30 de noviembre de 2011

Que veinte años no es nada... Hoy: Recesión + Megacanje de Deuda + La hora del ajuste + Déficit Cero + El mundo se cansó de la economía argentina

"Los argentinos deben ser conscientes de los gravísimos efectos negativos que tendría un default , así como de lo que significaría el agotamiento de nuevas alternativas para evitarlo, si no se reduce urgentemente el déficit fiscal. También se debe ser realista en cuanto a la dificultad de concretar una solución descansando sólo en la ilusión de que un rápido crecimiento económico, producto de políticas "activas", acarrearía automáticamente una solución del problema fiscal por la vía del aumento natural de la recaudación impositiva."


Hace ya muchas décadas nos cantaba el Zorzal Criollo en "Volver":

Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada...
(...)
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.

("Volver", tango de Gardel y Lepera de 1935.)

Ante esta posibilidad cierta de que el pasado (cierto pasado oprobioso) vuelva a enfrentarse con nuestra vida, este humilde servidor público acude presuroso para refrescar hechos vividos en nuestro terruño durante estos últimos veinte años, y vacunar así a nuestro "sentido común" para que no vuelva a tropezarse con la misma piedra.
En este caso, repasemos unas interesantes notas del año 2001 relacionadas con el trillado tema (en ese entonces) de la deuda externa, el ajuste permanente y nunca suficiente de la eceonomía argentina, de la "ayuda" externa y las recetas "serias" que recomiendan los economistas del establishment que desfilan por los medios (Broda, Cachanosky, etc). Este breve recuerdo constituye una refrescada de memoria útil para todos nosotros, para afirmar nuestra memoria y nuestro conocimiento sobre las recomendaciones del exterior (siempre bienvenidas por el establishment) y las paradojas históricas en tiempos de crisis...
Veamos los recuerdos del Basurero Nacional en el "Que veinte años no es nada..." de hoy:


Jueves 17 de mayo de 2001
Pese a los buenos augurios, el crecimiento se postergaría hasta el 2002
Existen varios y significativos argumentos, tanto de la actividad real como indicadores financieros, que habilitan a pensar que finalmente la expansión anual será nula o negativa.
A cinco meses del 2001, las estimaciones de crecimiento del año sufrieron ya varias correcciones tanto desde el gobierno como de los analistas privados, debido especialmente a la crisis financiera iniciada en febrero, y que todo parece indicar que terminaría tras el megacanje de deuda.
La mayoría de las correcciones efectuadas por consultores y bancos de inversión mostraron una merma de las previsiones del PBI, ubicando el crecimiento entre 1% y 1,5%, un punto menor al proyectado en el presupuesto nacional.
Sin embargo, existen varios y significativos argumentos tanto de la actividad real como indicadores financieros que habilitan a pensar que posiblemente estos pronósticos sean optimistas, y que finalmente la expansión anual será nula o negativa.

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Domingo 20 de mayo de 2001
¿El primer salvamento hecho por el mercado?
Faltan medidas para recuperar la confianza.
Los analistas descuentan el éxito del canje de la deuda argentina y piden reformas.
Después de varios días en los que habían dudado de todo, desde los tiempos hasta el compromiso oficial con el megacanje de la deuda argentina, los mercados tuvieron una buena semana cuando percibieron que la operación marchaba por buen camino y a un ritmo "adecuado".
Ahora, mientras los inversores esperan ansiosos el anuncio de los títulos que se emitirán para rescatar del mercado los bonos, los analistas económicos no dudan del éxito de la operación y comienzan a aparecer los primeros pronósticos sobre el escenario que podría tener la economía argentina en los próximos meses. Algunos descartan incluso las predicciones que señalaban a éste como un año perdido en materia de crecimiento económico.
Pero el tímido optimismo no es para tanto, los analistas locales y extranjeros señalan que hacen falta sin demora medidas económicas de apoyo para potenciar el efecto del megacanje.
David Mulford, que comanda la operación de canje por el Credit Suisse First Boston, es optimista respecto de los beneficios de la medida y también aseguró que podría ser un hito en la manera en que los países emergentes hacen frente a sus problemas sin recurrir directamente al Fondo Monetario Internacional (FMI) u otros organismos internacionales. Los analistas locales y extranjeros consultados por La Nación estuvieron de acuerdo con su visión del resultado del canje, aunque no detectan marcas históricas en la operación.
"Esto no es una revolucion financiera, es una medida sensata que produce la sensación de sacarse la soga del cuello", ejemplificó desde Nueva York Javier Timerman, director ejecutivo a cargo del departamento de divisas de Bear Stearns.
En la misma línea opinó Joaquín Cottani, economista jefe de Lehman Brothers , que cree que "a lo mejor la operación está en el espíritu de lo que quiere el Fondo, uno puede decir, haciendo un uso de la interpretación, que el sector privado logrará arreglar las cosas, pero tendremos que ver cómo resulta todo una vez que se haga el canje".
Consultados sobre la manera en que se podrá recuperar la confianza de la gente para que vuelvan a gastar o endeudarse, los analistas evitan ahondar en cuestiones psicológicas y prefieren dar explicaciones técnicas.
El economista de Lehman Brothers advirtió que "la gente va a ver cómo se financia el 2002, dependiendo de eso, el Gobierno podrá decidir de qué manera afronta lo que queda por pagar". Cottani dijo que "una forma de mejorar la confianza será demostrar que recurrirá lo menos posible a los mercados voluntarios de deuda para el financiamiento de lo que le quede por pagar, y que no dependerá tanto de los inversores institucionales".
Broda recurrió a una figura bíblica para enfatizar el mismo concepto. "Cualquier programa mejorando la solvencia debe bajar los costos de la política, eso es indudable. Pero el proyecto actual del Gobierno es sólo embrionario y recortar el costo político se parece mucho a una competencia por hacer anuncios grandilocuentes que nadie pone en práctica, veo en esto mucho comportamiento de fariseo".

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Martes 22 de mayo de 2001
El megacanje de deuda
El canje voluntario de deuda pública actualmente en proceso será el sexto desde que se normalizaron los pagos, luego del plan Brady en 1992. Los cinco canjes anteriores no alcanzaron a sumar en conjunto, sin embargo, la mitad del monto que se pretende reestructurar en esta oportunidad.
Esta nueva operación se presenta como una necesidad para superar circunstancias altamente críticas, mientras que las anteriores se hicieron en momentos menos exigidos.
No obstante, el canje debe llevarse necesariamente a cabo, ya que hoy es la única alternativa con que cuenta el gobierno nacional para evitar caer en una cesación forzosa e involuntaria de pagos. Merece reconocimiento el esfuerzo desplegado por el viceministro Daniel Marx en esa dirección. Los fondos del blindaje, aun considerando su plena disponibilidad, no resultan suficientes para cumplir con los vencimientos de capital de los próximos meses, si se tienen en cuenta el desborde del déficit fiscal y el estrechamiento de los mercados financieros para la colocación de nueva deuda pública argentina.
Ya no cabe esperar un blindaje adicional apoyado en el Fondo Monetario Internacional u otros organismos oficiales. El cambio de gobierno en los Estados Unidos ha puesto en evidencia una opinión creciente, en los ciudadanos de ese país, en favor de la idea de no contribuir directa o indirectamente a realizar operaciones de salvamento, en condiciones fuera de mercado, en favor de países que no lograron cumplir sus metas. Se alega, con razón, que de esa forma se premia a esos países indebidamente y, además, se permite a sus acreedores eludir las consecuencias que asumieron cuando prestaron a altos intereses frente a un riesgo que un salvamento posterior transformó en nulo. No le queda a la Argentina otro camino que resolver la reestructuración de su deuda pagando por ello las condiciones que el mercado establezca frente a la credibilidad que pueda inspirar.
Los argentinos deben ser conscientes de los gravísimos efectos negativos que tendría un default , así como de lo que significaría el agotamiento de nuevas alternativas para evitarlo, si no se reduce urgentemente el déficit fiscal. También se debe ser realista en cuanto a la dificultad de concretar una solución descansando sólo en la ilusión de que un rápido crecimiento económico, producto de políticas "activas", acarrearía automáticamente una solución del problema fiscal por la vía del aumento natural de la recaudación impositiva. Por más que haya algún espacio para admitir esa posibilidad, no parece haber justificación alguna para seguir postergando la profunda reforma de un estado que muestra excesos evidentes en gastos innecesarios, prebendas, abusos y pésimos servicios, todo eso en desmedro de la calidad de vida de los habitantes del país y de la competitividad del sector privado. Por otro lado, la corta experiencia de los pasos iniciales del ministro Domingo Cavallo muestra lo riesgoso de esperar una recuperación de la confianza y del crecimiento sobre la base de propuestas heterodoxas o apelaciones voluntaristas.

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Domingo 03 de junio de 2001
Llegó la hora de las medidas fiscales.
Por Miguel Angel Broda
Tras el default de Rusia el 14 de agosto de 1998, y la restricción de financiamiento que ello gatilló, comenzó una etapa de penurias para la Argentina.
A pesar de las condiciones internacionales poco auspiciosas, la Argentina podía acceder, no obstante, a los mercados voluntarios de deuda y renovar vencimientos, como usualmente hacen los países normales.
Para hacer frente a esa restricción, la Argentina logró la excepcional ayuda del FMI y de otros organismos multilaterales (más España) por un total de $ 19.700 millones (el blindaje externo), más el compromiso de bancos y AFJP para renovar Letes, Bontes y Bonos Pagarés por $ 13.000 millones y un compromiso de canje de deuda por $ 7000 millones (blindaje doméstico). Pero con la excepción de la colocación del bono en euros por $ 470 millones de febrero, se siguió sin poder acceder a los mercados.
La Argentina debe, pues, volver a los mercados de capitales en no mucho tiempo más, para poder ir renovando la deuda que irá venciendo en forma normal. Ello hace necesario aprovechar el tiempo que se está comprando. Bajar el riesgo país no sólo depende de reducir las necesidades de financiamiento de corto plazo, sino esencialmente de la mejora de la solvencia fiscal intertemporal, la reactivación cíclica de la economía y del crecimiento económico sostenido.
El éxito del canje se medirá por el monto total que el Gobierno pueda reducir de sus necesidades de financiamiento -dado el alto grado de ofertas, no debería ser menor a los $ 17.000 millones fijados como objetivo-, el premio que finalmente pague a los tenedores de bonos viejos a ser rescatados -determinará el costo fiscal por asumir-, y el grado de participación de los inversores externos, que cuanto mayor sea más nos acercará a retornar a los mercados voluntarios. El grado de éxito del Gobierno se medirá por su capacidad en aprovechar el canje para una eficaz acción en todas las áreas, lo cual ayudará muchísimo para retornar a la senda de crecimiento que el país tanto anhela y necesita.

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Domingo 15 de julio de 2001
Déficit cero: la última oportunidad.
Por Miguel Angel Broda
El sector público, que ha venido gastando sistemáticamente por encima de los ingresos que ha recaudado, con una relación deuda pública consolidada / PBI que pasó del 37,5% en diciembre de 1991, a 56.2% en junio de 2001, no puede seguir funcionando de esa manera.
Cavallo es un ministro que no desprecia el ajuste fiscal (estableció un fuerte impuesto a los débitos y créditos en cuenta corriente) aun cuando no lo enfatiza, y tampoco subestima el cierre de las necesidades de financiamiento del Estado (un "extrablindaje" en abril de $ 4263 millones, el "megacanje" de junio que difirió pagos entre 2001 y 2002 por $ 7821 millones), pero sólo hace muy pocas semanas llegó a la conclusión de que su reputación y credibilidad no eran suficientes para evitar un ajuste fiscal más riguroso.
Con este diagnóstico, el ministro Cavallo centró su estrategia en reducir el gasto público en tres frentes: el Anses y el PAMI, el costo de la política, y la transparencia de los planes sociales. El domingo 8 de julio, luego de volver de Europa, ese plan, apoyado primeramente por De la Rúa, fue desechado por Alfonsín y la UCR.
Apremiado por las circunstancias, Cavallo consigue alinear tras de sí al Presidente impulsando una nueva "regla de oro": el déficit cero. Esta regla se instrumentó a través de la modificación del artículo 34 de la ley de administración financiera, que restringe la ejecución del presupuesto (compromisos de gastos) a los recursos efectivamente recaudados en cada período, obligando a reducir las partidas en caso de menor expectativa de recaudación.
¿Está bien o está mal la "regla de oro" del déficit cero? Sin duda está bien. No existiendo más crédito, sólo se puede seguir gastando de acuerdo con lo que se pueda recaudar. Si De la Rúa hubiera aplicado esta regla al inicio de su mandato, o en el momento de la asunción de Cavallo como ministro, la historia podría haber sido diferente, y hoy la Argentina exhibiría niveles de riesgo más acordes con un escenario de reactivación de su economía.
En lugar de ello, nos debatimos entre un escenario caótico, con default y devaluación, que llevarían a una caída del PBI entre 10 y 15% con notable aumento del desempleo, y un escenario que sólo nos daría la oportunidad de evitar tan dramático desenlace, sin chances ya de evitar un año más de caída de la producción del país.
Las medidas adoptadas por el Gobierno el miércoles 11 están entonces orientadas en la dirección correcta.
No hay salida milagrosa de esta complicada situación, y no hay margen para ninguna otra equivocación. El Presidente tiene el destino de la Nación en sus manos y si se alinea con el ministro Cavallo (manteniendo a rajatabla la reducción del gasto), todavía la reversión de la situación es posible.

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Domingo 29 de julio de 2001
Déficit cero: el problema es el gasto.
Por Roberto H. Cachanosky
A la luz de los nuevos incrementos de impuestos aprobados por la Cámara de Diputados (impuesto a la transferencia de combustibles, aportes patronales, transacciones financieras y postergación de la rebaja de ganancias para la cuarta categoría) es evidente que la dirigencia política ha interpretado en forma errónea el concepto de déficit cero. Es más, en rigor están leyendo equivocadamente el problema fiscal argentino.
El déficit cero tiene sentido si se baja el gasto público. Ir a déficit cero esquilmando al sector privado con más carga tributaria no es una solución; es firmar la partida de defunción del sector privado y de la economía en su conjunto.
A estas alturas de la crisis debería entenderse que el problema de la economía argentina no es solamente un problema de déficit fiscal, sino fundamentalmente de nivel y calidad de gasto público. La economía argentina está agonizando porque tiene un gasto público insostenible por el sector privado, que se traduce en un impuestazo tras otro que, además, soportan aquellos que están dentro del sistema, mientras que los que están en el mercado informal mejoran su posición relativa frente a los que pagan los impuestos.
Lo que debe entenderse es que la solución pasa por bajar el gasto y no por incrementar los impuestos. Este punto es clave para hacer crecer la economía y evitar el default.
Para recuperar la economía lo primero que hay que reconstruir es la confianza de los agentes económicos. Ni los argentinos ni los extranjeros confían en las instituciones argentinas. Y no confían porque nunca se cumple con los recortes de gastos prometidos. El blindaje, el megacanje y la propuesta de déficit cero son dos de los ejemplos más recientes que pueden citarse al respecto.
Afuera y adentro de la Argentina se sabe que es imposible visualizar una salida si la mayoría de la dirigencia política no se encolumna sólidamente detrás de una plan económico consistente que deje de esquilmar al sector privado para que éste comience a desplegar la gran capacidad de innovación que tenemos anestesiada.

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Sábado 25 de agosto de 2001
La marcha de la economía: fuerte caída de ventas minoristas y alza en la construcción.
Se ahondó la recesión en supermercados y shoppings.
Impulsada por la crisis financiera, las altas tasas y los retrasos en aguinaldos y sueldos

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Miércoles 26 de septiembre de 2001
La crisis económica: perspectivas desfavorables en septiembre.
Fuerte caída de la construcción.
El índice que mide la actividad bajó un 11,2% en agosto; en el sector dicen que la situación es "grave".

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Jueves 01 de noviembre de 2001
El mundo se cansó de la economía argentina.
Por Joaquín Morales Solá
No hay diplomático, funcionario, empresario o economista argentino que haya estado en los últimos tiempos en los Estados Unidos o en Europa que no haya traído a su regreso la impresión de que el mundo está cansado de la Argentina.
Desde ya, ese cansancio refiere a la presencia permanente de la crisis nacional en el escenario económico internacional, que reclama, a su vez, la intervención personal de los principales protagonistas de la economía mundial.
Los últimos en percibir esa fatiga extranjera de los conflictos argentinos fueron los empresarios nucleados en la Unión Industrial que hicieron, hace un par de días, una exposición en Washington, en el ámbito del Banco Interamericano de Desarrollo, sobre las condiciones estructurales del país.
El presidente de la UIA, José Ignacio de Mendiguren, explicó las potencialilidades de la Argentina según un discurso suyo cargado de optimismo, que pone el acento en la "viabilidad" del país y que subraya las condiciones naturales y humanas de la Nación para salir rápidamente del agobio y la depresión.
Al final, sintieron en carne propia aquella fatiga, transmitida a quemarropa por algunos de los más de trescientos inscriptos en el seminario sobre la Argentina convocado por un viejo amigo del país, el uruguayo Enrique Iglesias, presidente del BID. "Los funcionarios argentinos nunca hablan de un plan, sino del próximo vencimiento de la deuda", escucharon los hombres de negocios.
El discurso apremiante y precipitado de los gobernantes argentinos puede explicar parte de aquel cansancio, pero no todo el cansancio. Otras explicaciones deberían buscarse en la única coherencia nacional, que consiste en no cumplir los compromisos firmados y en las contradicciones que comete el Gobierno en sus relaciones con el mundo.
Un país con un serio endeudamiento externo y con un tipo de cambio fijo (atado desde la debilidad a la moneda más fuerte del planeta) debió hacer de la disciplina fiscal una prioridad.
Podrá decirse que la Argentina es demasiado dependiente del Fondo, pero hay que agregar que tiene créditos con ese organismo que quintuplican el tamaño de su cuota a la entidad. No hay tres alternativas: o el país es un deudor importante y, por lo tanto, se somete a las auditorías internacionales, o el Estado es más austero y programa sus gastos de acuerdo con sus ingresos, liberando el crédito para el sector privado de la economía.
Paul O´Neill, secretario del Tesoro norteamericano, y la conducción del Fondo, esperaban en agosto último sentarse con los gobernantes argentinos para discutir tales deslealtades antes de abrir la mano.
Sin embargo, la intervención de líderes europeos y una conversación desesperada entre De la Rúa y George W. Bush (y la influencia del Departamento de Estado y del Consejo de Seguridad) torcieron el brazo de O´Neill y del Fondo. Surgió entonces el acuerdo por ocho mil millones de dólares, pero el Gobierno debió prevenirse: a nadie le gusta que le tuerzan el brazo y, mucho menos, cuando esos brazos controlan gran parte de la economía mundial.
El mundo no ha sido indiferente hacia la Argentina. Hubo un blindaje de países y organismos internacionales para asegurar el pago de la deuda argentina, pero, en lugar de cumplir con las pautas del acuerdo, la administración de De la Rúa puso la herramienta en manos muy mediocres y frívolas.
Si no se resuelve en serio el problema fiscal, si la reprogramación de la deuda no garantiza el derecho a la propiedad y conforma la confianza de los inversores, y si, por último, la economía argentina no deja atrás su anquilosamiento, el cansancio del exterior podría tornarse en algo más peligroso: desinterés y abandono.

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