1 de agosto de 2013

Mezcladito al paso: Salario Mínimo, Poder Adquisitivo y Distribución del Ingreso.

Basurero Nacional ofrece aquí un "mezcladito" de noticias recicladas, generalmente ignoradas o soslayadas por los medios hegemónicos, a modo de aperitivo para analizar y poner a prueba lo que muchos "expertos", algunos aventurados y demasiados vivos suelen afirmar como verdad revelada para fijarlo en nuestro "sentido común". En fin, para utilizar esa saludable costumbre "basurera" de dudar...
(Mezcladito: preparado elaborado a partir de la mezcla del sobrante de bebidas alcohólicas, en botellas y vasos, consumidas durante un baile o show popular y puesto a la venta a valores muy accesibles.)
Vayamos al Mezcladito Basurero de hoy:



Aumento del salario mínimo argentino a $3600 – Poder Adquisitivo comparado con Latinoamérica.
El 25/07/13 en la Argentina se reunió el Consejo del Salario, que fijó el nuevo piso remunerativo para los trabajadores en relación de dependencia en 3300 pesos a partir de agosto y 3600 pesos desde enero próximo. Este valor implica un incremento sobre el salario mínimo, vital y móvil que estaba vigente desde inicio del año. Anteriormente el salario mínimo en la Argentina era de 2875$.
La pregunta que intenta responder este post es la siguiente: ¿Cuántos productos de cada tipo puedo comprar en cada país con un salario mínimo?



(cliquear para agrandar)

Estos precios sirven de referencia, pero se puede apreciar que en materia de poder adquisitivo del salario mínimo, La Argentina es líder en la región.
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En la Argentina la distribución del ingreso mejoró más que en Brasil y Chile.
Los modelos de Argentina y Venezuela generaron una mayor distribución que el resto de los países .
Los indicadores de distribución durante la última década mejoraron en todos los países de América del Sur pero lo hicieron con mayor intensidad en aquellos que complementaron el crecimiento económico con fuertes políticas de inclusión social.
En 2002, el 44% de los habitantes de América latina no pudieron satisfacer sus necesidades nutricionales básicas. En cambio, en 2008, ese porcentaje había caído al 33 por ciento. En cuanto a la indigencia, el nivel por debajo del cual no resulta posible recibir una alimentación mínimamente adecuada, cayó en ese período del 19 al 13%, según datos de la Cepal.
En igual sentido, la desigualdad en los ingresos también disminuyó en la mayoría de los países latinoamericanos durante la primera década del siglo. Si se toma el coeficiente de Gini para medir la distribución de ingresos, hubo una mejora en 15 de las 18 economías regionales estudiadas por la Cepal (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela). En once de esos países, la mejora superó los cinco puntos porcentuales. En cambio, la participación en el ingreso de los segmentos más ricos sólo aumentó en Costa Rica, Guatemala y la República Dominicana. El índice de Gini, dicho sea al pasar, es un número entre 0 y 1, donde 0 representa la perfecta igualdad (todos tienen el mismo ingreso) y 1 la perfecta desigualdad (una persona concentra todo el ingreso).
En ese aspecto, algunos de los países de la región –especialmente Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina y en menor medida Brasil– desarrollaron esfuerzos importantes por aplicar recursos a la ejecución de políticas sociales capaces de paliar, siquiera en parte, ese estado de cosas. En ese grupo, el gasto social subió del 12,2% del producto interno (PIB) en 1990/91 al 18% en 2007/8. En el gasto público global, los programas sociales crecieron allí del 45 al 65 por ciento.
Según un informe de la Cepal (2010), si se aplica el índice de Gini, los países latinoamericanos con menor desigualdad en la distribución del ingreso son, en este orden, Venezuela, Uruguay, Perú, El Salvador, Ecuador, Costa Rica y Argentina. En cambio, aquellos en los cuales las diferencias resultan mayores son, también en este orden, Guatelama, Honduras, Colombia, Brasil, República Dominicana y Bolivia.

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El Brasil de la decencia no puede tapar el sol con las manos.
El crecimiento económico brasileño de la última década (4% promedio) tuvo su correlato positivo para las clases más desfavorecidas, especialmente a través de la conjunción del efecto derrame y el amplio gasto social (el programa ‘Bolsa Familia’ distribuyó a 12,7 millones de familias una renta mensual aproximada de 80 dólares, consiguiendo que 29 millones de personas salgan de la pobreza).
Sin embargo, como no se puede tapar el sol con las manos, tampoco se puede pensar que las mejoras marginales hayan podido avanzar sobre los cambios estructurales necesarios para generar un verdadero desarrollo socio-económico. En este sentido, el status quo se ha mantenido inalterable: instituciones viciadas de corrupción, elites económicas y políticas alejadas de las necesidades del pueblo, y obsoletos sistemas de servicios e infraestructura acordes a un escenario de dignidad.
Los sucesos acontecidos en las últimas semanas entremezclan ambos mundos: el de las mejoras marginales y las carencias estructurales. El acceso a una mejor educación/formación (se triplicó el presupuesto en educación desde 2003, creando más de 14 nuevas universidades y permitiendo que 1,3 millones de alumnos puedan acceder al sistema universitario) permite comprender mejor lo que falta, la desidia injustificada, las inequidades innecesarias pero deliberadamente provocadas. Sólo alcanza con destacar que el 20% de los brasileños más ricos posee el 57,7% del total de los ingresos del país, mientras que el 20% más pobre sólo se lleva el 3,5% de la riqueza nacional.
Y estas son las contradicciones del sistema; las que generan el temor desestabilizante para aquellos poderosos que sólo desean que nada cambie.
El ex presidente Lula da Silva tenía como slogan el soñar con un ‘Brasil decente’. Sin embargo, la decencia genuina conlleva costos. El futuro dirá si algún gobierno brasileño estará dispuesto a afrontarlos.

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Barack Obama llamó a trabajar para poner fin a las desigualdades sociales.
El presidente Barack Obama manifestó ayer que la prioridad en los Estados Unidos es terminar con desigualdades sociales “moral y económicamente equivocadas” en el marco de un sistema fiscal que favorece más a los ricos que a los pobres.
Basta de desigualdades”, agregó el presidente, para quien resulta inaceptable que un director general gane el 40% más que antes de la crisis económica y un ciudadano promedio, menos.
“La desigualdad genera inestabilidad, corrupción y cinismo”, aseguró el presidente de los EE.UU.
Así, Obama invitó a los líderes de las empresas a contratar estadounidenses y auspició un cambio en el sistema universitario que, aseguró, “no funciona” y “debemos hacer que sea accesible a cualquier ciudadano”.
“Casi todos los avances en materia de ingresos de los últimos diez años han seguido fluyendo al 1% más rico” del país, subrayó Obama.
“Esta creciente desigualdad no sólo es algo moralmente erróneo: constituye, además, una mala política económica”, aseveró.

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