta.

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Es necesario aclarar nuevamente que estas notas fueron escritas en 2009, luego del triunfo del oficialismo en las elecciones parlamentarias de medio mandato de la presidencia de Cristina Fernández, quien dos años después ganaba con el 54% de los votos...



¿Continuará...?


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